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Incapacidad o sagacidad

Si quería que los ciudadanos apoyaran su rechazo a las condiciones exigidas por el Banco Central Europeo, el FMI y la Unión Europea, se podría haber dicho que el primer ministro griego estaba mostrando una notable incompetencia.

Había recibido un mandato claro en las últimas elecciones para que actuara según lo que prometió en su campaña, y solo tenía que proceder en consecuencia, sin necesidad de consultar de nuevo a la población.

Pero no solo convocó un referéndum sin tener que hacerlo, sino que esperó a que el país cayera en cesación de pagos con el FMI y terminaran las ayudas del Banco Central Europeo a los bancos griegos. La salida de depósitos de los bancos obligó a su cierre, creando un caos que sirvió como preludio de lo que sucedería si el país tenía que dejar la eurozona.

Su argumento de que rechazar las condiciones europeas no era sinónimo de salir del euro parecían poco convincentes, y las autoridades de la eurozona se encargaron de advertir a la población que ambas cosas sí estaban relacionadas, y que lo uno implicaba lo otro.

Tampoco lucía persuasivo su planteamiento de que un triunfo del no fortalecería su posición negociadora y que conseguiría la condonación de una parte apreciable de la deuda, pues no era razonable esperar que los acreedores, hoy en día organismos públicos europeos más que bancos e inversionistas privados, recompensarían el rechazo con concesiones adicionales, creando así un precedente que podría servir de estímulo para que otros países endeudados hicieran lo mismo después.

Pero pudo no ser incapacidad sino sagacidad política lo que motivó la actuación del primer ministro. Frente a la resistencia de la eurozona, sin posibilidades de cumplir sus promesas, optó por jugar la carta de que los griegos reiteraran el rechazo, convenciéndolos de que continuarían en la eurozona sin tener que aceptar tantos sacrificios. Ganó esa jugada, pero le aguardan otras.

gvolmar@diariolibre.com