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Elecciones 2016
Elecciones 2016

Un viejo tema electoral

Concluido al parecer el maratón electoral, sólo hay dos cosas claras: La primera es que el pueblo, que la masa es más inteligente y electiva que los políticos, a pesar de los pesares. La segunda es que quienes se quejan de los resultados atribuyen la votación masiva no sólo a compras de votos (cosa limitada dada la cantidad de votantes) y voluntades que en el fondo es lo que todo político busca, uno de ellos ofreció como dicen aquí hasta lo imposible, y no pasó nada. Esto pone en el tapete a un escritor dominicano que ha tenido tan mala suerte, que habiendo sido un periodista reconocido en Cuba, y publicado varios libros, pocos historiadores de nuestras letras lo recuerdan, aunque una calle importante de la ciudad de La Romana lleva su nombre.

Estamos hablando de Francisco X. del Castillo Márquez (1883-1916) nacido en Baní y fallecido en esa ciudad. De él nos habla el historiador romanés Alfonso Trinidad en su obra “Las calles de La Romana” (del Ayuntamiento local, 2008), y lo recuerda en el tomo tercero de su Historia de la Literatura Dominicana Néstor Contín Aybar (Universidad Central del Este 1984), pero sus producciones están ausentes en muchas bibliografías, por más que su mejor trabajo “Bajo otros cielos” es una obra que si apareciera algún ejemplar debería ser reeditada por la misma casa edilicia que patrocinó la de Trinidad; fue escrito en Cuba, editado en Valencia en 1907, allí laboró en El “Diario de la Marina”, publicando más de 600 artículos según don Alfonso. Regresó al país en 1908, y fue a residir a La Romana donde adquirió una tipografía en la cual editó “Epinicio” en 1912 y “Almas y Perfiles” en 1913; independientemente de su gallardía frente a la ocupación norteamericana, que destaca dicho historiador, no es ocioso pensar que quizás de rabia murió ese mismo año.

Lo que me mueve a recordarlo es el comentario que hiciera el periodista Pedro Montesino desde El Tocuyo de Venezuela, de su “Bajo otros cielos” en la revista “La Cuna de América” No.135 del 29 de agosto de 1909, que entre otras cosas señala los vínculos periodísticos de don Francisco Xavier. Pero no es para comentar esta obra que redactamos esta nota en los días post electorales, sino por un diálogo interesante que transcribe Montesino entre él y Max Henríquez Ureña a propósito del tema electoral.

Del Castillo inicia diciéndole al joven Maximiliano: “Pese a quien quiera, yo estoy por la más absoluta restricción del voto libre”.

Frente a ello Max responde que está de acuerdo con la completa soberanía del voto libre y ante esta exposición el banilejo le rebatió diciéndole entre otras cosas que “para tener plenos derechos a la presidencias, representación diplomática y otros puestos para la buena organización del país exigen alta cultura y depuradas virtudes patrióticas y personales”.

Max lo acusó de aristócrata y absolutista, preguntando si era posible “¿hoy que los regímenes de burdas intemperancias de política florentina tienen cavados sus cimientos por las pragmáticas igualitarias del derecho?”

Don Francisco repuso que en su yo personal era aristócrata, pero en lo colectivo era demócrata pero con límites.

Cuando Max inquiere entonces el por qué de su condena al voto libre, aparece lo que podríamos llamar la teoría castillomarqueciana de la política, que no es nueva, sin embargo es interesante que lo dijera un dominicano de esa época:

“Lo condenable aquí en América, mientras imperen los regímenes actuales y mientras subsista la gran agrupación de analfabetos que para perjuicio social aun existe. Ninguno de los países hispanoamericanos lo creo preparado para ello. ¿Cómo es posible que pensemos que en las Américas se puede en la actualidad sancionar el voto libre cuando nunca llegaría a cumplirse tal institución? Yo creo, y es lógico, que deben aportar sus sufragios en las urnas electorales todos los individuos aptos para ello; no así los que carezcan de condiciones, pues (porque resulta a menudo) sabido es por todos que las turbas aportan sus votos a las urnas, por uno u otro partido sin conocer, o al menos conjeturar cuál pudiera ser un bien cierto para el país, debido a que van dirigidos inconscientemente por insinuaciones apasionadas y utilitaristas de tal o cual acaudalado o comando que ejerce influencia sobre ellos”.

Naturalmente, cuando don Francisco decía esas cosas, el país estaba realmente lleno de caciques locales que determinaban todo en combinación con los mandamás capitaleños, aunque la historia ha dicho que no siempre cuando “gobiernan los mejores” se hace una gestión óptima, nosotros frente al hecho consumado reciente nos asombramos de la capacidad de discernir lo local que tuvieron tantos votantes, como en Ocoa y otras provincias especialmente del Norte donde tanta gente supo votar diferente hasta en sitios agrestes y lejanos, y lo mismo de esta ciudad que frente al resultado nos deja meditando cuál sería el sistema ideal de democracia, y es que si eran votos comprados como se acusa ¿porqué había diferencias? El caso San Juan amerita otros estudios, alguien me dijo: Robin Hood ya no vive en los bosques ahora habita en las ciudades y encantan sus habilidades. Dicho todo esto con el mayor respeto a los candidatos elegidos y a la soberana voluntad popular dominicana.

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