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Las Campañas Restauradoras del Este y Sur

Fueron duras las campañas del Sur y Este, pero pudo más el valor de nuestros soldados. Por Frank Viñals

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Las Campañas Restauradoras del Este y Sur
Una escena recreada de la Guerra de Restauración. (FUENTE EXTERNA)

Cuando se habla de la Restauración de la República, generalmente se piensa en Santiago o en el Cibao, como si en esos lugares fue que se celebró solamente dicha gesta reivindicadora de nuestra independencia, y no fue así. El gobierno provisorio restaurador tenía su asiento en Santiago, y grandes acontecimientos militares se celebraron en la línea noreste, Puerto Plata, Santiago y Cibao Central; pero el Este y Sur también fueron escenarios de importantes eventos militares que fueron determinantes en nuestra lucha contra el poder imperial español.

Cuando terminó el sitio de la Fortaleza San Luis y El Castillo en Santiago, el 13 de septiembre de 1863, al otro día se instaló en los altos de la casa de Madame García (hoy escuela de señoritas México) el gobierno provisorio Restaurador. Ese mismo día llegaron informaciones del gobernador de La Vega, Manuel Mejía, sobre los aprestos del General Pedro Santana para marchar sobre Santiago con una fuerza de unos 6,000 hombres con el fin de aplastar la revolución. Al mismo tiempo, el General La Gándara se preparaba en Santiago de Cuba para salir hacia Puerto Plata con los mismos fines. Aunque los restauradores habían obtenido un resonante e importante triunfo en la Batalla de Santiago, con pérdida en muertos, heridos y desaparecidos de gran consideración, el León de Castilla aún no se daba por vencido y los restauradores lo sabían, por eso el gobierno efectuó movimientos estratégicos de gran consideración. Se nombró al bravo General Gaspar Polanco, héroe de la batalla de Santiago, jefe de operaciones en Puerto Plata y a Benito Monción con igual rango en la línea Noroeste.

La noticia de la victoria en Santiago había levantado el ánimo en los pueblos del Este y Sur, y ya existía una efervescencia patriótica en esa zona, esperando solamente la llegada de los líderes para unirse al movimiento restaurador.

El gobierno restaurador nombró al general Gregorio Luperón para que enfrentase a Santana y evitara su avance al Cibao. Por otro lado, el iniciador del movimiento restaurador Santiago Rodríguez fue nombrado para promover en los pueblos del Sur y conseguir su apoyo.

El nombramiento de Luperón para enfrentar a Santana dice el inmenso prestigio que este mozalbete había obtenido en las filas militares restauradoras en tan solo unos días. Luperón tenía apenas 24 años de edad, y días antes era prácticamente desconocido y burlado cuando sorpresivamente se presentó en Santiago haciendo alardes con una espada que nadie sabía dónde la había obtenido.

El nombramiento de Luperón por la responsabilidad que representaba nos da una idea que el mismo ya era una legendaria figura por sus increíbles proezas.

Santana, tanto para los españoles como para los dominicanos representaba lo invencible, ya había sofocado el movimiento revolucionario de los tabaqueros del Cibao apenas unos 6 años antes. ¡Santana era Santana! Y se envía a este joven a hacerle frente. Es decir, que por un lado viene Santana desde el Este, con un gran contingente y por el Norte está en camino el general La Gándara desde Santiago de Cuba hacia Puerto Plata. Cuando analizamos estos hechos, llegamos a la conclusión de que los jefes del gobierno restaurador en Santiago eran más que espartanos. Los peligros a lo que se exponían eran indescriptibles. Santiago se encontraba expuesta a ser convertida en un empoderado, fuego por el norte y fuego por el sur.

Luperón aceptó el nombramiento de jefe de operaciones del Este y Sur, solamente con una condición, que Santana fuera declarado traidor a la patria por el gobierno Restaurador.

He aquí el decreto:

República Dominicana

El Gobierno provisional.

Considerando: que el General Pedro Santana se ha hecho culpable del crimen de alta traición, enajenando en favor de la corona de Castilla, la República Dominicana, sin la libre y legal voluntad de sus pueblos y contra el texto expreso de la ley fundamental.

Ha venido a decretar y decreta:

Art. 1ero. El dicho General Pedro Santana queda puesto fuera de la ley; y por consiguiente, todo jefe de tropa que le apresare le hará pasar por las armas, reconocida que sea la identidad de su persona.

Dado en Santiago de los Caballeros, en la sala de Gobierno, a los 14 días del mes de septiembre de 1863.

El Vice-Presidente Benigno Filomeno de Rojas, refrendado; la comisión de guerra: R. Mella; P. Pujols; la Comisión de Hacienda: J. M. , Ricardo Curie; la comisión de Relaciones Exteriores; Ulises F. Espaillat, la comisión de interior, justicia y policía; Máximo Grullón, G. Perpiñan.

Veamos lo que dice Archambault sobre estos hechos: “Dos horas después de este decreto partió Luperón para Moca a donde entró a las 8 de la noche, acompañado de cuatro dragones y siguiendo al día siguiente para La Vega. Allí tuvo que parar para organizar su ejército, porque el gobierno no le había dado ninguno, sino algunas municiones. Era en verdad una ardua tarea la de enfrentarse a un gigante como Santana sin un ejército bien equipado y sin dinero”.

Luperón enfrentó en Arroyo Bermejo, el Sillón de la viuda y Sabatico al contingente de Santana, ocasionándole grandes pérdidas, pero lo más importante fue la desmitificación de Santana como invencible, y aún más el comienzo del descalabro de su vida militar y política. Santana no obedeció una orden de su superior, el capitán general Olivero, y ahí comenzó su desgracia ante sus amos y el desprestigio militar ante sus compatriotas y soldados.

Las narraciones sobre las proezas de Luperón y sus bravos jefes militares no son suficientes para estas breves notas, sino que sería necesario un libro para reseñar tanto arrojo y valor. Veamos una muestra: en la Sabana del Vigía, Luperón fue derribado de la mula que montaba en un combate cuerpo a cuerpo; su camiseta fue desgarrada completamente, y se encontraba en el suelo prácticamente esperando el golpe final para ser muerto. Un azuano inseparable de Luperón logró agarrar la mula por el freno y el coronel Antonio Caba más otros oficiales, al ver la situación desesperante de su jefe acudieron en su ayuda, ya que estaba rodeado por la caballería enemiga al mando del general Suero, “el Cid Negro”. El comandante de artillería patriota Pedro Royer, el coronel Florencio Hernández y Antonio Estrella acudieron urgentemente para tratar de salvar su jefe, aún en detrimento de sus respectivas tropas.

La situación era tan desesperante, totalmente rodeado, que le gritó al comandante Royer: “Dispárale el cañón aunque me mate”.

El disparo abrió un claro en la vanguardia española matando varios soldados españoles, y Luperón a todo galope montado al pelo en su mula pasó entre la caballería española que no podía creer lo que veía. En esta batalla también participó el Presidente Pepillo Salcedo que estaba de inspección en la zona.

Es bueno señalar que entre el Presidente Salcedo y el General Luperón hubo un enfrentamiento que no terminó en desgracia por la intervención de los Generales Adames, Trinidad y Eusebio Manzueta que habían fraccionado la dirección restauradora en tan importante y decisivo momento.

En la parte sur del país las acciones bandoleras del General Pedro Florentino habían hecho mucho daño a la imagen del movimiento restaurador retardando la integración de las mayorías de los pueblos del sur al movimiento patriótico. Esto comenzó a cambiar después de las noticias del triunfo en Santiago, los eventos de Arroyo Bermejo, Sabana de Vigía y el empantanamiento del General Santana en el Sillón de la Viuda que cambió la imagen de General invencible. También la llegada al sur del correcto militar Santiago Rodríguez ayudaron levantar el fervor patriótico de adhesión de las ciudades del sur.

El capitán general español Ribero del país, con los revolucionarios consolidados en Santiago, Puerto Plata y la línea noroeste, y el general Santana, detenido en el Sillón de la Viuda por las fuerzas restauradoras, consideró pertinente reconcentrar todas sus fuerzas en la capital y dio instrucciones a La Gándara que abandonara Azua y regresara a la capital con todas las tropas españolas en un buque que se encontraba en la zona. Los pueblos del sur se fueron pronunciando gradualmente en favor de la gesta restauradora para la victoria final de nuestra gran epopeya.

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