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Rencor con rencor se paga...

José Antonio pagó por la jugada de Fidelio

La destitución de un ministro, aunque se diga o se crea, no es un acto rutinario y mucho menos inocente en un país en que según Hostos el chisme tenía categoría de Estado.

Los altos cargos aquí, ya se sabe, son como el fruto del caimito, que se seca en la mata y nunca cae. Lo que se le criticó a Leonel y ahora a Danilo es que no mueven los esqueletos, y los muertos son los mismos.

Ahora que le cortaron dos o tres ramas a la mata, en una poda sutil, pero que entretuvo por días, los escarceos tienen derechos a constituirse en conjeturas o escribirse como novelas.

El cambio en Cultura, por ejemplo.

Fue verdad que a José Antonio no le dieron papelito, aunque sí supo de la guagua. Pero también fue verdad que a su sustituto Vergés lo convocaron a Palacio sobre las once de la mañana, faltando poco para la juramentación y sin tener en cuenta que se encontraba en Washington y no podía llegar a tiempo.

Cuentan que fue sobre la diez y cerca de las once que se decidió quitar a José Antonio, y que fue una consecuencia directa del desplante que hiciera su suegro Fidelio a la hermana del mandatario.

Que rencor con rencor se paga.

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