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Les voy a contar un cuento

Como en nuestro país hay tantos desastres: asesinatos sin razones ni sentidos (nunca los tendrán), dengues con mosquitos, que la carne trae complicaciones y el queso también según he visto en los periódicos y la televisión, dicen que muchos de quienes los fabrican los hacen en vasijas sucias y sin camisas y sin nada que les cubra la cabeza, se arrascan y vuelven a meter las manos (esos son algunos, pues hay quien fabrique quesos, además de deliciosos, correctamente preparados), el tránsito es complicado en el país entero, todo cuesta caro y no hay soluciones a la corrupción. Etc., etc.... Aquí voy:

LA BAILARINA COJA: La despertó el sonido de la radio vecina con una canción suave y armoniosa que le anunció que debía levantarse. Estiró las piernas y los brazos. Sonrió. Se calzó con sus hermosas sandalias especiales color rosa y entre paso y paso bailable supo que le esperaba un bonito día. Su marido regresaría aquella tarde y ella le prepararía una gran cena. Mientras el café se colaba a sí mismo en una bella greca color rojo que le regaló una amiga, entró al baño y se aseó y se sentó a sentir el sol que entraba a raudales por las ventanas dibujando arabescos en la alfombra, en la mesa cobijada por un mantel tejido de color blanco. Saboreó el café con calma, dejando que se le diluyera en su lengua y empapara su paladar, y deleitó también su mirada en las flores, en los árboles que dentro de unos días darían paso a las frutas, ya que las había sembrado hacían unos años y al llegar la primavera anunciaban sus cosechas.

Eran las ocho de la mañana y tenía en su agenda ir a sus clases de baile, pasar por el supermercado para comprar lo que le hacía falta, regresar a esperar a su marido que regresaría de Villa Trina donde había ido, hacía tres días, a poner en función un negocio, y ella lo esperaba con ansias y con la mejor de sus sonrisas. Era un buen esposo, solidario, cariñoso, comprensivo y lo único que les faltaba era un hijo. Sonó el teléfono. El médico dio la noticia del embarazo. Saltó de júbilo. Con cinco años de casados ahora culminaba la felicidad de ser madre. Pensaba en la alegría de su esposo, quería ver su cara de asombro y luego sus besos y abrazos, de hacer proyectos con la llegada del bebé, buscar su nombre, dormir abrazados y contentos y así les sorprendería la mañana... Así estaba. Cuando al llegar la noche su esposo no volvió.

Sé que se preguntarán ¿Qué ha pasado? Cada quien creerá que es algo persistente de lo que pasa en nuestro país.

Moca