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Cotorras a 3,000

Dos personas conversaban en alta voz en la acera, mientras yo pasaba a pie por su lado. Voceaban, como si estuvieran vendiendo cocos de agua o anunciándose como afiladores de cuchillos.

Oí que mencionaban la captura y venta de cotorras. Se referían a que era un negocio lucrativo. Decían que se pagaba tres mil pesos por una cotorra ya criada.

No pude evitar intervenir. Les pregunté si eran cotorras grandes, adultas. Respondieron que no. Se trataba de pichones. Relataban que subían a la loma y los tumbaban de su nido. Luego los criaban dándole batatas como alimento.

Les pregunté por qué capturaban los pichones en vez de las cotorras adultas. Me informaron que las cotorras adultas criadas en libertad no resisten ser sometidas a cautiverio, y mueren. Con los pichones es diferente, pues se acostumbran a que los alimenten desde pequeños y se hacen dóciles.

Indagando me enteré que operan como empresarios. Tienen un cuaderno en que apuntan los pedidos. Hay una lista de espera, porque el negocio tiene su ciclo. Y al cabo del año “levantan” más de trescientos mil pesos.

Indignado les dije que si no sabían que lo que hacían estaba prohibido. Agregué que estaban cometiendo una barbarie y contribuyendo al deterioro de este país. Admitieron que sí, pero aseguraron que no les importaba porque con algo tenían que ganarse la vida. (Por todos lados aparece la clase sufrida, la de aquellos que se escudan en una supuesta condición de vulnerabilidad para hacer lo que les viene en ganas).

Ustedes podrían caer presos, me atreví a decirles. ¡Que va!, contestaron, con suficiencia y casi con desprecio. (Pensarían para sus adentros qué tonto este blanquito, haciéndose pasar por padre de la patria). Y entonces echaron mano a lo ya recurrente, a justificar la falta propia con la falta ajena, a comparar el delito que cometían con otros delitos, según ellos, más grandes.

Si usted cree, me dijeron, que tumbar los pichones de cotorras del nido y venderlos luego es un delito, dése cuenta que peor es pegarle fuego a la loma, como hacen muchos.

No tuve tiempo de preguntarles para qué le pegaban fuego a la loma, pues con gran rapidez verbal replicaron que los agricultores estaban depredando la cordillera y los manantiales con la siembra de verduras en pendientes verticales. Ellos son ricos, y nadie se mete con ellos, me espetaron a boca jarro.

Quise decirles que sí, que aquello otro estaba muy mal, pero que eso no justificaba lo que hacían. Se rieron de mí. Tal vez pensaron “mira este infeliz, parece que no conoce su país. Aquí cada cual se busca lo suyo”. Seguí mi camino, preocupado.

Ya no se si soy yo el equivocado; si el mundo ha cambiado, y no nos hemos dado cuenta. Lo que sí compruebo cada día es que estamos perdiendo la compostura, los modales, los valores. Hay un sentimiento tan generalizado de impunidad, que no existen barreras morales ni legales que no sean violentadas.

Y eso es válido para pequeñas cosas, y para las más grandes.

Repasé en mi mente algunas de esa pequeñas o grandes cosas. Con rapidez elaboré, al vuelo, esta pequeña lista.

En Las Terrenas prenden fuego cada cierto tiempo a los humedales para hacer que los cangrejos salgan de sus cuevas y agarrarlos en plena escapada. (Los humedales cogen fuego porque están llenos de una yerba alta a la que se le pega candela).

En los ríos ya no caben más plásticos ni basura. ¿Habrá agua potable en el futuro? ¿Resistirán los mares tanta contaminación?

Los invernaderos en áreas de montaña están arruinando el sector que tiene mayor potencial de ingreso, el turismo ecológico. Y disminuyendo la calidad de vida de las barriadas aledañas. Lo paradójico es que la temperatura dentro de estos invernaderos es mantenida cercana a los 40 grados centígrados. Siendo así, ¿cuál es la razón de colocarlos en la montaña cuando pudieran estar en el llano en superficies áridas?

Las mejores tierras del país están siendo urbanizadas. No va a quedar terreno fértil ni siquiera para sembrar un tomate. ¿Debe el interés particular prevalecer sobre el colectivo?

Los caminos o carreteras en algunos lugares han sido bloqueados por la construcción ¿clandestina?, de viviendas improvisadas, erigidas para que sean objeto de desalojo recompensado.

En las grandes ciudades no se respeta el espacio público, y se construyen costosos edificios al borde de las aceras para hacer rendir el terreno particular, bajo la más absoluta indiferencia de los cabildos.

Las calles están repletas de alambres de todo tipo que forman grandes colmenas (eléctricos, cables, internet, teléfono), causando una terrible contaminación visual, a lo que se une la profusión de mal gusto de miles de letreros publicitarios.

¿Será que esta sociedad ha perdido su capacidad de asombro y de reacción?

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