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El anecdotario en la entretela del boom (II de II)

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El anecdotario en la entretela del boom (II de II)

La envidia literaria

Las amistades literarias dentro de un mismo país suelen ser difíciles. Muchos escritores colombianos no aceptaron, sobre todo en la época gloriosa del "boom", que Gabriel García Márquez oscureciera, casi completamente, todo el resto de la narrativa colombiana. En México, se escuchaba nombrar con frecuencia entre sus escritores a "ese niño Fuentes" -en cuanto pertenecía imperdonablemente a la burguesía- poniendo en duda sus capacidades y logros. En Buenos Aires hablaban pestes de Cortázar y creaban pugnas imaginarias que terminaban en rencilla y odio, por ejemplo entre él y Sábato. En Perú, echaban sombras sobre Vargas Llosa donde su estatura literaria afectaba al resto de sus narradores. Empero, críticos y escritores europeos se admiraban de lo bien que se llevaban los miembros de este grupo entre ellos y la confraternización que exhibían públicamente. En una ocasión, un crítico italiano de paso por Barcelona asistía a un encuentro en el que participaban Vargas Llosa y otro novelista hispanoamericano. Cuando los vio reírse juntos, dijo: "En Italia, que un escritor como Vargas Llosa escriba un libro sobre la obra de otro escritor como García Márquez, sería imposible. Y que ambos estén en la misma reunión sin que uno eche veneno en el café del otro, bueno, eso parecería ciencia-ficción". La envidia literaria es muy destructiva dentro de un mismo país, pero se minimiza cuando los escritores salen de sus provincias. Tomemos en cuenta que la mayoría de las novelas capitales del "boom" se escribieron fuera del país de cada escritor. (Un percance personal entre Vargas Llosa y García Márquez, provocó que aquella "Historia de un deicidio" que el primero publicara sobre la obra del segundo en 1971, jamás volviese a ser publicada hasta el 2006 cuando Círculo de Lectores la incluyó en el volumen VI de las obras completas del autor peruano, (aunque es la única obra de éste no reeditada individualmente).

Las cosquillas del boom

José Donoso se lamentaba con frecuencia porque tenía cuarenta años de edad y apenas había publicado dos libros de cuentos y la novela "Coronación", mientras que Vargas Llosa alcanzaba el premio de Seix Barral por "La ciudad y los perros" con apenas veinticuatro años. Estaba desesperado por salir de Chile, a sabiendas de que sólo fuera de su patria podía alcanzar la notoriedad literaria a la que aspiraba. En 1962, cuando a tan corta edad, Vargas Llosa gana el referido premio literario, se desencadena "el estruendo, el famoso "boom" que se oiría en todas partes". Muchos años más tarde, en la casa de Donoso, su esposa le pregunta al escritor Juan Agustín Palazuelos, que entonces tenía veinticuatro años, y con el objeto de molestarle: "¿Sabes qué edad tenía Vargas Llosa cuando escribió "La ciudad y los perros"? Palazuelos le responde: "No.". "La misma que tú", le espeta la mujer de Donoso. Y Palazuelos, le dice en seguida: "¿Y sabes tú qué edad tenía Camus cuando le dieron el Premio Nobel?". "No", le contesta ella. "La misma edad que tu marido". El "boom", muy tempranamente, comenzaba a generar cosquillas…

La ayuda del aristócrata

Donoso, al fin, logra salir de Chile, gracias a la ayuda que le prestó Carlos Fuentes. Donoso no encontraba destino para su requeterevisada novela "El obsceno pájaro de la noche", desalentado por vivir en un país subdesarrollado (son sus palabras, no las mías), "donde es necesario conseguir tres o cuatro empleos distintos para poder escribir siquiera los domingos y mantenerse económicamente a flote, y saber, por lo tanto, que uno está condenado a no escribir nunca nada de envergadura". Entonces pudo tener contacto con Rulfo ("solitario y afable... caminando como perdido en la noche tropical"), con Nicanor Parra, Marta Traba, Roberto Fernández Retamar ("que deslumbró al ambiente mexicano con el refinamiento de su cultura"), Jorge Ibarguengoitia y Augusto Monterroso (que "hacían chistes irreverentes acerca de la pesada carga épica de la historia y de la literatura latinoamericana"), García Márquez (que se encontraba entonces "metido en una seca literaria que ya le iba durando casi diez años. No podía salir de ella"). Vio entonces al colombiano "como un ser sombrío, melancólico, atormentado por su bloqueo literario". Bloqueos que sufriría Sábato y que condenó a Rulfo al par de libros que publicase. Donoso se queda a vivir en México, en un pabellón que Carlos Fuentes le alquiló en el fondo del jardín de su amplia vivienda. Allí comenzó a escribir su novela "El lugar sin límites", desgajando un episodio de una de las tantas versiones de "El obsceno pájaro de la noche". En la casa grande, en condiciones mejores, teniendo de fondo "Las estaciones" de Vivaldi, Fuentes escribía "Cambio de piel".

Las dos Elenas

En la formidable residencia de Carlos Fuentes, por donde pasaba todo el jet set mexicano e internacional, se filma la película "Las dos Elenas", basada en un cuento suyo, en la que tiene un rol protagónico el hijo de María Félix, Enrique. La cama donde dormían Donoso y su mujer, tiene que ser utilizada en la filmación. Ambos, incluso, participan como extras en la película. Salvador Dalí fue contactado para que apareciese en el filme cruzando la pantalla con su pantera amaestrada. Pidió diez mil dólares por esa aparición, y tuvo que ser descartado. Es en ese ambiente donde Enrique Álvarez Félix le cuenta a Fuentes un grueso de anécdotas que sirvieron al novelista mexicano para armar su novela "Zona sagrada". La película finalmente se terminó de filmar en Nueva York, y allí, mientras Donoso presentaba su novela "Coronación", Fuentes reunía, como todo un aristócrata que no sufrió nunca los embates de la pobreza del resto de escritores del "boom", a su "who is who" en una clamorosa fiesta en el hotel St. Regis, desde la princesa Radziwill hasta Jules Pfeiffer.

El boom clasificado

El "gratin" del "boom", "el cogollito" lo llama Donoso, lo forman, ya lo sabemos: Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa. Para que el "boom" adquiera mayor solidez, se le agregan algunos escritores mayores: Borges, Rulfo, Carpentier, Onetti ("figura privada y sigilosa"), Lezama Lima ("el último fogonazo deslumbrador"). Éstos conforman el "protoboom". Realzan el "boom", en otra clasificación, Sábato y Cabrera Infante. Un poco más abajo, pero con reputaciones sólidas, Roa Bastos, Manuel Puig ("el más brillante del grupo"), Salvador Garmendia, David Viñas, Carlos Martínez Moreno, Benedetti, Vicente Leñero, Rosario Castellanos, Jorge Edwards, Enrique Lafourcade, Monterroso, Ibarguengoitia y Adriano González León, varios de ellos todavía desconocidos para una gran parte del público lector latinoamericano. Luego está el "boom-junior", que forman: Severo Sarduy, José Emilio Pacheco, Gustavo Sáinz, Néstor Sánchez, Bryce Echenique, Sergio Pitol y Antonio Skármeta. Hay un "petit-boom" argentino: Mujica Láinez, Bioy Casares, Pepe Bianco, Beatriz Guido, entre otros. Y por último, el "sub-boom". No contiene nombres. Lo integran las "famas de fabricación casera, nombres lanzados por premios de escasa solvencia que lucen vistosas franjas que anuncian la venta rapidísima de diez ediciones, lo que nadie discute, pero que tampoco importa a nadie. Es en esta categoría donde se gestan el rencor y la envidia, entre los que quieren y no pueden y no saben muy bien qué quieren".

Una anécdota sobrenatural

Al llegar la primavera, el Gabo se llenaba puntualmente de golondrinos, "esos incómodos abscesos que se forman en las axilas y son muy dolorosos". Y, por supuesto, como esto ocurría en cada primavera, le salieron cuando escribía "Cien años de soledad". Un día, desesperado, el Gabo dijo: "Voy a joder a uno de los Buendía haciendo que le salgan golondrinos cuando empiecen los primeros calores en Macondo. A ver qué pasa…". Así lo hizo, "y pasó que el pobre personaje los padece dolorosamente, e increíble pero cierto, liberó a su 'hacedor' de la incómoda enfermedad para siempre. Nunca más le salieron golondrinos al Gabo, pero su personaje los seguirá sufriendo eternamente, hasta el fin de los tiempos, cuando, no lo dudo, aún se siga leyendo Cien años de soledad".

Me quedarían tres extraordinarias anécdotas del "boom", que conté hace poco, para ilustrar una breve charla, a un grupo de talleristas literarios. Quedan pendientes para otra oportunidad, porque otros temas luchan por ser expuestos. El anecdotario del "boom" forma la entretela de su construcción, es la cobija de su andadura, el requinto de su sonoro estruendo. Ellas sirven para conocer mejor la historia de este extraordinario suceso que, en el 2012 -ya superado- celebró cincuenta años de existencia.

(Entre comillas o sin ellas, recreadas o descritas tal cual, todas estas anécdotas pertenecen a la cosecha de José Donoso de su "Historia personal del boom", de la cual existen varias ediciones, pero recomiendo una de Alfaguara de 1998 que incluye dos apéndices: uno de María Pilar Donoso titulado "El boom doméstico" -dueña de algunas de estas anécdotas- y otra del propio Donoso, "Diez años después").