Disolver CORDE no cierra el caso de la venta ilegal de los terrenos en Los Tres Brazos. Quizá sea una buena idea esa de ir eliminando instituciones redundantes o inútiles, pero en ningún caso disuelve el delito que se cometió y, por tanto, resta encausar a los autores intelectuales y materiales de ese tremendo negocio.

Nos hemos acostumbrado a los “hasta las últimas consecuencias”, a los “caiga quien caiga” que quedan muy bien como cierre de discurso, pero que ya no significan nada. Como tampoco es el “esto es una persecución política” alegato que pueda utilizarse sin hacer (un poco) el ridículo.

En Perú, el caso Odebrecht ha llegado hasta los presidentes. En Rumanía, medio millón de personas salió a la calle a protestar por un intento de la clase política de eliminar algunas leyes anticorrupción. En Francia, el candidato presidencial Fillon ha perdido prácticamente sus posibilidades por revelarse que contrató a su esposa e hijos como “asistentes”.

Si algo estamos aprendiendo es que en todas partes la corrupción de políticos sigue el mismo esquema: nepotismo y contratos. Pero hay algo que debemos empezar a exigir: los compañeros de los corruptos saben perfectamente quién y cómo cometen estos delitos. Los legisladores que no aceptan maletines saben quién sí los pide. Los compañeros de los funcionarios que aceptaron/exigieron sobornos por valor de 92 millones de dólares saben quiénes los recibieron. Los técnicos que trabajan en los presupuestos de las obras saben perfectamente cuándo y cómo se inflan.

Técnicamente “hay que esperar” informes de Brasil o de Estados Unidos. En realidad... no.

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Inés Aizpún