Una luna de miel de tres años
Por ese idilio es que no cambian a nadie...
Un gobierno con buenos números debiera ser modelo y ejemplo, y ciertamente es una cosa y la otra, incluso en el ámbito internacional, donde los porcentajes de presidentes y administraciones andan de capa caída.
Los estrategas de Danilo y de su gestión aprovechan la situación y la ponen a mil, y se regodean, y celebran esa fiesta de calle.
El fenómeno encaja bien, pero no en lo que nunca se había hecho, sino en lo que raramente sucedía: una luna de miel de tres años, tiempo más que suficiente para saber que el hombre ronca y la mujer fastidia.
Sin embargo, esa excelencia de gobernabilidad tiene sus inconvenientes. Como el régimen batea, corre y roba bases, y anota, no se preocupa en hacer cosas que mejoren su average.
Con tantos juegos ganados y pocos perdidos, la alineación es un sueño, y hasta el pitcher puede aguantar los nueve innings.
La sequía acabando, y en vez de remoción de funcionarios, empiezan las lluvias, y para que no sea cosa de una tarde o una noche de domingo, se anuncia tormenta.
Hay gente con suerte, y no sólo el cubano.