Uno de los (muchos, variados) problemas del sistema de pensiones como está concebido y se está desarrollando radica en que el cotizante cree que va a poder vivir de esa pensión cuando se jubile. Es decir, que va a poder dejar de trabajar a una edad prudente.

Y no es así.

No se discute que ese ahorro obligado en unas determinadas empresas (con fines de lucro) pueda ser bueno. O que es una manera de contar con “algo” y que eso ya es más que lo que había antes porque antes no había “nada”.

El cotizante no ha recibido el mensaje correcto. Si aspira a jubilarse tendrá que pensar en otra cosa. Estamos aplazando un problema que va a crecer como una bola de nieve. Cuando el primer grupo de pensionados compruebe que lo que recibe es una proporción mínima de su último sueldo (ya de por sí bajo, como todo el mundo admite) el conflicto nos explotará como lo ha hecho en Chile, cuyo sistema hemos casi copiado.

Después de las protestas de este verano, la presidenta Bachelet ofreció una solución: “fortalecerá el carácter solidario del sistema de las pensiones al aumentar en cinco puntos porcentuales, es decir al 15%, la tasa de cotización de los trabajadores, pero con cargo al empleador y en un plazo máximo de 10 años.”

Cargar el aumento de la cotización el empleador repercutirá negativamente en la creación de empleo, sin duda. ¿No hay que reformular el sistema desde una reflexión mucho más profunda? Aquí... ¿aceptarían los otros empresarios dominicanos “la solución Bachelet”? ¿Aportarían ellos todavía más a las rentabilísimas AFP?

IAizpun@diariolibre.com

Inés Aizpún