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Los impuestos y el teorema de la pelota peluda

Como el teorema de la pelota peluda, esto no tiene una solución racional; por tanto si el Estado necesita mayor recaudación tendrá que dejar la razón a un lado y echar mano de la intuición de que si nuestra economía está en crecimiento, es porque se está produciendo más y ganando más, y todo el mundo sabe que la gallina cacarea sólo cuando pone huevos.

En la década del 50, don Pedro Zayán, un anciano matemático autodidacto pero que apenas sabía leer, que había llegado a Altamira al iniciarse la Ocupación Militar estadounidense del 1916, tenía como medio de vida un ventorrillo donde vendía batata sancochada y asada, yautía, casabe, jalea de batata con coco, manteca, guineas, gas de lámpara, trampas para ratones, chicharrones, bofe y longaniza, sebo de ovejo, zapatos calza pollos, tinajas de barro, jarros de hojalata, molinillos, guayos, árganas, jáquimas, miel de abeja, sen y aceite de higuereta. Dada la capacidad matemática de don Pedro, fue común que los estudiantes de aquella época acudieran a su casa para que los ayudara con las tareas de Álgebra y Trigonometría.

Aquel matemático autodidacto nos decía frecuentemente que hay una parte de las matemáticas que no se aprende a través del puro razonamiento, sino por intuición. Esa parte de las matemáticas –decía él—, es como los impuestos que cobra un Gobierno a las personas y a los negocios. A la gente no le gusta pagar impuestos, independientemente de las ganancias que obtenga o de la considerable elasticidad que se les impriman para hacer posible el pago de los mismos porque cree que es una locura entregar a otro una porción del resultado de mi trabajo, al instante o diferido, y también porque merma el flujo de efectivo, lo que me empobrece y frena el crecimiento de mi negocio, y esto es irracional para el pagador de impuestos. Es decir, que por más que un Gobierno intente darle al cobro de impuestos un rostro semejante al de una bella y seductora buena hembra, siempre se verá su acción como un crimen sin sentido. De ahí, -- explicaba don Pedro-- que todos los gobiernos fracasarían si pretendieran cobrar impuestos recurriendo al razonamiento matemático y moral consistente en que debe pagar más quienquiera que obtenga mayores ingresos y mayores utilidades. Ante tal situación no tienen más remedio que recurrir a la intuición si quieren cobrar más y mayores impuestos.

Don Pedro parecía disfrutar al hablar y demostrar cómo funcionaba la “intuición” matemática. Todos quedábamos azorados con las soluciones tan simples que le hallaba a las complejas ecuaciones inferenciales que aparecían en los libros. Un domingo lluvioso nos contó cómo un matemático holandés halló la solución a uno de los teoremas más desafiantes del siglo 20. Era el teorema de la pelota peluda. Dicho teorema dice que si a una bola de béisbol se la cubre totalmente de pelos es imposible peinarla hacia abajo de manera que todos los pelos queden planos, pues algún pelo quedará recto. Según don Pedro, manejando exclusivamente la intuición matemática, aquel científico propuso una solución que nadie había rebatido hasta el 1956. Explicó y demostró cómo aquel holandés lo hizo haciendo pasar múltiples vectores tangenciales a la superficie de la pelota que por supuesto ocupa un campo tridimensional. Al final vimos que un punto en el campo era igual a cero. Observó nuestro gratuito profesor: “Racionalmente nadie podía llegar a esa conclusión, pero la intuición, les repito, es una de las herramientas más poderosas con las que cuenta la inteligencia humana”.

En los medios de prensa, la opinión de expertos en modelos impositivos que propugnan porque se pague menos impuestos comparados con los que dicen que la tasa impositiva aún es baja en la R.D. y que debe subirse un poco más, tiene una relación de diez a uno. Como el teorema de la pelota peluda, esto no tiene una solución racional; por tanto si el Estado necesita mayor recaudación tendrá que dejar la razón a un lado y echar mano de la intuición de que si nuestra economía está en crecimiento es porque se está produciendo más y ganando más, y todo el mundo sabe que la gallina cacarea solo cuando pone huevos.

Luis Alberto Lacalle, un expresidente uruguayo, dijo que existen dos clases de gobiernos, los carnívoros y los herbívoros. Dado que soy un ignorante en economía y sistemas impositivos, se me ocurre decir que sólo un gobierno carnívoro es capaz de cobrarle más impuestos a los que están en la cima de la cadena alimenticia. Si es herbívoro, será parte del menú de los felinos.

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