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Abuelos y abuelas de ayer y de hoy

Los más antiguos, tanto unos, como otras, sumergidos en la diaria supervivencia, donde quizás no escucharon hablar del feminismo, de la opresión machista, ni de lo que se habla hoy de política y actualidad, hoy están florecidos de arrugas y con un hermoso pelo blanco, sin alcanzar la cirugía estética, ni escuchar las arengas de las calles y parques. Ellos y ellas fueron los que nos dieron la calidez del reconocimiento, los que cada mañana al levantarse saboreaban un café junto a los rayos de sol y armonizaban el jabón al bañarse con el dulce canto de una jornada. Educaban a sus hijos con su ejemplo y en voz alta y a los nietos con abrazos, sonrisas y ocultado todo sus errores y quedarse callados ante sus metidas de patitas. Eran maestros y maestras, no de escuelas, sino de enseñar a cada nieto lo que era bueno estar con ellos.

Las abuelas y los abuelos de hoy, aunque no estén cerca de esos nietos y esas nietas, son iguales. Adorarlos, cuidarlos, enseñarles lo bueno que deben hacer y lo malo que está prohibido, es la herencia que va de mano a mano. Las y los de hoy siguen sin cansancio, riendo de lo que hacen los niños, sea bueno o sea no tan bueno, y son felices. A los hijos e hijas se les corregía, a los nietos y nietas solo se les hacía saber de un error cometido y hoy se les dice de manera rica una nueva jugada. Con esto, una se da cuenta que ser abuela, como lo soy yo hoy en día, es un regalo de la vida.

A los hijos e hijas se les hablaba en voz alta, hasta se ponían de castigo y se les daba un pellizco, pero ahora con los nietos y nietas, solo besos, abrazos, regalos y risas ante todo lo que hacen y si es buena su conducta habrá un aplauso junto a dónde quieran ir y comprarles lo que les dé la gana. El recuerdo de nuestros abuelos que ya no están es un encanto recordarlos y nos llevan a hacer todo lo ideal y sabroso que hicieron por nosotros. Yo recuerdo que cada noche me sentaba en mi mecedorita al lado de la grande en que se sentaba mi abuelo paterno, con quien viví, y me inventaba cuentos con los que él disfrutaba. A él le gustaban los danzones y su gusto me enseño a gustarme esas canciones que hoy se escuchan poco.

Creo que ser abuela o abuelo es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Y no es dejar a un lado a los hijos e hijas, es que con estos niños que hoy están a nuestro lado no nos toca nada más que apoyarlos, amarlos y ocultar sus errores. Los abuelos de hoy somos muy parecidos a los de ayer.