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Marcha verde
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La irrupción de una nueva narrativa

La irrupción de Marcha Verde es un despertar ciudadano que debe escribir una nueva narrativa.

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 La irrupción de una nueva narrativa

Decía Octavio Paz que “se olvida con frecuencia que, como todas las otras creaciones humanas, los Imperios y los Estados están hechos de palabras: son hechos verbales.”

La narrativa del Estado Dominicano tiene su origen en la colonia. Entonces, como ahora, muchos no se creían capaces de crecer sin el favor de un “poder superior” nacional o extranjero que dispensara favores a cambio de lealtades. El poder es herencia cuasi divina y solo los que lo ostentan son los “elegidos”. Por supuesto ”dirigir el Estado es estar ungido por Dios”.

Esto tiene consecuencias interesantes. Por un lado, tenemos la narrativa del status quo, como sinónimo de éxito, prosperidad y estabilidad, que es la que más ha contribuido a limitar los cambios en nuestra América Latina y en particular en nuestro país. Esa reverencia al status quo ha sido una de las grandes limitaciones de nuestros pueblos. Este lenguaje busca la inhibición al cambio, a coartar la creatividad, a embargar la autoestima del pueblo convirtiendo a hombres y mujeres en espectadores del acontecer nacional y a los que se movilizan en resentidos y subversivos. Es la misma narrativa que asocia el cambio con el desastre y promueve en el imaginario colectivo la “incapacidad” de los otros: los gobernados...

Por otro lado, se vincula en una relación causa-efecto el derecho a triunfar exclusivamente con el favor del Estado y no gracias al vigor de la sociedad ni de la iniciativa privada. Si estas “en buena” es porque estas “pegado” al favor político. Y la evidencia es abrumadora para dar realidad a la misma. Odebrecht no es la causa, sino la consecuencia.

Se provoca, así, unas matrices del lenguaje donde todas las fortunas están bajo sospecha. Todo empresario es malo y todo pueblo es bueno, provocando una distorsión donde la pobreza es virtud y la prosperidad corrupción. Todo esto trae como contra portada del disco social el que todos los análisis nacen de un victimismo ancestral donde la única forma de entender nuestro subdesarrollo es culpando a otros de nuestras ineptitudes y no por nuestra apatía o incapacidad de adaptarnos a nuevas circunstancias globales ni reaccionar con rapidez ante los retos. Hasta finales del siglo pasado, gobernar era un tema exclusivamente local.

En términos ciudadanos y políticos la autogestión, el liderazgo y la responsabilidad (no la culpa) habían estado ausente del lenguaje social y político en nuestra nación. La teoría de la conspiración y el victimismo siempre encontraron cabida en nuestra cultura pesimista.

La irrupción de Marcha Verde es un despertar ciudadano que debe escribir una nueva narrativa. Un nuevo lenguaje se desarrolla con firmeza donde una persona y un colectivo es capaz de retar cómo funciona la sociedad y el Estado. Nace la participación activa en el proceso social y político, se escriben cartas, se elevan instancias, las elites son retadas y se fundan organizaciones independientes que fomentan el civismo, cuestionan funcionarios y negocian en nombre del interés público.

Marcha Verde es la expresión colectiva que le declara amor a la voluntad contra el pesimismo y la apatía. Asume la responsabilidad de nuestro destino nacional y comienza a construir un destino imaginado. Se opta la transparencia en lugar de la opacidad. Es ciudadanía responsable. A ello no estábamos acostumbrados. Por eso la vieja narrativa lo interpreta como sedición... porque al status quo no permite que se le rete desde las calles ni con gente de la calle. Solo conocíamos los complots desde los mismos corredores del poder en habitaciones bien refrigeradas, como en septiembre de 1963.

En el libro XIII de los Anales, Tzu-Lu le pregunta a Confucio: “Si el Duque de Wei te llamase para administrar su país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo: La reforma del lenguaje.”

Una “reforma del lenguaje” implica un país formado por hombres y mujeres que piensan por sí mismas, el respeto a las reglas y donde el poder no recae en personas ni en “líderes” ungidos sino en la fortaleza de sus instituciones. Y a la comprensión auténticamente boschista de la política como liberación, no como redención que reduce el militante capaz de la crítica y la autocrítica, al fanático incapaz de ver matices dividiendo al pueblo entre los buenos versus los malos.

“El derrumbe del marxismo, escribía Richard Rorty, nos ayudó a comprender por qué la política no debería intentar ser redentora (como la religión). Los hombres necesitan que se los haga más felices, no que se los redima, porque no son seres degradados, almas inmateriales apresadas en cuerpos materiales, almas inocentes corrompidas por el pecado original. Son, tal como sostenía Friedrich Nietzsche, animales inteligentes, que, a diferencia de otros animales, aprendieron a colaborar unos con los otros para del mejor modo hacer realidad sus deseos”.

Nelson Espinal Báez, Associate MIT- Harvard Public Disputes Program, Universidad de Harvard.

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