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Ciudad Colonial
Ciudad Colonial

Iras coloniales en la ciudad

La Ciudad Colonial se está pareciendo cada vez más a un resort turístico y menos a lo que se puede imaginar que fue la urbe colonial de donde emana parte de nuestra identidad. Por Juan Llado

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Iras coloniales en la ciudad
La Ciudad Colonial de Santo Domingo se encuentra en un proceso de reforma. (FUENTE EXTERNA)

La Ciudad Colonial de Santo Domingo continua convirtiéndose en todo, menos en colonial. A medida que progresan las intervenciones del Programa de Fomento al Turismo que financia el BID emergen facetas que cuestionan sustancialmente lo aconsejable de seguir desfigurando el sitio. Las principales máculas de la coyuntura son la deficiente impronta colonial de los resultados y la pobre aplicación de los criterios de equidad en el uso de ese gasto público.

Algunas de las nuevas facetas son más importantes que otras, pero tomadas en conjunto y convertidas en objeto de reflexión, los resultados son cada vez más preocupantes. El sitio se está pareciendo cada vez más a un resort turístico y menos a lo que se puede imaginar que fue la urbe colonial de donde emana parte de nuestra identidad como pueblo y como nación.

En primera fila de estas preocupaciones esta la fehaciente transformación de un número creciente de viviendas en establecimientos comerciales. Amén de que resulta controversial la pertinencia de los colores escogidos para pintar muchas de las fachadas restauradas, ahora los locales comerciales están comenzando a arroparlo todo. La sensación es que pronto el sitio será convertido en un “mall colonial”, el cual será de mal gusto porque de colonial tendrá poco. El Programa no es el responsable directo, pero es la causa.

Si los bares, discotecas, tiendas de regalos, hoteles y sitios de comercio de todo tipo no eran suficientes antes de comenzar la intervención, con la estampida para establecerse ahí que se está dando ahora pronto veremos a la Ciudad Colonial convertida en otro Viejo San Juan de Puerto Rico. Hasta las numerosas imprentas que eran los sitios de trabajo más comunes en la CC están dando paso a ese tipo de establecimientos. ¿Se asemeja esta plaga comercial al apacible entorno colonial original? ¿O no es la recreación de ese entorno lo que sería deseable?

El patente soslayo del criterio de equidad en la asignación de los fondos públicos es el otro feo renglón de lo que acontece. Se ha dado a conocer ahora que en ciernes esta un segundo préstamo del BID, esta vez ascendente a US$90 millones (o tres veces el monto del original). En vista de que la CC tiene apenas 7,750 habitantes en un territorio de un kilómetro cuadrado, de acuerdo al censo que el mismo Programa hiciera recientemente, parecería que el gasto total de US$120 millones (o RD$5,400 millones) resulta a todas luces injusto, aun cuando esa población fuera a permanecer en el enclave como custodios de una parte importante de nuestra identidad.

Un perfil del posible nuevo proyecto fue colgado en la web por el BID y este incluye un componente para mejorar los servicios de las pequeñas y medianas empresas del lugar. ¿Es justo gastarles más recursos a esos comerciantes cuando ellos se beneficiaran grandemente al tener una clientela privilegiada (los turistas, proyectados por el Programa en medio millón para el 2015)? ¿No sería más socialmente justo gastar esos recursos en las microempresas del sur del país o de Gualey?

La CEPAL estimó en el 2013 que el 40.2% de la población del país califica como pobre, mientras un 20.2% es indigente. Además, sabemos que el grado de desigualdad que acusa nuestra sociedad es uno de los más grandes de toda la América Latina, la región más desigual del mundo. ¿Está la participación de esa parte de la población siendo tomada en cuenta? ¿Cómo podemos lograr que la CC acoja al pueblo llano en su seno permanentemente?

De su lado, el proceso de “gentrification” que se está dando en materia de viviendas apunta hacia resultados mostrencos. A medida que se importantiza la zona con la afluencia turística masiva, afloran proyectos de viviendas de lujo que terminaran “expulsando” del sitio a las familias de clase media baja que hasta hoy han vivido en él. La mayoría de sus habitantes (de los cuales hay 298 que han nacido en otros países) viven en viviendas unipersonales y los hogares tienen un ingreso promedio inferior a los RD$10,000 mensuales. Un 55% de las viviendas son apartamentos, un 21% casas independientes, un 10% en hilera o bloque y un 9% son piezas en cuarterías. Un 56% de las viviendas son alquiladas y un 28% son propias.) De ahí que los habitantes originales emigraran eventualmente a medida que le vayan comprando a los que no puedan resistir las ofertas por la plusvalía que han adquirido sus hoy modestas propiedades. Por eso el “plan de preservación de la diversidad social y protección de las y los moradores de Ciudad Colonial” del nuevo proyecto del BID será un componente de suma importancia.

Lo alarmante seria que solo gente rica la que viva en la Ciudad Colonial. Ser rico no descalifica a nadie, pero lo último que debe ser nuestra Ciudad Colonial es un barrio exclusivo.

El asunto se torna aún más ominoso cuando se ha sabido que un empresario de Dubai recientemente compró una manzana casi entera de la Ciudad Colonial. Lo único que no compró de esa manzana (que está en el frente oeste del Parque Duarte) fue lo que sus propietarios se negaron a venderle por razones especiales. ¿Es un enclave de ricos lo que queremos? ¿Se mezclarían los ricos con los turistas? ¿No tendría más sentido y sería una experiencia más auténtica mezclar al turista con el pueblo llano?

Estamos en una coyuntura donde repensar el problema de la participación de los lugareños es muy pertinente. Lo que debería hacer el Programa es propiciar la permanencia de los habitantes originales en el enclave. Sería deseable, por ejemplo, que se priorice la estadía de los moradores con el desarrollo de viviendas en lugares donde mucha gente vive en patios y existen muchas viviendas deterioradas. El barrio de San Miguel, por ejemplo, calificaría para que ahí se construyan viviendas de bajo costo que puedan ser asignadas a los moradores. Eso tiene mucho más sentido que gastarse US$7 millones en la pretendida intervención a las Ruinas de San Francisco.

Se está comenzando ahora la intervención de la Calle El Conde y esa calle, por céntrica y emblemática, también se presta para masificar las viviendas de bajo costo. La solución podría requerir una declaración de utilidad pública de algunos edificios que puedan reconvertirse, pero algunos de los más importantes ya son propiedad estatal. Y no tendría que ser todas las edificaciones que se destinaran para esos fines. Lo que es evidente es que en esa calle se debe propiciar el encuentro del nacional con el extranjero porque eso enriquecería grandemente la experiencia turística.

Algo similar aplica al planeado desarrollo de parqueos. Si bien los establecimientos comerciales deben recibir asistencia para que sus clientes puedan encontrar parqueo, el Programa no está para hacer más ricos a los que ya lo son. Los parqueos tampoco deben privilegiar solamente al flujo de turistas extranjeros (e.g. léase autobuses que vengan desde Punta Cana u otros lugares). Estos deben planearse para facilitar las visitas de los residentes que provienen de otros barrios de la capital, preferiblemente los de la parte alta de la ciudad. Debemos además propiciar que los medios de transporte faciliten ese acceso, por lo cual es deseable que una estación del metro se habilite ahí.

La Ciudad Colonial tampoco debe derivar en un enclave para satisfacer las opciones de entretenimiento de las clases más pudientes solamente. El Programa no debe favorecer solamente el influjo de clientes de altos ingresos a los sitios de entretenimiento, ni tampoco los entretenimientos –a menudo desfigurados por la comercialización-- que congregan público deben apuntar solo hacia esa clientela. En la Plaza España, por ejemplo, deben propiciarse espectáculos que atraigan público de todos los estratos sociales...

Después de todo, la identidad no es patrimonio de la casta más rica de la sociedad. Es también –y tal vez más- patrimonio del pueblo llano Y no venga nadie a decir que debemos poner a la CC como una “tacita de plata” para que solo las elites y los extranjeros la disfruten. Eso equivaldría a “añadir insulto a la herida”. Y si el país “lo tiene todo”, como dice su promoción turística, también deben ser todos los que se beneficien del turismo de la Ciudad Colonial.

No hay duda de que el Programa ha batido el récord en materia de controversia. Las disidencias han sido tan fuertes que se justifica repensar el diseño de las intervenciones, esta vez con una mayor participación de los expertos nacionales e introduciendo los criterios de equidad social que aseguren que la identidad nacional sea para todos. Ese rediseño es demasiado importante para dejárselo solamente al BID y/o a los “expertos” extranjeros.

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