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Los Comandos y el Carisma de Montes

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Los Comandos y el Carisma de Montes
Caamaño y Montes Arache. (FUENTE EXTERNA)

En varios de los capítulos de la obra El Pueblo en Armas. Revolución en Santo Domingo (1970), el sociólogo de la Universidad de Pittsburgh José A. Moreno aborda lo que llama la organización paramilitar. Refiriéndose con ello a la estructuración de los comandos cívico-militares, cuyas unidades sirvieron de soporte a los contingentes militares regulares que se sumaron al movimiento constitucionalista de abril del 65, multiplicando significativamente su potencial de combate y manteniendo en alto el espíritu de lucha. Moreno considera que, desde los primeros días de la guerra, los civiles de los comandos superaron en número a los soldados rebeldes –como les llamaba la prensa norteamericana y el gobierno de Johnson- en una relación de 4 a 1. Conforme a su visión, el coronel Montes Arache –jefe carismático del cuerpo de hombres rana y ministro de las Fuerzas Armadas en el gobierno de Caamaño- jugó un papel clave al darles apoyo logístico y encuadramiento estratégico a estas unidades.

Un aserto que comparto, ya que viví esa experiencia de algo más de cuatro meses y mantuve relaciones de amistad con ese soldado brillante, valiente y audaz. A quien profesé admiración, como sucediera con tantos miembros de mi generación, a la cual estuvo abierto en un verdadero ejercicio de empatía. Mi vinculación con André Riviére –un legionario francés veterano de Indochina y Argelia, luchador contra Duvalier, integrado a los hombres rana y muerto en operaciones de guerra el 15 de junio del 65, a quien los dirigentes del grupo universitario FURR ayudamos en los 60 a instalarse en el país y a hacer contactos políticos para su causa- y el nexo con la familia Pedemonte (don Alfonso, su esposa Ana, sus hijos Foncito, Leo, quien se convirtió en sombra de Montes Arache, al igual que lo fuera Vejé Pimentel para Caamaño, así como con Ricardo y la hermosa Margarita, mi compañera de dirección en la Juventud Socialdemócrata), franquearon el acceso al legendario comandante. Enriquecido con encuentros sociales en la Pizzería Cesare del Malecón, la Heladería Pizzería Sorrento y el Hotel Europa, ambos frente al Parque Independencia.

En uno de los apéndices del libro de Moreno se ofrece una valiosa lista de 129 comandos y otros puestos militares, basada en registros oficiales del gobierno de Caamaño al mes de julio del 65. Sobre esta relación, nuestro sociólogo retoma el tema del origen de los comandos, mediante el estudio en profundidad de 48 de ellos. Estableciendo que 27 provenían de grupos primarios (familiares, amigos del barrio o compueblanos) y 21 surgieron de organizaciones formales previamente existentes. Entre los primeros, predominaba la identificación con la demarcación territorial (74%), correspondiendo 9 unidades a combatientes que se organizaron a partir de la residencia de sus miembros en el mismo barrio, otros 8 se agruparon al compartir un mismo pueblo de origen y 3 al pertenecer sus integrantes a una determinada provincia.

Entre los comandos estructurados por líneas de relaciones primarias seguía la familia (15%) y la pertenencia a un grupo étnico o nacional (11%). Hubo casos de comandos en los cuales padre e hijo ocuparon las dos posiciones cimeras de mando, como fuera San Antón, o unidades de seguridad personal, como la que rodeaba al presidente Caamaño, en la que predominaba personal de absoluta confianza ligado por lazos de parentesco. Tales los Caamaño y los Deñó, con la participación de Claudio, Chibú, César, Fidencio, entre otros, expresión de una familia de tradición militar que tuvo una activa y valiente integración en el movimiento.

Asimismo, la nacionalidad agrupó a los haitianos que se acantonaron en las instalaciones del Club Sirio Libanés Palestino, frente al Parque Independencia, quienes prestaron valiosa contribución como armeros, ocupándose de reparar el equipo bélico y realizar adaptaciones de armamento aplicando criterios de “tecnología apropiada” aprovechando los materiales disponibles. Allí, en el Comando Armería ejercieron funciones de mando los combatientes Lafontaine y Baptiste. Un joven René Theodore, quien llegaría a dirigir el Partido Comunista de Haití y sería considerado para ocupar el puesto de premier en el marco de las negociaciones entre Aristide y los militares que lo derrocaron en 1991, formó parte de ese comando.

De los comandos formados a partir de una organización formal previa, conforme la muestra seleccionada por Moreno en su estudio, la base sindical representaba el 33% con entidades como los portuarios de POASI y la central FOUPSA-CESITRADO. El partido político y la unidad militar el 24% cada uno y la profesión el 19%. Resalta, al echar un vistazo a la lista de unidades militares que aparece en la obra, que el Comando B-3, con hegemonía política de la Agrupación Política 14 de Junio, registrara el número más elevado de miembros (183) y el de la Escuela Argentina, dominado absolutamente por el Movimiento Popular Dominicano (MPD), fuera el segundo numéricamente mayor (140). El Partido Socialista Popular (PSP) mantuvo en el Comando San Lázaro, integrado por unas 53 personas, a importantes cuadros de su buró militar como Manolo González, el Gallego, Tony Isa Conde, Justino José del Orbe y Alfredo Conde Sturla.

Los partidos de izquierda, mejor estructurados y seducidos por el entrismo consistente en infiltrar el mayor número de organizaciones para ejercer influencia política, mantuvieron presencia en numerosos comandos, desempeñando roles de mando, a veces como subcomandantes debajo de un militar constitucionalista que ejercía la comandancia. De todas las fuerzas de izquierda, como lo afirman las evaluaciones de inteligencia de la época, los estudios académicos y las memorias de combatientes, la Agrupación Política 14 de Junio tuvo la mayor presencia político militar. Y fue dínamo de la Academia Militar 24 de Abril que funcionó en las instalaciones del Parque Hostos, con instructores salidos de sus propias filas –Picky Lora, Teresa Espaillat, Arnulfo Reyes, Homero Hernández, Pichy Mella- y oficiales militares constitucionalistas como José Noboa Garnes, recientemente fallecido.

El PSP tuvo alguna presencia en otras unidades, como fuera el caso del comando de San Carlos que operó en el Colegio Santo Niño de Atocha, al frente del cual se encontraba el oficial de la MGD Adriano Viladín Pujols, mientras Edmundo García, José Antonio Rivas y Sully Saneaux, militantes de la entidad, prestaban servicios en el mismo. En otro comando que tuvo como base el sindicato portuario POASI una célula de jóvenes del PSP se le unió, entre ellos Roberto Cassá, Porfirio García, Osvaldo Domínguez y Felifrán Ayuso, en la que fuera una experiencia mutuamente enriquecedora. Una excelente muestra fotográfica exhibida por el Archivo General de la Nación con motivo del 50 Aniversario de la Revolución de Abril, presenta esta simbiosis de viejos robles del arrimo portuario y mozos esperanzados con un futuro mejor. El MPD, aparentemente, observó una cierta reserva en cuanto a mezclarse más liberalmente con otros combatientes de signo ideológico diverso, operando su propia academia de entrenamiento militar, como también lo hiciera el PSP. Casos ambos poco estudiados.

Un partido que suele olvidarse en los sucesos del 65 –firmante junto al PRD del Pacto de Río Piedras- fue el Revolucionario Social Cristiano (PRSC), con su local principal frente al Parque Independencia, en la segunda planta de Mercedes con Palo Hincado. El movimiento socialcristiano fue una fuerza promisoria motivada por principios ideológicos y tuvo expresión en el partido, la juventud (JRSC), el estudiantado (JRC y BRUC) y en la acción sindical con la CASC y la FEDELAC. Durante el conflicto bélico del 65 dirigentes, sindicalistas y jóvenes socialcristianos dijeron presente, con la actuación de Rafaelito Martínez, Henry Molina, Gabriel del Río, Llía Valverde, Quico Tabar, entre muchos otros.

En el caso del PRD, la gran fuerza de masas que motorizó el movimiento constitucionalista de abril del 65, su carácter menos ideologizado y disciplinado en cuanto a estructura organizacional al comparársele con los partidos anteriores, el rol de liderazgo político que ejerció en la cúpula del gobierno de Caamaño y la conexión directa con el alto mando militar constitucionalista, le hicieron menos propenso a formar comandos dominados exclusivamente por militantes perredeístas. El grueso de sus miembros y simpatizantes se hallaba diseminado en una multiplicidad de unidades de combate. Justamente las de composición mixta, que fueron la inmensa mayoría.

En uno de los capítulos de la obra, Moreno caracteriza a los llamados rebeldes –en contraposición a los leales que permanecieron fieles a la estructura militar y burocrática formal. Explora el marco ideológico que animó a los políticos, militares, profesionales, sindicalistas y estudiantes constitucionalistas, así como los niveles de percepción respecto a su sentido de pertenencia y capacidad para influir en la sociedad, encontrando un alto grado de frustración. Precisamente, uno de los detonantes del estallido de la revolución de abril.

A su vez, las entrevistas realizadas revelaron que el 80% de los miembros de los comandos provenía de los barrios donde reside la población de bajos ingresos. El 40% estuvo desde el inicio junto a los líderes constitucionalistas en Ciudad Nueva, mientras el 60% había cruzado el Corredor Internacional desde los barrios populares de la zona norte tras la Operación Limpieza. Un 60% estaba alfabetizado y otro tanto se hallaba desempleado, siendo 65% personal no calificado. Sorprende que sólo un 10% perteneciera a partidos y apenas un 5% acudiera a servicios religiosos regulares. A través de estos indicadores -comenta el autor- “concluí que estos muchachos estaban marginados de la vida de la sociedad dominicana”. Una nota que debemos atender, ahora que se conmemora el 50 aniversario de una gesta en la que Bosch era el símbolo, Caamaño el líder y Montes sencillamente la leyenda.

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