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El juego de la silla en la Policía

Hay generales que los bailan, pero no llegan a jefe...

Si la gente importante de San Francisco y el Nordeste apoya el trabajo realizado por el general de la Cruz Martínez, quiere decir que el Jefe de la Policía se equivocó al relevarlo.

¿Cómo se logran estos reconocimientos y respaldos que son políticos desde que se constituyen en afrentas a los poderes establecidos?

¿Cómo oficiales que se suponen no deliberantes los consienten o auspician? Evidentemente que estas modalidades forman parte del problema.

Los policías se esconden detrás de los civiles y se preservan en la institución o en los mandos, y por eso se mantienen situaciones que reproducen lo malo y se vuelven infinitas.

Por ejemplo, hay un general que nadie lo mira ni lo toca, y que es sobrino de un ministro. Lo llevan de aquí para allá y después lo devuelven para acá, pero nunca lo piensan capaz para la jefatura, a pesar de que ha sonado varias veces en diferentes períodos.

Esas connivencias entre civiles y policías les están haciendo daño a los programas de seguridad ciudadana, al organismo que los provee, pero también a la sociedad en sentido general.

Como dice la consigna oficial: ¡Manos a la obra!