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Derechos humanos
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El destino y su abono de sangre...

La muerte de John Percival no debió sorprender

Contra el destino no puede batallarse ni en boleros, mucho menos en la vida real. Los antiguos sospechaban su mala suerte y se cuidaban con amuletos.

La muerte de John Percival fue un hecho extraordinario, pero no debió sorprender, pues sus acciones ponían en cuestión todo el establecimiento.

La Biblia habla de que el que a hierro mata, a hierro muere.

Aunque no tenía que ser tan pronto, pues hasta el cielo suele esperar. Sin embargo, a su favor actuaron fuerzas que al final causaron su desgracia.

En el caso del avión se hicieron diligencias indebidas y salió libre de culpas. En los asaltos de Villa Mella y Bella Vista fue sospechoso número uno, pero no se le buscó con el afán propio de la circunstancia.

La Policía se confió en la intervención de los Derechos Humanos, y los Derechos Humanos nunca cumplió la promesa de entregarlo. Entonces vino Plaza Lama, y ya con Plaza Lama, y la burla de los Derechos Humanos, no podía esperarse otro desenlace.

Lo que se decía al inicio. Contra el destino no puede batallarse ni en bolero, y mucho menos si se abona con sangre.

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