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El árbitro

En el año 2011 mi amigo Batutín me relató un hecho que sucedió entre vecinos de Imbert y de Altamira, en la cordillera septentrional. El relato me gustó tanto, que decidí convertirlo en cuento, bajo el título “El árbitro y el prestigio de Altamira”, y está publicado en mi libro “Al amanecer, la niebla”.

La narración alude a la necesidad de que un árbitro sea imparcial y actúe de buena fe. Si no lo fuere, podría provocar reacciones violentas, pues estaría afectando con injusticia deliberada a alguna de las partes.

Y esto es válido para todas las esferas en que se le requiera actuar, ya sea en deportes, negocios o política.

Copio a continuación algunos párrafos de ese cuento con el propósito de utilizarlo como pie de amigo para las reflexiones que se derivan. Ahí va.

“Los de Imbert sospechaban. -- ¿Cómo vas tú a ser imparcial si eres de Altamira?-, le reclamó un mozalbete. --Mire, coño, muchacho, respetémonos. No ve que yo soy mayor que usted. Aquí el árbitro voy a ser yo, y se acabó-, sentenció, quitándose la gorra y abanicando la brisa en señal de que ya todo estaba decidido.

En eso intervino Batutín, nativo de Altamira, que residía en Imbert; jugaba para el equipo local, y se había convertido en su principal bateador.

--No se preocupen; yo lo conozco. Es un pobre infeliz-, dijo. --Déjenlo arbitrar y no tengan miedo, que lo hará bien-, agregó.

Así se zanjó la discusión, y se inició el juego.

Es verdad que lo aceptaron, de buena fe, confiados, pero no se explicaban por qué tenía que ir a arbitrar un juego con el puñal en el cinto, y menos aún bebiendo ron, como lo estaba haciendo entre entrada y entrada.

--Mejor déjenlo quieto, que ese es un viejo loco-, musitó alguien en el público, para disipar la inquietud.

--!Striiiike!-, volvió a vocear. --Striiiiiiiike-, repitió de nuevo, cuando el juego ya estaba en su fase decisiva.

Altamira ganaba el partido, dos carreras por una. Era la novena entrada; dos out y dos strikes. Corredores en segunda y tercera.

El lanzador escogió su lanzamiento y lo tiró. Se escuchó un sonido seco y un fuerte roletazo salió disparado por el mismo medio del campo, cepilló la pierna del lanzador y se internó en el jardín central.

Todo era bullicio y algarabía en los parciales de Imbert, pues parecía que habían ganado el juego.

En fracciones de segundos se le arremolinaron miles de pensamientos, pero uno le arrebató la cabeza y lo trastornó. --¡El prestigio de Altamira, carajo, hay que mantener en alto el prestigio de Altamira!-, recordó.

Rumiando desesperación, se paró encima del plato, sacó el reluciente puñal del cinto, lo frotó varias veces contra la grama, y poniéndose enhiesto, desafiante, sentenció con severidad, con el puñal en alto, agitándolo de un lado para otro: --!Foouuuul, cooooño, foouuuul, fuee fouuuuuuuul!-.

Se armó la de Troya.

Entre palos, piedras y botellas al aire, lo peor fue que un peón del ingenio, embriagado por la apuesta, le arrebató el puñal y lo dejó guardado en su pecho, que comenzó a manar cerezas rojas.

El compañero de viaje en la guagua, al verlo tendido boca arriba, atinó a decir, --!qué pena, tan buen árbitro, si no hubiera sido por el prestigio de Altamira y el foul de Batutín! -”

Hasta aquí los párrafos del cuento.

El informe de la Misión de la OEA del pasado 8 de septiembre establece que “El modelo de financiamiento público de partidos y campañas políticas en República Dominicana no está diseñado para generar condiciones de equidad en la contienda.” La Misión pudo “observar también altos niveles de inequidad en el acceso a los medios de comunicación por parte de los partidos políticos en contienda.”

La OEA “considera recomendable establecer un sistema de medios de impugnación integral que contemple mecanismos de justicia electoral, que puedan ser ejercidos y resueltos oportunamente destinados a garantizar los principios de libertad, transparencia, equidad y objetividad de las elecciones.”

En su edición del pasado 23 de septiembre, Diario Libre trae la siguiente información: “La República Dominicana fue colocada en el penúltimo lugar en el índice de percepción de integridad electoral de América, sólo por encima de Haití, en un informe elaborado por “The Electoral Integrity Project” de Sydney, Australia.”

Lo anterior es muy grave (el contenido de ambos informes) y conduce a la conclusión de que no hay nada más prioritario que nivelar el terreno de juego para que la participación política se haga en igualdad de condiciones, con instituciones fuertes e independientes.

Y eso significa, en primer lugar, que los árbitros sean imparciales.

No puede pretenderse aplicar una mayoría congresual mecánica obtenida en una lucha electoral desigual, para continuar replicando lo que es imprescindible cambiar.

Adulterar el proceso político nombrando árbitros parcializados, equivale a deslegitimarlo y a provocar la desobediencia y el caos.

Este país podría disfrutar de un período gubernamental de 4 años montado en la ola de la excelencia, si se despejaran los nubarrones que afectan al sistema político y se acometieran las grandes reformas institucionales y económicas que el país requiere.

Las decisiones próximas aclararán el camino que se habrá de transitar.

Si se orientaran a resolver sin temor los grandes problemas nacionales, políticos y económicos, la alianza sería con el bien. En cambio, si se tratara de simples remiendos que dejaran desnivelado el terreno político e inclinado hacia un solo lado, las consecuencias serían imprevisibles.

Unas decisiones conducirían a la gloria; las otras a la confrontación áspera y con secuelas.

Hay tiempo para lo primero, y esperanza en este pueblo de que esa sea la ruta a andar. Lo segundo, ¡ay, por Dios, quién sabe si hasta llevaría a tener que pactar en lo profundo del averno!

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