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Factores críticos de la personalidad nacional

“Honorable Don Federico*, lo siento indignado y preocupado. ¿Podría usted compartir su pensamiento con los lectores?

--Es la hora de decir altiva y resueltamente lo que se piensa y se siente no sólo como un deber y como un homenaje rendido a la verdad austera y serena... en este pavoroso naufragio de una colectividad nacional desventurada y por muchos respectos digna de mejor suerte.

Usted luce atormentado.

--No entiendo la vida sino iluminada e intensificada por el resplandor de un ideal. No se vive realmente cuando no se tiene continuamente ante si la visión llameante de una convicción muy arraigada o de un idealismo de suprema excelsitud moral.

Pero, ¿cuáles son sus principales preocupaciones?

Toda la actividad social debe en estos momentos encaminarse de modo principal al afianzamiento del sentimiento nacional y a un acentuado movimiento de avance en su manera de ser económica.

Eso parece sobre entendido, ¿no es así?

--En cierto aspecto no somos un pueblo, un verdadero pueblo capaz de evolucionar consciente y progresivamente. En realidad no somos más que una masa sin precisos contornos, hondamente trabajada por la acción disolvente de personalismos aviesos, cada vez más fraccionada, sin rumbos fijos, sin ideales, de una inferioridad mental que la incapacita para elevarse a un concepto de nación aún en una acepción la menos compleja posible.

Esos conceptos son muy duros, Don Federico. ¿Qué es lo que da aliento a su pesar?

--Las rentas fiscales en parte se malgastan miserablemente en cosas innecesarias creadas por el personalismo político, para satisfacer exigencias provocadas por el ansia de lucro o la vanidad pueril de inconformes sectarios.

¿No será eso producto de la ignorancia?

--De esa general ignorancia, se desprenden deficiencias muy acentuadas de psicología colectiva. Uno de los defectos más notables y resaltantes de ella es la falta casi completa de sanción, de sanción social.

Estamos de acuerdo. Predomina la impunidad.

--Nunca hemos puesto como era nuestro deber cordones sanitarios de desprecio a la multitud de criminales que cínicamente se codea y quiere alzarse hasta la altura de la gente buena y honrada que abunda aquí más de lo que se cree, pero que permanece en actitud de permanente retraimiento como medio de evitarse desconsideraciones y atropellos.

Ni tampoco ha habido justicia para juzgar a los culpables, ¿verdad?

--Encarcelar, engrillar, expulsar, robar, matar, si es en política, en lo que aquí llamamos política, no son crímenes para los defensores de la situación imperante.

Don Federico, es por lo que le digo, por la impunidad imperante.

--Como argumento soberano e irrebatible de justificación para muchos actos reprobables buscamos siempre el precedente, el funesto precedente. De esa manera creemos explicar y aún justificar todo lo malo.

El asunto es como solucionar este hondo mal social.

--Los pueblos siempre están preparados para adelantar y avanzar en un sentido de cada vez más efectiva consciencia democrática siempre que a su cabeza esté el hombre o los hombres de buena voluntad interesados leal y patrióticamente en tal empeño.

O sea, usted piensa que necesitamos líderes, ¿verdad?

--El progreso jamás ha sido la obra de las multitudes, sino la de uno o más individuos inconformes con el estado de ignorancia o atraso del medio en que se dilata su existencia.

Le repito, ¿faltan líderes?

--No se trata, no debe tratarse de formar una elite de intelectuales, de enciclopédicos, de sabios en una palabra, sino de crear, este es el vocablo, hombres capaces de personales iniciativas y de erguirse en todo tiempo y circunstancias contra lo que reputen atentatorio a la verdad y a la justicia.

Y, ¿no será que, en el fondo, lo que falta es educación?

--Se ha considerado siempre el problema educativo desde puntos de vista exclusivamente intelectuales. Se ha descuidado cuanto se relaciona con lo fundamental en el individuo: el carácter, la voluntad briosa y tesonera, lo que únicamente determina en el ser individual una verdadera personalidad propia para la lucha por la vida.

Don Federico, ¿tiene usted alguna otra preocupación?

--Entre nosotros no existe ni ha existido nunca verdadera solidaridad. En esa falta resaltante de cohesión social, estrecha y sólida, consiste en primer término la causa del tremendo desbarajuste que se revela en todas las actuaciones desordenadas de nuestra existencia colectiva... Un individualismo, rabioso, torpe y disolvente, aun no atenuado en lo más mínimo, parece como que marca un ritmo de permanente impulsión en la vida incoherente y tumultuosa del pueblo dominicano.

¿Somos acaso un proyecto de nación fallido?

No es obra imposible, pero si dificilísima la de transformar de la noche a la mañana nuestros deficientísimos métodos de vida política.”

*Estimado lector: esta es una entrevista imaginaria, hecha a Federico García Godoy, en base a sus escritos tales como Rufinito, Guanuma, Alma Dominicana, y el Derrumbe, publicados en los dos primeros decenios del siglo XX, es decir hace un siglo. ¿Hemos cambiado o seguimos casi igual?