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El casi camino vecinal Duarte

La “autopista Duarte” es al país, lo que la nación dominicana es a los ciudadanos: un sueño de lo que pudo ser y todavía no ha sido. La “autopista” va un poco más lejos, pues constituye una involución.

Bajo el título “Autopista o carretera”, el ingeniero Leopoldo Franco publicó un certero análisis en Diario Libre del pasado 3 de agosto, que refrendo en todas sus partes.

La “autopista Duarte” es al país, lo que la nación dominicana es a los ciudadanos: un sueño de lo que pudo ser y todavía no ha sido. La “autopista” va un poco más lejos, pues constituye una involución.

Es una pena que lo que una vez funcionara bien, se hubiera convertido en una simple carretera, con tendencia a asemejarse en algunos tramos a un camino vecinal, que pudiera, si no se corrige el dejar hacer, dejar pasar, llegar a bloquear la comunicación entre la capital y el Cibao.

Y eso ha venido ocurriendo debido a dos factores principales.

Por un lado, el temor de actuar que se ha entronizado en la gestión pública por largos años para no enfrentar intereses diversos, a lo cual se une un sentido de la prioridad algo difuso.

Por otro, la reacción de la población que trata de resolver por si misma, con soluciones individuales, los asuntos que son de solución colectiva.

Veamos algunos aspectos que llaman la atención.

Desde que se sale de Santo Domingo, ya en el kilómetro 9, se llega a una jungla en la que interactúan negocios, vendedores y peatones que se disputan el espacio con los choferes de vehículos de transporte, causan cuellos de botella, y paralizan el tráfico para hacer hueco a paradas de vehículos públicos mal situadas.

Un poco más allá, en el trayecto hacia Los Alcarrizos, se contemplan cientos de negocios ubicados a ambos lados, que ocupan los terrenos reservados a futuras ampliaciones de la carretera, y semejan un mercado maltrecho y en ruinas.

Luego se llega al kilómetro 28, y allí los atascos son cada vez mayores, porque el casi camino vecinal Duarte pasa a competir con las crecientes demandas urbanas de ese poblado.

Más adelante, en Villa Altagracia, se asiste a lo inverosímil, si algo pudiera serlo en este país.

El casi camino vecinal Duarte se desvió hace años para evitar los congestionamientos causados por el flujo de vehículos, y se hizo una nueva vía cortando la montaña. ¿Y qué ha sucedido? Se permitió que la población se mudara e instalara a lo largo de la nueva vía, a ambos lados, con lo cual la gente a pie y en motores ha vuelto a encontrarse con los vehículos en la carretera y a comenzar a entorpecer el paso.

En el casi camino vecinal Duarte, dondequiera que hay o se inaugura un negocio que mueva dinero (ese es un requisito importante), las autoridades permiten o abren cruces al mismo nivel para que los vehículos puedan desviarse de una calzada en una dirección, a la otra en dirección contraria, con el consiguiente riesgo. Existen decenas de este tipo de cruces.

Algunos tramos de la carretera se encuentran llenos de hoyos e irregularidades, que provocan accidentes al tener los conductores que hacer giros violentos e imprevistos para evitarlos, al tiempo que hay otros lugares objeto de sucesivos asfaltados, que de paso duran poco, verbigracia el entorno de Bonao, sin que se pueda calibrar, a tenor de la razón, la pertinencia del sentido de prioridad utilizado.

La última moda son los comedores para camioneros, en cuya cercanía el camino vecinal Duarte se ha ido convirtiendo en parqueo para camiones de gran envergadura, que utilizan no solo la franja lateral de servicio sino parte, aunque ínfima, de la propia carretera.

Y ni que hablar de la falta de cumplimiento de reglas elementales para el tránsito civilizado. Por allí circulan autobuses, camiones y patanas enormes a altísima velocidad, atrincheradas en el lateral izquierdo o compitiendo por rebasar con otros monstruos pesados, sin que autoridad alguna intervenga, ni sancione. Y sin que al tráfico de carga pesado se le imponga un horario nocturno.

Todo esto da idea de caos, desorden, falta de autoridad y de control. Y como se percibe así, así actúan los conductores. A lo que contribuye la carencia de información y educación.

Y eso no se resuelve con agentes de AMET colocados al acecho, como en efecto se colocan, para pillar a algún despistado transitando por encima de 100 kilómetros por hora, en vez de ayudar a resolver tantos desaguisados que continuamente se producen.

En contraste, la presencia de las camionetas mixtas del Ministerio de Obras Públicas prestan un servicio de vigilancia y asistencia que merece ser encomiado.

El camino vecinal Duarte debe ser transformado en una gran autopista, porque une a los puntos de mayor relevancia económica y poblacional del país. Es, por tanto, una necesidad real. Eso si, la reconstrucción y habilitación de lo que debería llegar a ser la Autopista Duarte, implicaría inversiones cuantiosas.

Cuando eso ocurra, habría que evitar que inversiones del Estado de elevado monto sean dañadas por la proliferación de negocios al lado de la vía, que no respetan las normas establecidas, como ya está ocurriendo, por ejemplo, con la autopista de circunvalación de Santo Domingo, obra de gran visión y utilidad.

Ha llegado la hora de que el país se reorganice, se institucionalice; ha llegado el tiempo de mejorar la calidad de la infraestructura y de hacer cumplir la ley y reglamentos. Ha llegado el momento de dar un salto hacia delante.

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