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El perdón da tranquilidad y armonía

El perdón es una acción por la que una persona que ha sufrido una ofensa decide no sentir resentimiento hacia el ofensor y con ello hace cesar la ira y la indignación que siente, renuncia a la venganza y ni intenta un justo castigo para quien lo ha agredido. No es un olvido del hecho, pero sí un beneficio para la moral y el resto de la vida, por lo cual no es imprescindible que el agresor pida que lo perdonen y que olviden lo que ha cometido, sino que él o la agredida no intenten una venganza. Por lo cual el agresor sentirá que cuando es perdonado o cuando no se le devuelven los insultos y las agresiones, su vida, su alma y su corazón entran en algo hermoso que le hace saber que no debe volver a hacerlo y que debe tener buenas reglas de conducta.

Pitaco, Rey de Mitilenia (640-568 antes de Cristo) uno de los siete sabios de Grecia, dejó en libertad al asesino de su hijo, expresando: “El perdón es el mejor de los castigos”. Por lo cual pienso que cuando una perdona, aunque el dolor continúe como un clavo dentro del corazón, el ofensor seguirá siendo visto como un incapacitado con violencia por todos los que conocen sus hechos. Y yo pregunto: ¿Cuándo usted conoce a alguien de quién se hace su amigo, su jefe o compañero de trabajo, su vecino, y se entera de que ese fulano ha sido un agresor, qué haría? De seguro que aunque ese señor o señora se comporte bien con usted, usted lo pondrá en un lugar de observatorio desde donde podrá ver su comportamiento, sus palabras y su tono de voz, con expectativa.

En el judaísmo se celebra el perdón días después del Año Nuevo con una festividad solemne y muy respetada. Incluso con ayuno y también se espera el perdón de Dios quien ha de perdonar a todos los que a su vez se arrepientan sinceramente. El Dios del Antiguo Testamento hace referencias al perdón e insiste en reclamar que los seres humanos se perdonen entre sí, lo cual se considera como un imperativo moral. Los Salmos también contienen numerosas peticiones a la misericordia o perdón de los propios pecados. Allí existen perdones y también peticiones a que Dios castigue a los enemigos. Yo no creo que Dios destruya, castigue, golpee o agreda a los que mal actúan, pero sí que en la propia vida, de algún modo, un gran castigo que pueda venir en forma de miseria, de enfermedad larga y grave, de no disfrutar de lo mucho que ha vivido haciendo lo que le viene en gana y otras tantas cosas que hace que los humanos agresores algún día sientan miedo, se desesperen y lloren.

Los que cometen ofensas sin sentido deben ir a un psicólogo o a un psiquiatra para que al decirle porqué han caído dentro de esos errores tan graves vean que pueden construir una nueva vida, aun sin pedir perdón.

Siempre le he pedido al Padre Nuestro que está en el cielo, y siento que vive dentro de mi alma y al lado de mi corazón, que perdone a los que yo he perdonado y con el perdón he borrado sus ofensas y dentro de mi corazón aunque sigue presente un clavito enterrado, trato día a día que me duela menos.

Denver, Colorado