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Bajo el radiante sol de la patria nueva

Bueno, depende de quién nos juzgue, pero si es alguien medianamente objetivo, tendrá que reconocer que somos más que buenos en lo que hacemos, y que desde estos escritorios, ocho en total, sin contar el del supervisor, se han librado, y ganado, más batallas por la honra y el buen nombre de nuestro Ilustre Jefe, y contra sus encarnizados enemigos, que en ninguna otra institución del país, sin excepción alguna, mal que le pese a los muchachos del SIM, que son, dicho sea de paso, bastante diligentes, hay que admitirlo.

Es verdad que la deferencia con que se nos trata, los sueldos de que gozamos, las prebendas del cargo, entre ellas, las de portar armas de fuego, recibir gasolina para nuestros autos, sacar pasaportes para nosotros y nuestros familiares, no tener que cotizar el 10% de nuestros ingresos a los fondos del Partido Dominicano, estar liberados del tormento que es asistir a los infinitos mítines políticos, desfiles y marchas bajo el sol inclemente de la Patria, también nos han ganado no pocos enemigos, porque ya se sabe eso de que la envidia es el deporte nacional.

Pero la candelita, como la del basurero, va por debajo, no se manifiesta, prudentemente, a la luz del día: todos saben que respondemos sólo a las órdenes del Jefe, y que es este, en persona, a través del Astuto Vicepresidente, quien puede darnos indicaciones, seleccionar nuestros blancos y fijarle plazos a las tareas, las que siempre nos llegan en sobres lacrados. Por algo, en los momentos de sana expansión paternal, que suele tener el Inclito Varón de San Cristóbal después de tomar algunas copas de su coñac preferido, suele llamarnos "Su Jauría Privada". Y a mucha honra siempre lo fuimos.

Atacamos en grupo, pero cada uno sabe, exactamente, qué flanco de la presa morder, hasta dónde roerle el hueso, cortarle las arterias, inmovilizarla con dentelladas a sus tendones, o cercenarle el cuello, pero cumpliendo, estrictamente, con las órdenes recibidas: ni piedad, ni inclemencia; ni exceso de celo, que entorpezca la labor colectiva, ni blandenguería con el enemigo, por repugnante que parezcan, a primera vista, las campañas que nosotros diseñamos. Porque de eso nos ocupamos en el Departamento CD: de orquestar campañas contra los enemigos del Jefe, especialmente contra los que desde el exilio le niegan el agua y la sal a la magna obra de redención y engrandecimiento nacional en la que se encuentra enfrascado. Y en eso, valga la redundancia, éramos insuperables.

Para que se entienda mejor la honrosa labor patriótica y de higiene social que realizamos, y por sólo citar ejemplos de este año de 1956, cuando en el sobre lacrado llegó una nota con las palabras "Desviar atención sobre armas dominicanas incautadas por la policía en La Habana", pusimos manos a la obra, en equipo, como es habitual y de ahí salió la esquela que Amado Hernández, Ayudante Militar del Jefe, envió, con fecha 4 de julio, a José Vicioso Bonnet, Secretario de Primera Clase, a cargo de nuestra Embajada en Cuba:

"No existen pruebas de que tales armas procedan de nuestra República, porque ni son dominicanas, ni han sido elaboradas aquí. Esas armas, según informes, son rusas"

Cuando el 8 de agosto, Vicioso envió a la Cancillería doce recortes de la prensa de La Habana, entre ellos, el que contenía declaraciones del Brigadier Salas Cañizares, Jefe de la Policía Nacional, criticando al Jefe y sus acciones encubiertas en esa isla, pusimos manos a la obra y de ahí salió la siguiente recomendación, que se convertiría pronto en una campaña internacional:

"Salas Cañizares, como es público, desatiende sus más delicadas funciones para explotar impúdicamente a las rameras de todo el país (lo que, dicho sea de paso, era una verdad como un templo) y extorsionar a los dueños de salones de juego"

El 21 de ese mismo mes, ante declaraciones del líder amarillista de la Central de Trabajadores de Cuba, Eusebio Mujal, de que "los sindicatos del mundo libre debían boicotear los productos dominicanos, por la esclavitud a que la dictadura somete a sus trabajadores", nuestra recomendación fue la siguiente:

"Que Vicioso envíe a la Cancillería los nombres y direcciones de las organizaciones obreras cubanas, no comunistas, y de los principales líderes sindicales, para que sobre ellos se derrame, como óleo sagrado, la proverbial magnanimidad del Jefe, y que se publique a través de terceros, las fotos de que disponemos del emporio de fincas, palacetes y lecherías que nutren, con largueza, las cuentas personales de ese egregio libertador de los esclavos dominicanos que es Eusebio Mujal"

Cuando a fines de agosto, la siempre calumniosa revista "Bohemia" publicase las declaraciones de René Fiallo contra nuestro régimen, la propuesta del Departamento fue la siguiente:

"Que se pague al periodista cubano Ángel Boán Acosta para que refute esas declaraciones, en las mismas páginas de "Bohemia", antes de lo cual se le debe entregar, con la consabida discreción del caso, una lista de puntos para atacar a Fiallo, entre ellos, la falsa, pero demoledora acusación, de que este fue uno de los que contribuyeron a liquidar la expedición de Cayo Confites, a cambio de dinero trujillista".

En la cresta de la ola de la campaña judeo-masónica-bolchevique, orquestada contra el Jefe, tras la fingida desaparición de Jesús de Galíndez, y siempre a fines de agosto, propusimos varias acciones entre ellas:

"Que el laureado poeta Gastón Baquero, del "Diario de la Marina" publique, como cosa suya, y con su inconfundible estilo, una crítica literaria al libro de Galíndez "La Era de Trujillo", y que lo califique como "libro inútil y aburrido", fruto de ciertos ambientes académicos de los Estados Unidos, frecuentados por Galíndez, "… capaces de inocular, en ciertas mentes, una penosa desaparición de las ideas y una cómoda aceptación de la rutina". Para concluir, la crítica de Gastón Baquero, esta debía sentenciar que "…monotonía, aburrimiento y vulgaridad constituyen la síntesis de este libro, cuyo autor repite la historia de trujillistas frenéticos que, por pleitos personales, continúan viniendo a Cuba a posar de demócratas y mártires, empujando a los criollos a una guerra contra Trujillo".

Nunca descansábamos. Éramos incansables y letales. Por eso el Jefe nos distinguía con su afecto paternal y el Astuto Vicepresidente siempre terminaba, o comenzaba su jornada laboral, pasando por el Departamento, para intercambiar con nosotros. Solíamos hablar de algunos enemigos, en concreto, y entre todos, íbamos seleccionado epítetos posibles, debilidades nefandas, puntos oscuros de su pasado, que pudiesen echarse a rodar, como el que no quiere la cosa, hasta que se convirtieran en una bola de nieve, cuesta abajo, capaz de arrastrarlos hasta las profundidades del abismo de su desgracia.

Nosotros fuimos los que hicimos del padre de Bosch, un proxeneta; del de los Ornes Coiscou, un narcómano; de Galíndez, un agente de la KGB, que ejercía como profesor en Budapest, y era visto en los restaurantes más lujosos de la ciudad, tras su supuesto secuestro. También quienes hemos acabado con la honra personal de Jacobo Arbenz, de José Figueres, de Rómulo Betancourt, de Muñoz Marín, de Lombardo Toledano, de José Almoina, de Juancito Rodríguez, de Carlos Prío, de Rolando Masferrer, y para ser justos, en algunos de estos casos, como el de los dos cubanos aquí mencionados, no hemos tenido que esforzar demasiado la imaginación.

Por eso somos necesarios. O lo fuimos. Hoy, al orgullo y la soberbia ha sucedido el desconcierto y la inseguridad. Para ser honesto, y eso sólo lo digo a ustedes, que son de toda confianza, y mis compañeros de tantos años en el querido Departamento CD, parece que hemos caído, o alguien nos ha empujado, al desfavor del Jefe, porque han escaseado en los últimos tiempos, no los enemigos, ni los motivos para orquestar nuestras habituales campañas, sino los sobres lacrados que nos confirmaban que seguíamos siendo, y a mucha honra, su "Jauría Personal".

Me han dicho que el Jefe se mosqueó ante una persistente campaña de rumores contra la honra de su esposa, sobre la que lo alertase ese tipito nuevo que dirige el SIM, de estampa batracia y ojos de torturador de la dinastía Ming, que creo que se llama Johnny Abbes, un Don Nadie ansioso de escalar y que, eso pensábamos, pronto habríamos visto rodar por nuestro lado. Lo malo es que, al parecer, ese renacuajo le tuvo que haber insinuado que la calidad del rumor, lo malévolo de la especie, los detalles imaginativos de las situaciones, que le conferían ciertos visos de realidad, solo podían haber salido, por duro que sea creerlo, de entre los profesionales de la calumnia de su "Jauría Personal", de ese Departamento de Campañas de Descrédito, al que hemos servido, con honor, durante tantos años.

Y tenemos que reconocerlo, compañeros queridos, que el golpe del Don Nadie ha sido maestro, mostrando que nos aventajaba desde el arranque de la carrera, porque no sólo han comenzado a escasear los sobres lacrados, sino también la gasolina, los haberes y nos acaban de comunicar que mañana debemos marchar bajo el radiante sol de la Patria Nueva.