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Del Campo a la Ciudad

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Del Campo a la Ciudad

Hoy día la mano de obra haitiana se encuentra en todas las operaciones agropecuarias y ha sustituido, casi en su totalidad, al trabajador dominicano. Ante tal arrollamiento, se debe aclarar la desatinada versión de que los inmigrantes ilegales haitianos ocupan el trabajo que los nuestros no desean realizar.

Lo que sucede es que nuestros campesinos, por su pésima condición laboral, sufren la degradación del sustento y buscan aumentar la paga. Pero los patrones, a su vez, buscan reducir los altos costos de producción que los agobian. En ese escenario, los haitianos se introducen por menor paga y paulatinamente logran hacer desaparecer al jornalero nuestro. Para luego, al ser los únicos disponibles, alcanzar el nivel de salario regularizado.

En el ámbito rural muchos sustituidos han pasado a engrosar la masa de desocupados, que se calcula en un 36%. Otros tienen que procurar diferente oficio.

Desde hace tiempo, un gran número de nuestros campesinos emigra del campo a la ciudad. Pero eso también lo hacen los jornaleros haitianos. De hecho, miles de ellos componen el 86% de los obreros de la construcción. Además, tienen otros empleos en industrias, hoteles y servicio doméstico, donde se repite la historia. En principio cobran menos, creando una desleal competencia laboral, que podría llevar a serios conflictos sociales.

En la actualidad para el control de los inmigrantes ilegales el mecanismo más utilizado son las repatriaciones. Pero debido a la gran porosidad fronteriza este recurso resulta inútil. Las propias autoridades de Migración conocen la escandalosa desproporción que existe entre los que salen y los que entran. Parecería una escena típica de una película de Chaplin, en la que el vigilante saca por un lado a los infiltrados sin pagar en el Circo, mientras éstos ingresan de nuevo por detrás.

Se hace necesaria la aplicación de un adecuado sistema de control migratorio, que legalice a los inmigrantes que justamente necesita el país, a la vez que se penaliza de manera ejemplar a los empresarios que lo violen. Para que eso sea posible, se deben ofrecer términos de contratación de fácil papeleo y bajo costo. Mientras, al no existir un real control para el empleo de los inmigrantes ilegales, su cantidad aumenta. Cual fuere el motivo o circunstancia, jamás será justificable la masiva desnacionalización de la mano de obra dominicana. Menos en el bicentenario de Duarte.