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La permanencia de un libro fundamental

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La permanencia de un libro fundamental
12 en la literatura dominicana de Guillermo Piña-Contreras.

La entrevista literaria era un género prácticamente inexistente en nuestro país cuando Guillermo Piña-Contreras publica, en 1982, Doce en la literatura dominicana, subtitulado “Del postumismo al pluralismo”.

Uno que otro interviú literario se había dado a conocer en los suplementos culturales de la época, pero todavía no se habían formalizado en libro los diálogos publicados o inéditos con escritores. La obra de Piña-Contreras abría un camino no desbrozado en la literatura dominicana, al tiempo que sin el autor proponérselo estaba realizando una contribución notable al conocimiento de las coordenadas creativas de personalidades de gran relevancia en nuestras letras, a un nivel de que todavía hoy este libro resulta fundamental para evaluar la marcha y las huellas de nuestros literatos de mayor renombre.

Piña-Contreras había realizado sus entrevistas a los mediados de los setentas, pero su libro viene a ser publicado en 1982 por la editora de la UCMM, dirigida entonces por el artista y crítico de arte Danilo de los Santos, ejercicio de promoción editorial de nuestra cultura literaria que hizo historia bajo la conducción de su fundador, Héctor Incháustegui Cabral. Los doce escritores seleccionados eran todos representativos de distintas promociones, generaciones, trayectorias y conductas literarias y, por tanto, protagonistas indiscutibles de nuestro país de las letras: Domingo Moreno Jimenes, pontífice postumista; Juan Bosch, Pedro Mir, Héctor Incháustegui Cabral, Rubén Suro, de Los Nuevos, de La Vega; Franklin Mieses Burgos, Manuel Rueda, quien acababa de fundar su movimiento pluralista; Abelardo Vicioso, de la generación del 48; Ramón Francisco, Marcio Veloz Maggiolo, y Miguel Alfonseca y Enriquillo Sánchez, que representaban a las nuevas hornadas literarias dominicanas.

Aunque el libro de Piña se edita seis o siete años después de que los diálogos con estos grandes escritores se hubiesen producido, cuando la obra se conoce genera un interés singular entre los lectores de la época, a un nivel, como ya anotamos, de que todavía en nuestros días es necesario conocer esa obra y, sobre todo para las generaciones más jóvenes creo que debería ser un canal obligado de referencia para evaluar la impronta creadora y humana de estas notables figuras.

En esa época, cuando Piña publica sus conversaciones con esa célebre docena de escritores, se leían tres libros de entrevistas que a los de mi generación les resultaron claves para conocer mucho mejor a los autores de cuyas obras principales habíamos dado cuenta ya como lectores. Se hizo famoso Siete voces (1974), “los más grandes escritores latinoamericanos se confiesan con” Rita Guibert, periodista argentina quien falleciera en New York en 2007, libro que traía una introducción de Emir Rodríguez Monegal, gurú literario de entonces. Por primera vez, teníamos a manos lo que nos faltaba para conocer mejor a Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Miguel Angel Asturias, Octavio Paz, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Guillermo Cabrera Infante. El club del can literario más sobresaliente y mediático de aquellos años. A poco, llegó otro libro menos consumido pero igualmente importante para muchos que colocamos la atención sobre el mismo. Se publicó en 1974 en la capital francesa, pero la traducción no llegaría hasta seis años después: Conversaciones con los escritores (1980), una publicación de The Paris Review que incluía a Robert Graves, John Dos Passos, Vladimir Nabokov, Jorge Luis Borges, George Seferis, John Steinbeck, W.H. Auden, Anthony Burgess, Jack Kerouac y John Updike. De algunos ya habíamos leído sus obras principales y a otros este libro de entrevistas nos llevaría a ellos con creciente interés. El tercero resultó por igual un acontecimiento de lectura: Escritores a fondo (1986), la reunión de las entrevistas que hiciese para la televisión española el famoso periodista catalán Joaquín Soler Serrano, fallecido en 2010. En su programa “A fondo” de TVE hizo fama con sus invitados (escritores, cantantes, compositores, artistas plásticos, cineastas) a quienes cuestionaba con mucha profundidad y conocimiento. Su libro estaba organizado por países, comenzando con España (Camilo José Cela, Miguel Delibes, José María Gironella y Gonzalo Torrente Ballester); luego, Argentina (Borges, Cortázar, Mujica Lainez y Sabato); Colombia (Héctor Rojas Herazo); Cuba (Cabrera Infante y Carpentier); Chile (Donoso y Matilde, la viuda de Neruda, por quienes supimos entonces revelaciones que años después serían ampliados); México (Fuentes, Paz y Rulfo); Paraguay (Roa Bastos); Perú (Vargas Llosa); Uruguay (Onetti); y Venezuela (Uslar Pietri).

De modo que cuando Piña-Contreras da a conocer su libro estaba inscribiéndose, seguramente sin saberlo a conciencia, en una corriente de información que despertaba mucho interés en el mundo latinoamericano, norteamericano y europeo, en torno a los autores de mayor consagración y reconocimiento. De ahí que su obra marcaba una época, inauguraba un género no abordado aún en nuestra historia literaria y ofrecía a lectores y críticos la oportunidad de profundizar en la vida y obra de nuestros escritores más emblemáticos. Treinta y tres años después de aquella edición, esa obra sigue siendo fundamental para quienes fuimos sus lectores de aquella época y debiera serlo para los que en los últimos años han tomado como oficio la escritura y para los que apenas se inician en este quehacer.

En el mismo año en que yo visitaba a Moreno Jimenes en su casa del Barrio de Mejoramiento Social para escribir su biografía (Domingo Moreno Jimenes, apóstol de la poesía, 1976), Piña-Contreras lo visitaba también, sin yo saberlo ni conocer aún a Guillermo, para extraerle importantes confesiones. Coherente, el gran poeta le respondió lo mismo a ambos, según pude comprobar cuando 12 en la literatura dominicana salió seis años después que mi libro. Pero, hay aspectos novedosos en las entrevistas de Piña que el lector acucioso habrá de descubrir. La de Bosch es una entrevista jugosa, donde el gran cuentista revela su técnica, desmenuza sus obras, formula revelaciones políticas, nos subyuga con la historia de Juan de la Paz o nos relata sus peripecias de escritor para sobrevivir en el exilio. Para un escritor como Piña-Contreras que poco más del cincuenta por ciento de su bibliografía está dedicada al tema boschiano, esta entrevista tal vez sea la que inaugura esa trayectoria de estudio y promoción de la obra del autor de La Mañosa.

Pedro Mir se nos oferta con sus particulares concepciones sobre la literatura, y algunas contradicciones. Incháustegui Cabral cuenta la historia de La Cueva, no abjura de su fe trujillista (La balada y el péndulo de que habló una vez Andrés L. Mateo), evalúa su carrera poética y formula revelaciones desconocidas entonces sobre la literatura dominicana. Rubén Suro es parco, pero aunque deja alguna pregunta sin respuesta (¿por qué se dispersó el grupo de Los Nuevos?), refiere anécdotas y establece la deuda de sus colegas veganos con Moreno Jimenes quien le trazara pautas a los mismos. Mieses Burgos anota sus libros de formación, relata su hechura poética, como otros de los entrevistados reniega de la crítica literaria, a la vez que enfrenta al Pluralismo señalando que no alcanza el nivel de La Poesía Sorprendida. Rueda enfila sus dardos contra los poetas sesentistas, y explica y defiende su lírica pluralista enfrentando a sus críticos como solo él sabía hacerlo. Abelardo exhibe sus insatisfacciones con el Pluralismo. Ramón Francisco, aunque se equivoca al vaticinar que Cien años de soledad no es una obra maestra, expone con la sapiencia y la virtud conceptualizadora que siempre acompañó su ciclo vital. Marcio ofrece por primera vez las coordenadas de su narrativa, en los prolegómenos de una carrera de múltiples destellos. Alfonseca abjura de su labor literaria camino hacia el hermetismo filosófico que circunvaluó su vida de posguerra. Y Enriquillo Sánchez, con entonces 28 años, muestra ya las que serían las aristas conformadoras de su temperamento intelectual y de su sello literario.

Más de tres décadas después, los aportes de la obra de Piña-Contreras siguen intactos. Su trascendencia, invariable. Es un acierto irrebatible su reedición, sobre todo cuando trae como valor agregado su publicación íntegra, ya que en la primera los editores de la UCMM eliminaron la selección poética de los autores que acompañaba cada entrevista. Luego del libro de Guillermo vinieron otros libros de entrevistas, pero el suyo fue inaugural y ha sido, desde entonces, uno de los textos capitales en el conocimiento crítico de la literatura dominicana contemporánea.

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