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Guerrilla
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Crónicas del tiempo: General Gregorio Luperón (7)

“Un ejército pierde si no gana, una guerrilla gana si no pierde”. Henry Kissinger, a propósito de la guerra de Estados Unidos con Vietnam donde los miembros del Vietcong se valieron de esa táctica para hostigar a las tropas americanas.

La Guerra de la Restauración fue una hazaña revolucionaria, no sólo por sus motivaciones políticas, sino- y sobre todo- por las tácticas empleadas por los restauradores para vencer a un ejército regular de gran experiencia de lucha, con un entrenamiento superior, bien equipado y porque vencieron los elementos subjetivos que conferían un perfil superior a los soldados españoles, lo que daba a estos últimos una gran ventaja en el teatro de la guerra.

Desde antes de materializarse el proyecto anexionista del general Santana Familia, en la población dominicana se anidaba un sentimiento adverso de aquella empresa inconsulta y repudiada, pues eran muchos los políticos encarcelados, desterrados, asesinados y presentes en la isla que denunciaban la traición de Pedro Santana Familia a la causa original del proyecto independentista.

Dos elementos se destacaron en las primeras sublevaciones después de materializada la anexión: el primero tiene que ver con la táctica de guerra utilizada por los restauradores contra el ejército español, que se convirtió en un factor decisivo para que las fuerzas irregulares dominicanas vencieran finalmente a un ejército superior: la guerra de guerrilla.

Otro aspecto a destacar en aquella guerra patriótica tiene que ver con la estrategia de comunicación utilizada por los adversarios de los jefes sublevados, especialmente por quien pasó a dirigir la Capitanía General de la monarquía de España, general Pedro Santana Familia, quien empleó la maquinaria de propaganda de que disponía para destruir la reputación de algunos de los generales que, desde Haití, dirigían la oposición a sus planes de entregar la soberanía e independencia dominicanas.

El primer tema, la guerra de guerrilla, táctica a resaltar como ingeniosa en aquella conflagración, fue empleada por los restauradores inmediatamente se proclamó la adhesión a la monarquía de Isabel ll. Este, sin embargo, no fue un método de audacia nuevo puesto en práctica por los generales Francisco Sánchez, José María Cabral, Gregorio Luperón, Pepillo Salcedo y Benito Monción.

Aunque aplastados aquellos primeros intentos por las fuerzas dirigidas por el proclamado “Marqués de Las Carreras”, los guerreros de la restauración demostraron ingenio y ferocidad en aquella táctica, que tiene una historia tan larga como la guerra misma.

Dos años después de inauguradas las sublevaciones contra la anexión, una comunicación fechada en Santiago el 23 septiembre de 1863, dirigida por el vicepresidente Benigno Filomeno de Rojas al general en jefe Gregorio Luperón, se observa la claridad que tenían los comandantes de la Restauración en el tipo de lucha que habían de llevar a cabo para vencer al Ejército español, a los fines de coronar la segunda independencia.

En la carta de Filomeno de Rojas, que originó el conflicto con Luperón, tal como indicara en la entrega número 6, se hace énfasis, entre otras cosas, al tipo de guerra a desarrollar contra los españoles: “Le encarecemos el respeto a la propiedad, no porque tengamos razones para ello, sino por haber visto en sus proclamas que Ud. habla de confiscación de bienes. Sea Ud. igualmente cauto en las medidas rentistas, pues no es lo mismo un territorio que un cantón, y tal medida puede ser excelente para éste y ruinosa para aquel”. Ese primer aspecto de las instrucciones a Luperón fue debidamente respondido por el general de Puerto Plata con otra carta del 27 de septiembre, enviada desde la localidad de Cotuí.

Lo importante, sin embargo, son las instrucciones finales en la carta del vicepresidente en la que refiere a Luperón lo siguiente: “Haga Ud. requisiciones para el sostenimiento de las tropas. No olvide al entrar en campaña el sistema de guerrillas.”

Fue con esa táctica con la que el ejército Restaurador pudo derrotar las intenciones de España de controlar nuevamente la parte este de la isla. Un ejército irregular tiene desventajas para luchar con uno regular, si no se vale de la ingeniosidad y el empleo de métodos de hostigamiento que socaven el poder de fuego y superioridad del adversario.

La guerrilla no sólo es una forma de guerra de la que se han valido históricamente los ejércitos, sino que el propio pueblo de Israel, que permaneció 40 años deambulando en busca de la tierra prometida, inspirado por la promesa divina si se observa desde el punto de vista cristiano, no obstante tuvo que aplicar esta táctica para alcanzar a Canaán, guiados por Josué.

Para capturar a Jericó, la ciudad amurallada símbolo de poder y grandeza, la primera en ser asaltada por los judíos, la astucia de las emboscadas y el acoso, jugó un papel fundamental para lograr el asalto final. Como ése, se pueden citar las guerrillas puestas en práctica por los ejércitos de España, en las guerras Púnicas entre Cartago y Roma, en Las Galias y un montón de conflictos bélicos ocurridos en toda parte del planeta, hasta culminar con las de América Latina del siglo XX.

El otro aspecto resaltable en la Guerra de la Restauración fue la campaña sucia contra Francisco Sánchez, a quien Pedro Santana acusó de haberse vendido a los haitianos porque el prócer febrerista no solo se sirvió de las armas facilitadas por el presidente haitiano Fabre Geffrard, sino que desde Puerto Príncipe entró al territorio nuestro para combatir la anexión. Medios de comunicación pro santanistas repitieron la calumnia y propagaron la especie de que se trataba de una invasión haitiana, lo que se constituía en una campaña sucia, pues se valía de la mentira con el fin de mellar su imagen.

César A. Herrera, en su libro “Anexión-Restauración”, tomo l, advierte sobre el clima de propaganda adversa que se difundía contra los rebeldes: “Recuerde el lector que entre el caudal de propagandas capitaleñas acerca de la expedición circuló la especie y hasta la prensa se hizo eco de ella, de que eran haitianos los que venían contra nosotros”. Fue una forma de manipulación de la psiquis del pueblo dominicano con esta infamia contra el prócer.

El periódico “La Prensa”, de La Habana, a quien Herrera refiere como pro Santana, publicó esto: “El general antes dominicano y ahora haitiano Sánchez, y otros catorce creo que son o han sido conducidos prisioneros a San Juan”.

El periódico “La Razón”, dirigido por el santanista Manuel de Jesús Galván distorsionaba la realidad al publicar este comentario: “Los habitantes o vecinos del lugar conocido con el nombre del Cercado, situado hacia la frontera del Sur, han hecho prisionero al ex-general Francisco Sánchez, quien a estas horas ha debido ser juzgado”.

Testimonios y documentos de la época comprueban que los pobladores de El Cercado ni se opusieron ni hostigaron a las tropas rebeldes, dirigidas por Sánchez. Tampoco es condenable que un general o político emplee la fuerza de sus adversarios (los haitianos) para lograr sus propósitos. Como señaláramos en el artículo número 5 de este serial, el entonces presidente haitiano Geffrard se convirtió en aliado de la causa dominicana por un interés particular suyo, y eso lo aprovechó el prócer Sánchez para invadir el país. La campaña sucia contra Sánchez de conspirador y traidor no prosperó, porque el pueblo dominicano lo reconoce hoy como uno de los tres padres de la Patria. La espada de Sánchez después de ser fusilado, sería levantada por el general Gregorio Luperón.

rafaelnuro@gmail.com,

@rafaelnunezr

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