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El sentido de la transparencia en las cifras económicas (2 de 2)

Antes, el Banco Central se caracterizaba por un personal reducido, sentido de misión, austeridad, calidad profesional, fortaleza institucional y ambiente interno estimulante. No obstante, las paradojas nunca estuvieron ausentes.

Así, cuando llegué joven a la institución, encontré una atmósfera espesa, pues desde la época del venerable Diógenes Fernández, el trabajo de los Ayudantes (al principio, yo era uno de ellos) y del Asesor Económico de la Gobernación, consistía, parcialmente, en preparar respuestas y explicaciones al poder político y mediático sobre las posiciones y políticas adoptadas por la institución monetaria, ya que durante mucho tiempo hubo una guerra soterrada entre sectores de poder y económicos.

Nunca, sin embargo, ni a Diógenes Fernández, ni a los gobernadores que le sucedieron, se les ocurrió, que yo supiera, pedir a sus colaboradores cercanos que sirvieran de escudo firmando artículos en la prensa y enfrentando a ciudadanos para contrarrestar opiniones que lastimaban alguna llaga abierta o conmovían sus consciencias.

Ahora es diferente.

Como si no fuera suficiente con las confrontaciones cada vez más frecuentes que se patrocinan, ha surgido un intento de confundir, haciendo creer que mis recientes y humildes opiniones sobre la escasa transparencia de la línea comunicacional del Banco Central, publicadas en este medio el pasado martes, 29 de septiembre, iban dirigidas contra el cuerpo técnico de la institución.

Pues, no. Lo digo sin tapujos: Me refería exclusivamente a la autoridad máxima del organismo monetario, en la medida en que todo luce indicar que ha creado un entramado que tiende a adornar y desdibujar la realidad económica.

La respuesta, mandada u ordenada, que ha dado el cuerpo técnico a mi artículo ya mencionado, a través de este periódico, publicada en la edición del pasado viernes, 2 de octubre, enaltece a ese grupo, pues a través de un ejercicio intelectual bien construido, confirman, en el fondo, lo expresado por mi.

Debo decir que tengo mucho respeto por el grupo técnico de la institución, pues son profesionales de gran valía. También debo reconocer que me unen vínculos antiguos con la autoridad monetaria, a la que nunca faltaré la consideración que merece, sin que esto implique que tenga que abstenerme de opinar sobre lo que pienso debe ser corregido o rectificado.

Decía Voltaire que “En medio de todas las dudas a las que damos vueltas desde hace cuatro mil años de cuatro mil maneras, lo más seguro es no hacer nada nunca contra la consciencia de uno.”

Por eso considero que no es justo someter a los técnicos a esa prueba tan ingrata; a lo sumo, si fuera imprescindible, correspondería a la alta autoridad bastarse por sí misma, en buena lid.

No escribo estas cosas por molestar, sino para ir aportando granos de arena en el proceso de fortalecimiento institucional de la nación.

Me duele tener que expresar mi convicción de que en los últimos tiempos la línea comunicacional del Banco Central se ha politizado y disminuido la calidad y transparencia de las estadísticas que elabora.

De acuerdo con el mismo Voltaire, “la palabra político significaba, en su origen primitivo, ciudadano; y hoy, gracias a nuestra perversidad, ha llegado a significar el que engaña a los ciudadanos.”

Desde las alturas del poder no debe permitirse, ni por asomo, que los ciudadanos resulten engañados con medias verdades o medias mentiras, que es lo que sucede cuando falta la transparencia.

Haber expresado en el Informe de la Economía que en el primer semestre del año 2015 hubo un superávit fiscal (debajo de la línea), motivado en el descuento obtenido con la recompra de la deuda de PetroCaribe, ocultando que en realidad se produjo un déficit (encima de la línea) porque los gastos fueron mayores que los ingresos, que es lo que tiene impacto macroeconómico, es confundir deliberadamente a la población y a los agentes económicos, con la intención de que se crea que la hacienda pública está en mejor situación que en la que se encuentra.

Pudo haber sido un error u omisión, y no hubiera pasado nada, pues es de humanos equivocarse y rectificar. Lo que preocupa es que este comportamiento opaco se ha ido perfilando como una tendencia.

En contraste, hay que resaltar que Digepres fue honesta, pues planteó la existencia del déficit, pero al mismo tiempo destacó que como consecuencia del descuento obtenido con la recompra de la deuda a PetroCaribe, procedía registrar un superávit, meramente contable, que he llamado virtual.

Si este intercambio de opiniones pudiera servir de algo, ojalá fuera para que la autoridad monetaria concentrara sus esfuerzos en lo adelante en perfilar un Banco Central más creíble, confiable, institucionalizado, despolitizado, que sirva con suficiencia, eficiencia y transparencia, y se convierta en timbre de orgullo para la sociedad.

Si así fuere, pueden contar con todo mi respaldo y apoyo moral.

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