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La pasión musical y su bibliografía (II de II)

Sobre el merengue, existe una bibliografía que va creciendo y es, sin duda alguna, de especial trascendencia para el conocimiento de su historia y trayectoria. Vale destacar los esfuerzos en este sentido de Darío Tejeda, en "La pasión danzaria"; Luis Manuel Brito en "El merengue y la realidad existencial del dominicano"; Rafael Chaljub Mejía en "Antes de que te vayas. Trayectoria del merengue folklórico", y en "Por los caminos del merengue"; José del Castillo y Manuel García Arévalo en su "Antología del merengue"; Carlos Velázquez y Alejandro Ureña que escribieron "De Santo Domingo al mundo: el merengue y la bachata"; igualmente sobre "El merengue y la bachata. Orígenes, etapas y líderes" escribió Euri Cabral; Carlos Batista Matos publicó "Historia y evolución del merengue", así como una "historia y evolución" de la bachata; y, el norteamericano Paul Austerlitz quien escribiera en inglés hace años un libro sobre el merengue, que en años recientes fuese traducido y publicado por primera vez en español con los auspicios del Ministerio de Cultura bajo el título "Merengue, música e identidad dominicana".

Deseo destacar aquí -advirtiendo que ni en éste ni en nuestro trabajo anterior, intentamos hacer una lista exhaustiva, pero sí la que entendemos como bibliografía fundamental de la pasión musical dominicana- las importantes publicaciones surgidas de las diferentes ediciones del Congreso Internacional Música, Identidad y Cultura en el Caribe, que organiza el Centro León, las cuales conforman un reservoir clave para el análisis a profundidad del fenómeno musical caribeño, en los casos específicos abordados en ese cónclave excepcional en toda la región que son el merengue "en la cultura dominicana y del Caribe", el bolero "en la cultura caribeña y su proyección universal", y el son y la salsa "en la identidad del Caribe". Creo necesario mencionar un texto de extraordinaria valía como el que publicara el admirado vocalista e investigador musical Fernando Casado bajo el título "Santo Domingo, tesoro de la cultura musical antillana", y otros dos igualmente valiosos de la reputada musicóloga Bernarda Jorge sobre "La música dominicana, siglos XIX y XX" y la "Caracterización del modernismo en la música dominicana 1940-1945".

Al llegar aquí, creo justo resaltar dos obras que constituyen para mí irrebatibles aportaciones al conocimiento, valoración y resaltamiento de nuestra música y de nuestros compositores musicales. Tengo la honra de haber fundado y dirigido la Colección Cultural Codetel, que dio a la luz nueve volúmenes excepcionales, a razón de uno por año, a partir de 1998. Me tocó seleccionar los temas, escoger a los autores que debían investigar y escribir sobre los mismos, y corregir y supervisar dichos trabajos desde su redacción hasta su publicación. Esas dos obras son: "El bolero. Visiones y perfiles de una pasión dominicana", escrito por Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Delgado Malagón y José del Castillo, que entiendo es el libro que mejor ha enfocado y descrito la trayectoria del bolero dominicano que, a nuestro juicio, desde Radhamés Reyes Alfau, Nicolás Yabra, Bullumba Landestoy, Bienvenido Brens, Tony Vicioso y Moisés Zouain, hasta Luis Vásquez, Papa Molina, Manuel Sánchez Acosta, Manuel Troncoso, Rafael Solano y Cheo Zorrilla, entre otros muchos, está a la altura del mejor bolero del Continente, incluyendo en su historia al icono cubano Sindo Garay, que ambuló por las calles puertoplateñas a inicios del siglo veinte y que allí compuso algunas de sus más célebres composiciones. Por cierto, el bolero ha entrado en el terreno de la literatura dominicana en las creaciones de Pedro Vergés, René Rodríguez Soriano, Radhamés Reyes Vásquez, Enriquillo Sánchez, José Alcántara Almánzar, Fernando Valerio Holguín y Marcio Veloz Maggiolo, entre otros. Igual que el merengue, que dio lugar a uno de los más hermosos poemas de Franklin Mieses Burgos, "Paisaje con un merengue al fondo".

El otro volumen de la colección citada es "El merengue. Música y Baile de la República Dominicana" de la autoría de Catana Pérez de Cuello y Rafael Solano, una obra que no sólo realiza los mayores aportes al estudio del género y a su trajinar histórico, situando y reformulando pareceres, muchas veces contrapuestos o insuficientemente investigados en torno al tema, sino que es la primera ocasión en que nuestro ritmo nacional es abordado por músicos. Hasta ese momento, sólo periodistas, sociólogos, literatos, antropólogos, historiadores e investigadores folklóricos habían realizado la crónica histórica del merengue. Independientemente de los aportes de estos trabajos a un debate investigativo que suma décadas, las evaluaciones estuvieron matizadas por el examen sociológico o antropológico, el matiz historiográfico, el análisis folclórico o la crónica artística, por lo que el libro de Solano y Pérez de Cuello agregó el valor incalculable del estudio realizado por músicos que, a su vez, son investigadores, por lo que se trata de un estudio desde la música y desde la historia de la música dominicana.

Dentro de este contexto bibliográfico e investigativo, me permito resaltar el libro de Euri Cabral "Juan Luis Guerra y 440. Merengue y bachata a ritmo de poesía y compromiso", en tanto nos permite examinar la biografía de un icono musical de nuestros tiempos desde el plasma analítico de la historia del merengue y del fenómeno de la bachata. Esa introducción se hacía necesaria, toda vez que Guerra ha sido un exponente vigoroso del merengue y un reformador de su cadencia y de su vitalidad rítmica, al tiempo que se le considera el gran revitalizador y proyector de la bachata desde una armonía singular que la sacó del ghetto donde había establecido residencia por varias décadas.

Cabral hace acopio de los antecedentes investigativos en torno al merengue, reseñando las diferentes conclusiones a que arribaron en distintas épocas, investigadores y estudiosos del tema, desde Rafael Vidal y Pedro Henríquez Ureña, hasta Fradique Lizardo y Emilio Rodríguez Demorizi. Las teorías y los pareceres contrapuestos o concordantes, se enumeran con fidelidad absoluta en esta obra de Euri Cabral, quien no olvida las vicisitudes del merengue cuando sufrió, en sus inicios, la embestida de notables figuras intelectuales de la talla de Manuel de Jesús Galván, que levantó en su contra un rosario de adjetivos calificándolo de "indecente, maldito, abominable, impúdico, detestable, de poco gusto, hijo del diablo, pasión impía, sandunga infame, bárbaro"; de Eugenio Perdomo, Manuel de Jesús Heredia, Pedro de Castro y del gran civilista Ulises Francisco Espaillat, quien fuera Presidente de la República, que solicitaría el destierro definitivo del merengue, que se expulsara completamente del país.

Cabral integra de inmediato el tema de la bachata, para como en el caso del merengue, fijar sus características y su proyección histórica. El autor de nuevo señaliza pareceres y determina juicios en torno a este ritmo que, como el merengue, tuvo una raíz social nacida en la marginalidad. Cuello y Solano desestiman la vieja premisa de que el merengue es ritmo surgido en la ruralía y creen, por el contrario, que siempre tuvo un matiz urbano. En el caso de la bachata, parece no precisarse aún su verdadero origen, aunque podría ubicarse en los vericuetos de una ruralía virtual, instalada en las geografías barriales de la marginalidad urbana o suburbana. Federico García Godoy atestigua en "Guanuma" su existencia en los avatares políticos del conchoprimismo finisecular del 19 y los inicios del 20, pero más como definición de un ambiente que de un ritmo. García Godoy afirma, describiendo esa época, que "se va a la guerra, a la matanza, como si fuera una bachata". Rodríguez Demorizi, reproduciendo un informe de 1922 de la Línea Noroeste, relata que el hombre dominicano le gusta "todo lo que puede halagar sus vicios y apetitos mal contenidos... pero lo que más le encanta y atrae es la fiesta, si es de acordeón, o la bachata si es de guitarras y cantos y boleros…" Ramón Emilio Jiménez describe la bachata como una celebración "que se hacía con guitarras, bongó, palitos o cucharas, y otros instrumentos afines, y donde se bailaba predominantemente boleros y guarachas".

Euri Cabral concluye certeramente al señalar, desde estos juicios, que "la bachata, en tanto fenómeno social festivo, fue anterior a su conformación como ritmo propiamente dicho". Al describir en detalles todo el largo proceso del surgimiento de la bachata, se aventura a lanzar "al ruedo de la discusión de los investigadores musicales", la tesis sobre el origen del ritmo, contradiciendo a quienes postulan que surge en la década de los cincuenta o principios de los sesenta, para enfatizar su postura de que nació en la década de los años setentas del siglo 19. La tesis está lanzada al proceloso mar del debate cultural, pues el fenómeno de la bachata va exigiendo este tipo de consideraciones que habrán de coadyuvar al conocimiento cabal de su nacimiento y a la construcción de su desarrollo como expresión musical y textual de una realidad social y cultural que merece la mayor atención de los especialistas. El fenómeno de masas que es Romeo Santos exige este análisis, al margen de toda consideración -o desconsideración- musical. ¡Sociólogos: manos a la obra!