El pacto de la confianza

Nací en 1963, cuando la democracia dominicana apenas balbuceaba. Crecí en un ambiente y en una familia comprometida con los valores democráticos, la defensa de las libertades públicas y la pluralidad de ideas.

No he podido, ni he querido escapar de la vocación democrática que forma parte de mi historia. Durante toda mi vida de joven y de adulto he buscado ejercerla, fortalecerla y compartirla, a través del ejercicio de la profesión de abogado y de la docencia.

En mi vida adulta procuré fortalecer la democracia, con mis modestos aportes, a través de la activa militancia política que ejercí durante más de una década, hasta que hace 5 años fui expulsado del partido en que militaba, precisamente por defender la democracia interna y las mejores prácticas en un proceso electivo.

A partir de entonces busqué otra forma de participar en la vida pública dominicana, y lo hice a través de la creación de la Fundación Equidad, entidad que pugna por fomentar el acervo jurídico del ciudadano promedio, promover el imperio de la ley y aportar al debate público para nivelar los desequilibrios de la sociedad dominicana en múltiples órdenes.

Ahora, como aspirante a miembro de la Junta Central Electoral (JCE), busco constituirme en un agente de cambio que contribuya al fortalecimiento de las instituciones políticas del país.

El pasado jueves 15 tuve la oportunidad de presentar mis credenciales académicas y profesionales ante los senadores que componen la Comisión Especial para evaluar y seleccionar los nuevos miembros de este importante órgano constitucional.

En los cinco minutos iniciales del encuentro con los legisladores, los comisionados me solicitaron exponer las motivos por los cuales quería formar parte de una nueva JCE. “Quiero formar parte de una historia de cambio y de generación de confianza en nuestro sistema electoral y en los partidos políticos” fue, esencialmente, mi respuesta.

De ser elegido como miembro de la JCE, mi mayor esfuerzo lo concentraré en promover la equidad en el ámbito de la competencia política, particularmente en el acceso de los partidos al financiamiento económico y a los medios de comunicación durante las campañas electorales, entre otros aspectos que deben ser fortalecidos para poder generar mayor confianza en estos procesos.

El Derecho, la Academia y la Política

A lo largo de poco más de medio siglo de vida he alternado entre la familia, la academia, la vida política, el servicio público y el ejercicio privado de mi profesión de abogado.

Como estudioso del Derecho, he tenido la dicha y la oportunidad de formarme en reconocidas universidades de Europa, donde he cursado especialidades en Derecho Constitucional, Derecho Internacional y Derecho Económico.

Esta formación, digamos que privilegiada, me abrió el camino para ejercer en mi país la función pública en diversas posiciones hasta alcanzar los puestos de Viceministro en Asuntos Consulares y Migratorios y Subconsultor Jurídico del Poder Ejecutivo.

En consecuencia, el servicio público no me es ajeno, como tampoco el Derecho Electoral. Muy por el contrario, desde mi más temprano ejercicio profesional fungí como Asistente de la Oficina Técnica de la JCE para la organización de las elecciones de 1986, que fue la primera en introducir en un proceso electoral la tecnología de avanzada, que entonces era el telefax.

Esta inolvidable experiencia la llevé a cabo conducido por el primer experto en Derecho Electoral dominicano, el recordado catedrático y maestro de vida Don Julio Brea Franco.

Muchos años después, en plena madurez profesional y en calidad de Viceministro de Relaciones Exteriores, trabajé en coordinación con la JCE para la implementación del complejo voto de los dominicanos en el exterior.

Por demás, recuerdo que cuando cursaba la Maestría en Derecho Constitucional en España, el respetado, célebre y querido catedrático Don Juan José Solozábal solía decir, con su proverbial gracejo, que un experto en Derecho Constitucional era medio experto en Derecho Electoral.

Modestamente, creo que el músculo más potente que puedo aportar al fortalecimiento de la JCE, desde el ámbito del conocimiento, es precisamente mi diversificación profesional en diversas áreas del derecho público, la economía política y la capacidad gerencial demostrada en los cargos públicos desempeñados.

Generación de confianza

Diez años de estudios superiores también me han dado la oportunidad de compartir como profesor universitario y contagiar a otros con el compromiso del respeto a la ley, a la vez que me ha permitido conocer las inquietudes sociales, manifiestas y latentes de la juventud dominicana.

La militancia política me permitió conocer el sistema de partidos por dentro, lo que me coloca en una posición de ventaja para impulsar cambios tendentes a propiciar el sano ejercicio y la protección del derecho a elegir y ser elegible de todos los dominicanos. Sabemos que solo se puede mejorar lo que se conoce.

El ejercicio privado ha sido otra fuente de conocimiento para comprender la necesidad de generación de confianza que atraviesa todo el cuerpo social dominicano.

Quiero ser miembro de la JCE porque siento un compromiso con mi generación, con mis hijos y los jóvenes en general, que en los últimos años expresan su desconfianza en la actividad política a través de la apatía electoral, en República Dominicana, en toda Latinoamérica y en buena parte del mundo.

Quiero poner mis competencias académicas y profesionales al servicio de la reforma y del fortalecimiento del sistema electoral dominicano para ver más jóvenes involucrados en la actividad política, como opciones electorales y como votantes.

Y ese sería mi mayor compromiso de ser elegido como miembro de la JCE: ser un agente de cambio que estimule la equidad en la competencia electoral y la generación de confianza en nuestro sistema de participación popular.

Esa es mi bandera y mi máxima aspiración: poder ser un activo promotor para que en nuestro país firmemos tácitamente el Pacto de la Confianza.

José Alejandro Ayuso