Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
AMET
AMET

Era cuestión de tiempo. Primero fueron los peatones. La ciudad los maltrataba, los empujaba hacia la calzada y su espacio por derecho propio, las aceras, fue convertido en parqueos. O talleres para carros. O terrazas de cafeterías y restaurantes. Mil y un usos. Casi todos inadecuados.

Ignorados hasta cuando eran tenidos en cuenta: nada había más peligroso que cruzar cuando el semáforo de peatones daba paso. Mal sincronizado, era apostar por un atropello. Mínimo, por un bocinazo y dos improperios.

Era cuestión de tiempo: la ciudad que avasalló a los peatones terminó por inmovilizar a los carros. El tapón, ese monstruo invencible que empezó como una inconveniencia de horas punta se convirtió en nuestra forma de trasladarnos. La ciudad venció por agotamiento del contrario. Salir de casa requería toda una estrategia.

El peatón no es gente, decían con sorna los conductores, y la ciudad lo creyó. Creció ignorando las leyes más elementales del urbanismo y de la arquitectura. Torres sin aceras, calles minúsculas para gigantes de cemento. Y miles y miles y miles de vehículos. Uno por cada niño que va al colegio. Uno por cada estudiante universitario. Uno por cada oficinista. Uno por cada señora en el salón.

Era cuestión de tiempo. Sin transporte colectivo y sin aceras, los peatones tuvieron que comprar un carro. Ya convertidos en conductores, miran desde el atasco cómo el peatón avanza más rápido que ellos. Vencidos, se resignan a tardar 45 minutos en recorrer veinte metros. Escuchan la radio, tuitean, revisan el móvil. Miran al conductor atrapado en el otro carril, se sonríen resignados.

Era cuestión de tiempo que la ciudad, después de estrangular a los peatones, les ayudara a tramar su venganza.

IAizpun@diariolibre.com

TEMAS -