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Ecce Homme

“Yo vi un pueblo, Señor, crucificado, sobre la blanca cruz de su bandera. Igual que tú, de espinas coronado, el rostro inmóvil y la tez de cera. Y cual INRI también sobre el madero, escrito en “inglés bárbaro” un letrero: “Por ser tu tierra inerme, libre y rica, América del Norte te condena, y en nombre del Derecho te encadena y por la libertad, te crucifica.”

“Santo Domingo, ten fe y espera, que la justicia de Dios hará que ondule, libre en los vientos, la cruz armónica de tu bandera”

Francisco Villaespesa

Santo Domingo 1917

Hacen añales de ese triste y amargo poema cuando los norteamericanos quisieron apoderarse de nuestro lindo y bien ubicado país. Nuestra bandera continúa con su azul, rojo y su cruz blanca porque los dominicanos honrados y trabajadores lucharon por mantenerla ondulante, hermosa y siempre viva.

Ahora, muchos países que tienen miles de muertos en manos de estados “anárquicos”, saben, pero no lo dicen, que es una respuesta por la crucifixión y muerte que hicieron para apoderase del oro, del petróleo, hacer esclavos, conseguir los bienes de esos lugares donde residían hombres y mujeres que solo buscaban el oficio para su sustento. Si una ve lo que ha pasado ahora en Bélgica, Francia y otros tantos en manos de los Yijadistas, solo tiene que volver la mirada a un pasado que fue cruel. Y no es que lo que les ha pasado sea aplaudible... ¡Dios lo borre del mal recuerdo, pero nunca de su historia!

En nuestro país, hoy, los gobiernos, fuera del de Trujillo, se han escondido bajo el soporte de parecidas dictaduras. Ahora, y algunos años atrás, no hay asesinatos celebrados como los hubo en dictaduras aplaudías, pero hay falta de educación, se mata por “un quítame esta paja” a mujeres, hombres, niños y desconocidos con los que se tiene un “dime y direte”, o para robarle el celular, un motor o un automóvil, y algunas cositas más. No hay dictadura, lo repito, pero sí unas fallas largas y completas que nos han envuelto la vida en miedo, en no salir por la noche, en no andar caminado por las calles y mucho menos bien vestido, etc.

Estamos viviendo en un pueblo crucificado sobre la blanca cruz de su bandera, pero esperamos que la justicia de Dios haga que un día seamos los dominicanos más felices y más capacitados. No hay dictadura, pero sí malos momentos.