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EEUU y Cuba
EEUU y Cuba

Encuentro y desencuentro entre Cuba y Estados Unidos

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Encuentro y desencuentro entre Cuba y Estados Unidos

La visita que en días recientes hiciera a La Habana el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, para dar apertura oficial a la embajada de su país en Cuba –la primera visita de un Secretario de Estado estadounidense a ese país en setenta años- puso de relieve, tanto la promesa de una nueva relación de cara al futuro, como el fracaso en ambos lados de políticas que desde hace tiempo devinieron obsoletas y fallidas. Como telón de fondo está el hecho de que entre Cuba y Estados Unidos existió durante décadas una de las relaciones más estrechas entre dos países en nuestra región.

Del lado de Cuba es evidente que su sistema económico, el cual operó durante muchos años bajo el tutelaje directo de la Unión Soviética, y en años más recientes bajo la beneficencia de la Venezuela de Hugo Chávez, tendrá que moverse cada vez más en una dirección de más apertura económica, reconocimiento de la propiedad privada y atracción de inversión extranjera como forma de superar el estancamiento, la ineficiencia y la improductividad de la economía cubana. La manera cómo la dirigencia cubana lleve a cabo este proceso –de hecho ya lleva un tiempo experimentando opciones- dependerá de variados factores internos y externos, pero lo que no queda duda es que Cuba está destinada a re-andar sus pasos, y dejar atrás el proyecto estatista y colectivista que tanta fascinación causó durante aquellos primeros años de la revolución triunfante.

Es obvio que la apuesta cubana es por alguna versión del modelo chino, el cual ha consistido en impulsar uno de los procesos de transformación capitalista más acelerados que se haya visto en país alguno, al tiempo que se mantiene la estructura de poder basado en un partido único, no competencia electoral y restricción a la libertad de expresión. Raúl Castro parece estar jugando el papel de Deng Xiaoping, pero como todavía lo hace con timidez y vacilación, es de esperar que en algún momento surja un nuevo líder que asuma todas las consecuencias del camino que han emprendido, hasta que el proceso termine cuestionando también las bases políticas de la estructura de poder que ha existido en Cuba por algo más de cincuenta años.

La visita de Kerry también puso de manifiesto el fracaso de la política norteamericana hacia Cuba, aunque hay que celebrar que el presidente Obama, arrastrado por el cambio en la opinión pública, decidiera restablecer relaciones diplomáticas con el país caribeño. Es de esperar ahora que esta decisión no se quede a mitad de camino, y que pronto se dejen las excusas para no levantar el embargo y mandar al zafacón de la historia la fracasada política codificada en la Ley Helms Burton. Demasiado tiempo ha pasado para que Estados Unidos reconociera su error, aunque no lo ha hecho formalmente, a pesar de que desde la época de Nixon restableció relaciones con China comunista y más tarde con Vietnam y otros países de regímenes similares.

Por supuesto, las tensiones y diferencias entre ambos países continuarán, pues ambos tienen sistemas políticos diferentes que llevan necesariamente al desencuentro, aun cuando haya muchos motivos de encuentro entre estas dos naciones. Fue interesante, por ejemplo, ver el intercambio sobre el tema de los derechos humanos entre el Secretario Kerry y el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, en la rueda de prensa que ambos dieron en La Habana. Cuando Kerry declaró que “no había manera de que el Congreso (de Estados Unidos) fuera a levantar el embargo si no hay movimiento respecto de asuntos de consciencia”, Rodríguez respondió tranquilamente lo siguiente: “Nosotros, también, tenemos preocupaciones sobre los derechos humanos en Estados Unidos. Cuba no es un lugar donde haya actos de discriminación racial o brutalidad policial que resultan en muertes; tampoco hay bajo la jurisdicción cubana o en el territorio de Cuba personas torturadas o que haya sido mantenidas en un limbo jurídico”. Por supuesto, la disparidad de poder entre estos dos países es tal que lo que puedan decir los cubanos sobre temas de este tipo tiene pocas consecuencias, pero no deja de ser irónico que sean los cubanos quienes le digan algunas verdades a los norteamericanos en materia de derechos humanos. ¿No habrá alguna lección que aprender aquí?

En cualquier caso, lo importante es que ese encuentro en La Habana, y el que días antes se había producido en Washington en el marco de la reapertura de la embajada cubana en la capital norteamericana, marca el comienzo de un proceso de cambio que está llamado a ser sumamente positivo para Cuba, para Estados Unidos y para las relaciones de este último con el resto de América Latina. Los ámbitos de relación entre estos dos países son variados y enormes, pues existe una historia de relaciones múltiples entre ellos que se puso entre paréntesis durante más de cinco décadas, pero que revivirá tan pronto ambos pueblos comiencen a interactuar en el comercio, el deporte, la música, la literatura, la academia y muchas otros renglones más.

Esa dinámica plantea grandes retos y oportunidades para República Dominicana, país que tiene una estrecha relación ,tanto con Estados Unidos como con Cuba, si bien con el primero la relación es mucho mayor por la dimensión del comercio, la inversión y el turismo, así como por la presencia de alrededor de un millón de dominicanos en ese país. En cualquier caso, la reapertura de relaciones entre Cuba y Estados Unidos abre muchas posibilidades de fortalecer el Caribe hispanoparlante en la medida en que Cuba salga del aislamiento en que lo sometió Estados Unidos y se creen más espacios de interacción entre República Dominicana, Cuba y Puerto Rico. Desde esta perspectiva, nuestro país deberá repensar su estrategia de relación en el Caribe –entre otras cosas debe dejar atrás su interés de pertenecer al CARICOM- y apostar por una profundización, incremental pero sostenida, de las relaciones entre los países caribeños hispanoparlantes, así como por una integración mayor con Centroamérica, junto a la cual tenemos, además, una relación comercial de primer orden con Estados Unidos.

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