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Tecnología in vitro para plátanos

Allá por los años del 2003, cuando Frank Moya Pons era Secretario de Estado de Medio Ambiente, recibí explicaciones sobre el plan que estaba desarrollando ese organismo para fomentar la siembra de plantaciones forestales comerciales de caoba hondureña y africana, con el múltiple propósito de contribuir al incremento de la cobertura boscosa, estimular las fuentes de agua, reducir las importaciones de madera, ahorrar divisas, crear empleo, y ofrecer alternativas rentables.

El amigo Moya Pons me hizo la sugerencia de que sembrara matitas pequeñas de caoba en una finca de mi propiedad, puesto que estaban disponibles sin costo alguno, formaban parte de un programa en plena ejecución, y prometía ser una inversión rentable en el muy largo plazo. Asentí. Y sembré, como muchos otros, en pequeña escala. Y lo agradezco.

Ese programa fomentó el desarrollo de muchas plantaciones. Hoy está descontinuado, como ocurre casi siempre con las buenas iniciativas, lo cual es una pena.

El viernes pasado asistí a una interesante charla en el recinto de la Feria Agropecuaria en San Francisco de Macorís, sobre la producción y el cultivo de plantas de plátanos FHIA 20 obtenidas in vitro, dictada por Faelo Ortiz, uno de los más prominentes especialistas en esa tecnología.

Aunque aquí se produce plátanos desde tiempos antiguos, la tecnología ha cambiado y hoy existe la posibilidad de multiplicar la producción y la rentabilidad aplicando las técnicas apropiadas.

Al igual que sucedió con la caoba, me propongo seguir las sugerencias de los técnicos sobre la siembra del plátano, con la diferencia de que no regalan la matita sino que la venden porque se trata de un laboratorio privado y de una inversión cuantiosa en investigación e innovación.

De acuerdo a los números que se presentaron en la charla, el productor de plátanos podría recuperar con creces el costo de más o menos RD$25 por cada matita que compre, ya que la densidad de siembra y la productividad serían mayores, y consecuentemente también los ingresos.

Se trata de matitas cultivadas en laboratorio con características genéticas que las hacen resistentes a determinadas enfermedades. Son de elevada productividad, cerca de 85 plátanos por racimo en promedio en comparación con la variedad criolla que produce menos de la mitad. Y se siembran, siempre que se disponga de riego, en un marco de mayor número de matas por tarea (en promedio 150 por tarea en vez de 100). En el laboratorio están trabajando en bajar la altura de la mata para que combata mejor la brisa y en mejorar aún más las virtudes genéticas.

Siempre he creído que el campo requiere que el Estado proporcione al agricultor asistencia técnica masiva y supervisión profesional de parte de agrónomos de primera clase que monitoreen los cultivos, recomienden las mejores prácticas, auxilien al productor, y ayuden a elegir los insumos a precios competitivos.

El obstáculo mayor son los pequeños productores que se resisten al cambio y no tienen ni el conocimiento ni los recursos para impulsarlo.

El objetivo de política pública debería ser multiplicar el rendimiento y la productividad para mejorar las condiciones de vida en el campo, y realizar las obras de infraestructura de apoyo necesarias.

Escuchando la charla de Faelo Ortiz pensaba en la buena oportunidad que se presenta de establecer una alianza pública-privada, ¿por qué no?, que aproveche las facilidades existentes desarrolladas por el sector privado, y las complemente.

El plan podría consistir en que el Estado contrate a un precio más bajo, por economía de escala, la producción de millones de matitas de plátanos in vitro para ser entregadas a los pequeños agricultores, subsidiando el Estado la mitad del costo y pagando el productor la otra mitad.

Y esto dentro de un amplio programa de asistencia técnica para la producción de plátanos FHIA 20, que incluya el suministro del paquete tecnológico y de los insumos, crédito, seguro, mejoría de la infraestructura y avances sociales comunitarios.

Tengo la seguridad de que un programa así sacaría de la pobreza a muchas familias, con el valor agregado adicional de que fortalecería la innovación y consolidaría a las empresas que se dedican a esta vertiente.

Se que la tentación puede ser muy grande para que el Estado se proponga instalar sus propios laboratorios y producir para vender más barato o regalar las plantas, a pesar de las malas experiencias que ha habido en la producción por parte del Estado.

A veces desde el prisma público se sucumbe a la angurria de querer abarcarlo todo, en vez de dedicar los esfuerzos hacia lo que produzca el mayor retorno en el menor tiempo. En ocasiones se destruye lo bueno en curso por querer competir en lo que no corresponde.

Esta podría ser una más de las ideas tontas que circulan por ahí, pero ¿quién sabe?

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