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El dengue, una epidemia conocida

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El dengue, una epidemia conocida

La República Dominicana tal vez sea el único país del mundo donde ser ministro de Salud Pública constituye un punto de riesgo predictivo positivo de que usted caiga en el descrédito público. Y peor aún si estamos en medio de un proceso electoral. De modo, que la ministra, doctora Altagracia Guzmán, por su larga experiencia en las lides políticas y de ejercicio médico, sabrá cómo se manejan y afrontan los problemas de salubridad pública en un país donde los medios de comunicación casi nunca tienen en su plantilla un periodista con formación en comunicación de los problemas de salud, ya sean estos brotes o epidemias. Aunque lo más grave y difícil de afrontar es el pernicioso o desproporcionado uso político que los opositores al régimen de turno les dan a una enfermedad que, como el DENGUE, lleva varios años consecutivos atacando a la población infantil y adulta.

Llevamos cuatro años consecutivos en que no ha habido lo que se ha denominado dengue silente. Es decir, casos de dengue diseminados en toda nuestra geografía pero sin que pueda calificarse de brote o de epidemia y que si ocurre un caso fatal de verdad sea un acontecimiento aislado y comprobado.

Es muy probable que a mi querida compañera y ministra, doctora Taty Guzmán, no le gustara en lo absoluto que la nota editorial del día 30 de Diario Libre, en su último párrafo diga que Salud Pública tiene “invertido su orden de prioridades”. Dado que el mismo ministerio contabiliza ahora mismo casi 7000 casos de dengue de los cuales han ocurrido 66 muertes, hasta cierto punto cualquiera diría que la institución no cumple con lo que deben ser sus prioridades, en tanto dedica recursos al pago de personal superfluo. Lógicamente, esa suposición encuentra un punto de apoyo en el hecho de que desde hace muchos años, a la sociedad dominicana la han conducido a que tenga conocimiento de los hechos reales basada exclusivamente en “percepciones”. La percepción es que hay dengue porque el Gobierno dedica más recursos al pago de nómina que al ataque del problema, sin embargo, la verdad es que hay dengue porque la población aún no interioriza que está en el deber de contrarrestar la ecología del mosquito. Mientras haya floreros con agua en viviendas, alcantarillas abiertas, cementerios, tanques destapados, macetas con bromelias, gomas, botellas y latas viejas con agua, donde el vector pone sus huevos, siempre habrá, una alta población de mosquitos y por tanto dengue.

¿Qué es lo que, de acuerdo a mi criterio, ha fallado en cuanto a parar los nuevos casos de dengue hasta llevarlos al límite de dengue silente, es decir, de casos esporádicos? ¡NO HEMOS LOGRADO EL CONTROL DE LA ECOLOGIA Y LAS CARACTERÍSTICAS ENTOMOLÓGICAS DEL MOSQUITO VECTOR!

Decía el doctor George Rackett, considerado el padre de la epidemiologia y la medicina preventiva: “Si la gente se está cayendo por una barranca, lo atinado no es poner un hospital en el fondo de la barranca, sino colocar una baranda en la orilla de la misma”. Entonces, si la transmisión natural del dengue es a través del mosquito Aedes aegypti, los mayores recursos, estrategias, planes y programas de ataque deberían estar dirigidos a la erradicación del vector o al estricto control de su población y reproducción. Se sabe que el mosquito aegypti no tiene una etapa de reproducción asexual como el mosquito anofeles del paludismo, no vuela por encima de cinco metros de altura, y de las 282 especies de mosquito que se conocen hoy, es uno de los que menos copula con la hembra si la temperatura ambiente está por encima de los 28 grados Celsius. La hembra rara vez deposita sus huevecillos fuera de la superficie del agua o de lugares frescos porque estos y sus larvas tienen muy poca resistencia a la desecación.

Los insectidas de uso tradicional contra este vector son el malatión al 95%, el temefos al 1% y el fentión al 40%. Cada uno estos productos tiene su indicación precisa de uso en los programas dirigidos a la erradicación del mosquito. Pero no me refiero a fumigar patios y viviendas con aspersores de mochilas, sino al cumplimiento de un plan correctamente diseñado por un equipo de entomólogos y llevado a cabo por un personal debidamente adiestrado para tal fin. Además con recursos financieros suficientes disponibles en todo momento para compra de insumos y laboratorios de entomología. ¿Que el mosquito ha hecho resistencia contra aquellos insecticidas y larvicidas? Sí, es cierto, pero podría ponerse en marcha un plan de traer al país peces que se alimentan de larvas de mosquito en el agua; ahí tendríamos un control biológico del vector. ¿Que tal vez el vector ha hecho una mutación genética, y por eso resiste más los insectidas y se multiplica más rápido? Bueno, hay entomólogos genetistas que hacen estudios de los genes y cromosomas del mosquito; que lo averigüen.

Finalmente, es cierto que no debe producirse una mortalidad tan alta, pero les recuerdo a los lectores, que cuando un niño o adulto con dengue cae en shock, la tasa de mortalidad nunca baja del 40% en cualquier parte del mundo. Eso sí, bajar esa tasa mortalidad es un desafío que tenemos los médicos, no la ministra de Salud, aunque a ella corresponde que lo necesario para evitar esas muertes, lo tengamos en los hospitales.

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