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Mucha fuerza y poca autoridad

Lo que vive nuestro país es crisis de autoridad. Por ello, la ciudadanía asume su deber reclamando pacíficamente el fin de la impunidad.

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Mucha fuerza y poca autoridad
El PLD ha acumulado fuerza.

El presidente Joaquín Balaguer había mostrado molestia con la posición crítica del periódico Listín Diario respecto a varias acciones cuestionables de su gobierno. Eran los días difíciles de la década del 70, en plena guerra fría. La reacción del presidente no se hizo esperar y con mucha fuerza su queja se sintió en toda la nación. A lo que don Rafael Herrera, director del Listín en ese entonces, le respondió con mucha autoridad ... la diferencia es que un director de periódico puede decirle al presidente como dirigir el país, pero un presidente no puede decirle al director como dirigir el periódico.

El partido de gobierno ha acumulado mucha fuerza y en esa medida ha perdido autoridad. Empezó a lo interno, cuando sus miembros que se vieron relegados por los “nuevos peledeistas” y unas autoridades frisadas. La masificación fue un diseño electoral para alcanzar y permanecer en el poder, no un diseño político para transformar desde el poder: Su objetivo fundacional.

Para comprender la diferencia miremos la Revolución Norteamericana, la cual estableció la libertad como derecho inalienable, fijando un precedente para los siglos venideros. Al igual la Revolución de Abril del 1965, la cual renovó el vínculo Trinitario (1844) y Restaurador (1865) de la democracia constitucional fundamentada en independencia y soberanía. Es el poder que otorga la autoridad la que hace las revoluciones, logrando fácilmente lo que la fuerza por sí sola no puede.

Adolfo Hitler reunió una fuerza militar inconmensurable. Sin embargo, no pudo vencer el principio de autoridad expresado por Winston Churchill quien había logrado unificar la voluntad de su pueblo fundamentándose en la libertad y el servicio desinteresado.

En esencia, la pluma tiene más autoridad que la espada. Al igual que la mente está por encima de la materia. Es la autoridad de los principios que se enarbolan la que logra transformarse en cultura transformadora.

El PLD tiene mucha fuerza y poca autoridad. Fuerza acumulada por fuentes espurias que niegan sus principios originarios, por errores de la oposición y por ser el grupo de poder más racional de 1844 a la fecha. No reconocer esto último es mezquindad.

Las fuentes espurias han sido denunciadas y puestas en causa todos estos años y nada sucede. Hemos pasado de un principio de autoridad donde “lo penal mantiene lo civil en estado”, a un interés de fuerza donde “lo político mantiene lo penal en estado”.

La fuerza es arrogante y pomposa, la autoridad es modesta. Muchos sistemas políticos y movimientos sociales comienzan con auténtica autoridad, pero al pasar el tiempo se asocian con personas que buscan su propio interés y terminan confiando cada vez más en la fuerza hasta que degeneran. Esta es la historia de la civilización humana. El atractivo inicial del comunismo era el ideal humanitario, como lo fue el movimiento de confederación de los Estados Unidos hasta que se convirtió en refugio de políticos mezquinos.

La fuerza muchas veces se basa en la retórica, en la propaganda y en argumentos aparentemente verdaderos para obtener apoyos y encubrir motivaciones subyacentes. La autoridad se fundamenta en la verdad y esta no necesita defensa, es evidente por sí misma. Que “todos los hombres son creados iguales” y “el fin de la impunidad” no requieren justificación ni retórica, mientras la fuerza la requiere continua e inevitablemente. Siempre hay argumentos interminables acerca de si la fuerza es o no “justificada”.

La autoridad sirve a los demás, la fuerza se sirve de los demás. La fuerza es limitada, transitoria, material. La autoridad es ilimitada, permanente, inmaterial. Violar en forma continua los principios por la conveniencia practica es abdicar a la autoridad para obtener la fuerza pasajera. Un político común se rige exclusivamente por la fuerza, un político con vocación de estadista se rige por la inspiración, enseña con el ejemplo y representa principios claros como el agua, fuentes de autoridad.

Lo que vive nuestro país es crisis de autoridad. Por ello, la ciudadanía asume su deber reclamando pacíficamente el fin de la impunidad. Pues sabe que el pueblo puede – y tiene la autoridad – de decirle al presidente como quiere ser gobernado, pero un presidente no le puede decir al pueblo como ejercer ciudadanía.

Nelson Espinal Baez /Associate MIT-Harvard Public Disputes Program, Universidad de Harvard.

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