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El Momento Político

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El Momento Político

Las únicas naciones seguras son aquellas que recurren de manera sistemática a la vacuna de la libertad de expresión y en la que se desoyen los gritos emponzoñados que apelan al “destino divino” y la paranoia santificada”. Sam Keen. “Faces of the Enemy”.

El mundo se mueve en dos direcciones aparentemente opuestas, una de ellas quiere alejarse de los regímenes fanáticos y populistas, mientras otra se dirige hacia ellos. Ante tales fuerzas nos sentimos sobrecogidos al ver los destinos nacionales inoculados por fuerzas inconscientes que se traducen en movimientos electorales que nos llevan a un pasado que hasta ayer no tenía futuro. O por fuerzas más conscientes que empujan a las elites a asumir cambios significativos gracias a un despertar ciudadano. En ambos casos, las elites son tomadas por sorpresa.

Ante estos eventos, no soy de los que con inigualable arrogancia “culpa a los pueblos por su ignorancia”, más bien culparía a las élites por su desconexión con los pueblos. Desde Estados Unidos hasta el Reino Unido, son sus élites las que han sido incapaces de escuchar y entender las necesidades sentidas y reales de la gente y de franjas sociales abiertamente excluidas por los cambios de una economía global.

Hoy vemos, como en forma reactiva, Estados Unidos, el país más individualista del mundo votó por el candidato más individualista. Una mayoría pasiva de norteamericanos decidió cerrarse al mundo, defender su metro cuadrado y eligió a quien vende muy caro el metro cuadrado.

Qué tiene que ver con nosotros los dominicanos se preguntará el lector: Sencillo cuando cada individuo – o cada nación – privilegia su metro cuadrado por encima del sentido de comunidad y democracia nos encaminamos al pasado y como resultado a la fragmentación social. Por el mismo sendero de división y odio escuchando “los gritos emponzoñados que apelan al “destino divino” y la paranoia santificada”.

Veámonos en ese espejo.

En una dinámica más consciente está el movimiento social dominicano. Para comenzar no operan desde el victimismo y asumen paradigmas más incluyentes, abiertos y libre. No son mayorías pasivas que canalizan su frustración con el Mesías de turno, más bien, son minorías activas que canalizan su esperanza con un liderazgo más colectivo. Su característica distintiva es que no operan desde el miedo, sino desde el compromiso por un cambio auténtico de la política.

El cambio que anhelan no es mesiánico ni mucho menos obedece al destino. El cambio es ciudadano y sobre todo humano, porque las necesidades y aspiraciones son humanas. Son los cambios que producen una ciudadanía responsable y activa. Rosa Parks, rehusándose a ceder su asiento a un hombre blanco, e inaugurando la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Nació como minorías activas y se transformó en mayorías decisivas.

La Marcha Verde obedece a esta dinámica. Nació como minorías activas, pero tiene vocación de transformarse en mayorías decisivas. Por eso Mario Fernández, de “Santiago Somos Todos”, refiriéndose a esta, afirmó: “El líder de este movimiento es el pueblo dominicano”.

En otras palabras, la Marcha Verde tiene sentido de comunidad y democracia. Es expresión de la autoestima colectiva. Es volver a creer en sí mismo. Es un error intentar calibrar el éxito de este proceso desde la posibilidad electoral inmediata del mismo. Eso es otro intento fallido de “culpar al pueblo por su ignorancia” y no a las élites por no escuchar al pueblo... como si se quisiera analizar el hambre de una comunidad como “insuficiencia de ingestión de alimentos”, no como un problema socio-económico.

Para las élites es más fácil dejar todo como está. Gobernar como siempre se ha gobernado. Ver la función pública como siempre se ha visto. Administrar la inercia de una democracia disfuncional. La corrupción. El rentismo. El patrimonialismo. El abuso de poder y la impunidad. El momento político presenta una oportunidad de oro para producir cambios significativos en la estructura institucional de la Nación.

La principal batalla no se está librando sobre privilegios, partidas, puestos y prerrogativas. Sino contra ellas y sobre la necesidad de construir un sistema político y económico transparente, institucionalmente robusto y justo, donde la impunidad no sea “el pan nuestro de cada día”. Un sistema con auténtica rendición de cuentas, régimen de consecuencias, eficaz y eficiente.

Aprovechemos el momento político.

Nelson Espinal Baez / Associate MIT – Harvard Public Disputes Program, Universidad de Harvard.

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