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Haití-República Dominicana: Un futuro para dos

Por: Roberto Mallén Brea* y Jean-Marie Théodat**

Desde el fallo 168-13 del Tribunal Constitucional dominicano de septiembre 2013, las relaciones domínico-haitianas han atravesado por crisis y polémicas que continúan imposibilitando cualquier entendimiento duradero.

No obstante, vale señalar que dificultades entre los gobiernos de ambos países en el pasado no fueron óbice para el intercambio entre empresarios, universitarios, intelectuales, y otros actores no gubernamentales.

Observando las inversiones de importantes grupos económicos haitianos y dominicanos en la frontera domínico-haitiana, el cada vez más fluido intercambio entre intelectuales y académicos, y los más de 48,000 estudiantes haitianos presentes en el sistema educativo dominicano, entendemos que las relaciones domínico-haitianas presentan amplias oportunidades para su reencauzamiento.

Pero dadas estas condiciones, es pertinente retomar una serie de puntos esenciales en la conformación de un armonioso futuro domínico-haitiano.

Ante todo, Haití tiene que sobrellevar una exitosa jornada electoral que inicia en octubre y finaliza en el 2017. Tarea difícil si consideramos las luchas de poder y controversias que rodearon las fallidas elecciones del año pasado y la negativa de la “comunidad internacional” de otorgar fondos para la misma.

Con la crisis económica que azota al pueblo haitiano y las enormes disyuntivas que conllevan la continuación de un limbo político, el fracaso de la contienda electoral ya no es una opción para Haití.

Este proceso es de gran relevancia para la República Dominicana ya que del mismo surgirá el interlocutor que podrá dar continuidad a cualquier diálogo que se pretenda iniciar. Hasta tanto no se concluya esta fase, las autoridades dominicanas deben mantenerse en franca observación.

En el marco de las relaciones, las próximas autoridades haitianas deben, como su contraparte dominicana, favorecer mecanismos que inciten a la cooperación y el entendimiento profundo. Esto implica mayor transparencia en las decisiones sobre el comercio, el respeto a la política migratoria dominicana, y el seguimiento a compromisos firmados por instancias de ambos países.

Esto último es un llamado a la parte haitiana para que asuma sus obligaciones en cuestiones de gran interés bilateral: como la protección del medio ambiente a lo largo de la frontera domínico-haitiana, la entrega de documentación para los inmigrantes haitianos que intentan regularizar su situación en suelo dominicano, entre otros.

Para la contraparte dominicana, el rol a tomar debe mantener el interés por el diálogo mostrado hasta ahora, pero también requiere de un necesario reposicionamiento de perspectivas sobre la política haitiana y el comercio dominico-haitiano en el sentido más amplio.

Por el momento, en el mes de agosto recién concluido, una comisión del congreso haitiano publicó los resultados de una encuesta sobre el destino que figuras políticas y organizaciones utilizaron los fondos otorgados a través del programa Petrocaribe (valorados en miles de millones de dólares). En el marco de este proceso resurgieron los cuestionamientos sobre la manera en que empresas dominicanas de construcción como Hadom, propiedad del Sr. Félix Bautista, obtuvieron contratos después del terremoto del 2010. En ese sentido, se resaltó también que Hadom otorgó US$550 mil a Mirlande Manigat para su campaña presidencial en el 2010.

Estos temas han resonado fuertemente en Haití como un llamado a la desconfianza en las instituciones y empresas dominicanas, las cuales han sido descritas como depredadoras, que se aprovechan de la debilidad interna para inmiscuirse en asuntos de política haitiana.

Si a esto le sumamos el impasse que crea para el aparato productivo haitiano el contrabando y la reexportación de productos desde República Dominicana hacia Haití, no debería de sorprender a nadie el llamado que han hecho industriales y empresarios haitianos desde los ochenta en torno a la formalización del comercio dominico-haitiano.

La falta de voluntad de sucesivas administraciones dominicanas para con estas problemáticas ha sido percibida con cierto recelo en algunos sectores de la vida pública haitiana. Por lo tanto, vista la importancia que revierte el mercado haitiano para distintos grupos económicos dominicanos, estos hechos merecen un debate transparente que logre la instauración de una política apegada a las normas vigentes en la materia.

Otros puntos a tratar involucran el intercambio deportivo, cultural, y hasta proyectos turísticos en conjunto; variables que incentivan la comprensión mutua y el apaciguamiento de prejuicios.

A pesar de las diferencias económicas entre ambos, a cada país le queda un largo camino por andar. La historia reciente demuestra que el trecho a recorrer no puede ignorar la realidad en uno u otro lado. De ahí la importancia de la convivencia duradera que solo vendrá del grado de compromiso de las partes para con sí mismas y con su contraparte delegada por el destino.

*Sociólogo y politólogo dominicano.

**Intelectual y geógrafo haitiano. Catedrático de la Universidad de París.

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