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La oración de la rana

Una noche, mientras oraba, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Al ver que todos los esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: ¡Cállate! Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida. Pero otro sonido vino a importunar a Bruno: “Quizás a Dios le agrade tanto el croar de una rana como el de tus salmos”. ¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios? Fue la respuesta de Bruno. ¿Por qué crees que inventó Dios ese sonido? Y decidió averiguar. Se asomó a la ventana y ordenó: ¡Canta! La rana volvió a cantar junto a las demás ranas del lugar. Bruno prestó atención, y entendió que si dejaba de resistirse al croar de las ranas, se enriquecía el silencio de la noche. Descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significaba orar.

Ahora, con la llegada del otoño, los grillos, al igual que las aves, se han despedido de su canto. Y me hacen falta. Mientras más calor, más fuerte y rápido cantan los grillos. Ahora me queda la noche, un cielo claro y millones de estrellas. Los puertorriqueños tienen el canto del Coquí, que es maravilloso. Encontré La Oración de la Rana, de Anthony de Mello, mientras buscaba otro libro. Y lo agarré. Porque sabía que en él reencontraría un camino suave y armonioso. En 1990 lo compré. Hay en él mucha enseñanza. Cosas sencillas que ayudan a transitar por la vida. No es un libro de oración, pero sí para reflexionar. Para sentarse con una buena taza de café o de té, y leer y compartir todo lo que dice y nos enseña: Por ejemplo esto: “Cuando Dios creó el mundo, quedó extasiado. Satán, a su manera, compartió su arrobamiento, y exclamó: ¡Vamos a organizarlo y a divertirnos!” “¿Has intentado alguna vez organizar la paz? En el momento que lo hagas, verás lo que son los conflictos de poder, las luchas internas. La única manera de tener paz, es dejarla crecer libremente”. Así es, la paz no se logra ni con balazos ni con macanazo, como sucede en nuestro país. Naturalmente, debemos educarnos para vivir en paz. Decía Benito Juárez: El respeto al derecho ajeno es la paz.

Y hay otro: Un sacerdote observaba a una mujer sentada en un banco de la iglesia con la cabeza entre las manos. Pensando que se trataba de un alma afligida se acercó a ella. ¿Puedo ayudarte en algo? No padre, he estado recibiendo la ayuda necesaria hasta que usted me interrumpió”. Este libro tiene moralejas: Bueno es dejar que alguien llore, esté en silencio, tranquilo, mirando al cielo, porque en momentos así se está comunicando con sí mismo y, además, está sacando a flote la fuerza que lleva dentro. Si encuentras este libro, cómpralo. Verás que no impone reglas, ni da consejos, sólo pequeñas cosas que hacen bien al alma.

Punto y aparte: Desayuno escolar: En una escuela de un campo de Moca vi las cajitas de leche tiradas en el suelo, en un rincón, con moscas a su alrededor ¿y entonces?

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