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Republicanos en Santo Domingo

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Republicanos en Santo Domingo
Negrita con flores de Gausachs.

El carácter político de la migración republicana española del 39-40 y la naturaleza masiva del flujo, unido a la circunstancia de que los exiliados alentaban esperanzas de un pronto retorno a España tras un posible triunfo aliado en Europa, mantuvieron vivas las vocaciones militantes de los expatriados. De esta forma, las organizaciones que antes habían motivado las lealtades políticas de estos refugiados en el cuadro de la España republicana, cobrarían vigencia en suelo dominicano. Junto a otras surgidas al calor de las nuevas condiciones, como la Junta de Auxilios a los Republicanos Españoles (JARE) y el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), ambas entidades surgidas en París en 1939.

Así, tendríamos la presencia en suelo dominicano del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la mayor formación de la izquierda española, afectada durante la República por la lucha entre tendencias y los liderazgos protagónicos de Indalecio Prieto y Largo Caballero. División que se proyectaría luego en el exilio con Prieto y Juan Negrín –último jefe del gobierno republicano- capitaneando los principales agrupamientos del PSOE. También del Partido Comunista Español (PCE), el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), que encuadraba a los comunistas catalanes, las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y el Grupo Femenino de Comunistas Españolas. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT), formación anarcosindicalista, y la Federación Anarquista Ibérica (FAI), dos organizaciones que por su radicalismo ideológico y su vocación hacia la acción directa –toma de tierras, huelgas insurreccionales, ocupación de recintos eclesiásticos- contribuyeron a la erosión de la legitimidad de la autoridad del régimen republicano.

Asimismo, llegaron en los barcos cargados de refugiados entidades estrictamente republicanas moderadas y de izquierda. Y el Partido Nacionalista Vasco (PNV), de perfil autonomista, que tuvo en Jesús de Galíndez a una de sus figuras principales, representante del primer lendakari de Euzkadi José Antonio Aguirre. Quien mantendría la presencia de un gobierno vasco en el exilio, con acreditación ante la ONU, justamente asumida en Nueva York por Galíndez, el profesor de Columbia University y colaborador del FBI y la CIA secuestrado por operativos de Trujillo en 1956. Autor de La Era de Trujillo: un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana, su tesis doctoral que le costaría la vida. El vasco laboró aquí en la Secretaría de Estado de Trabajo en el Comité Nacional de Salarios y en la Escuela Diplomática. Estos grupos fueron algunos de los que operaron en el país entre 1939 y 1945.

Dichas entidades realizaron una amplia labor propagandística, a través de los periódicos Por la República y Juventud Española, de orientación comunista, y Democracia, órgano vinculado al PSOE aunque comprendía un amplio espectro ideológico. De revistas como Catalonia –ligada al PSUC y al Club Catalán-, de la cual se publicaron 8 números. Así como mediante folletos titulados La España de Hoy, El Poder Soviético, El Ejército Rojo, La Constitución Soviética. Junto a la celebración de actividades culturales y políticas. El contenido de estas publicaciones abarcaba denuncias contra el franquismo y los países del Eje durante la II Guerra Mundial (Alemania, Italia, Japón), exaltaciones de los éxitos militares aliados, elogios al sistema soviético y material cultural diverso.

Para desarrollar sus actividades en un marco más amplio, estos grupos crearon el Centro Democrático Español, que abrió locales en Ciudad Trujillo y Santiago. El primero funcionó entre 1941 y 1944, año en que fue clausurado por sus “tendencias comunistas”, mientras que el segundo cerró antes, en 1943. También operó una delegación dominicana, a cargo de Romero Solano y luego Miguel Benavides, de la JARE, cuya base central se hallaba en México, que canalizaba ayudas puntuales a los refugiados para cubrir sus traslados a otros destinos americanos, asistencia médica y humanitaria, con una asignación mensual y aportes extraordinarios. Estas organizaciones fueron desapareciendo por presión de las autoridades dominicanas, que veían con creciente recelo las actividades de los comunistas y sus aliados –igual monitoreados por la embajada americana y el FBI-, especialmente por los efectos que éstas tenían sobre grupos opositores dominicanos.

En este sentido, en 1942 se produjo una huelga de los trabajadores azucareros del Central Romana, en la región Este, a la cual los servicios de inteligencia de Trujillo vincularon a un grupo de exiliados españoles. Entendiendo que los sindicalistas españoles habrían actuado clandestinamente asesorando al incipiente movimiento obrero dominicano. Posteriormente –ya en el período de postguerra, en 1946- surgieron a la palestra pública algunas organizaciones políticas anti trujillistas que se acogieron a las garantías ofrecidas por el gobierno, como fueron los casos más señeros de Juventud Democrática (JD) y el Partido Socialista Popular (nombre éste que adoptaron los comunistas dominicanos influidos por sus camaradas del PSP cubano que actuaban por subrogación de autoridad del movimiento comunista internacional en el Caribe), en cuyas raíces inmediatas se percibía la influencia de los comunistas españoles y de otros grupos republicanos en la vida dominicana.

Nuestro Pedro Mir en “Memorias de un Siglo” –entrevistado por la periodista Ana Mitila Lora- refiere que “las ideas socialistas llegaron con los intelectuales españoles. Lo determinante -y para nuestra generación fue una sorpresa- fue que Rusia se volvió una potencia mundial. Y una serie de países formaron la Unión Soviética. Eso representó un cambio en el equilibrio de fuerzas mundiales y anunciaba cambios profundos. Fue una época estremecedora. Después empezó la Guerra Fría y los rusos se convirtieron en enemigos de la humanidad y a los pobres comunistas había que eliminarlos como cucarachas”. Algo que Trujillo entendió a cabalidad, dada la naturaleza represiva de su régimen.

Amplía Mir que con la llegada de los refugiados republicanos, “los españoles se distribuyeron por toda la República. Los que fueron a Macorís eran catedráticos. Ellos influyeron políticamente aunque su actividad no fuera política. Por ejemplo, Enrique Casals Chapí, fundó la Orquesta Sinfónica Nacional. Presentó las nueve sinfonías de Beethoven y la Coral. Eso hacía que uno viera a esos españoles como semidioses”. El entonces joven abogado y poeta incipiente trabó amistad con Justo Turc, también abogado, quien luego emigraría a México. Allí Mir, en una etapa de su exilio antitrujillista, se encontró con otros refugiados que habían estado en el país, como Marino Carreras, periodista del diario Novedades y su esposa Laura Bolaños.

La presencia de un nutrido grupo de profesionales, intelectuales y artistas republicanos, tuvo una extraordinaria repercusión en la vida cultural dominicana, enriqueciéndola en múltiples aspectos. Las puertas de la Universidad de Santo Domingo fueron abiertas por su progresista rector don Julio Ortega Frier –verdadero mecenas de los inmigrantes al decir de Vicente Llorens-, incorporando a sus aulas al pedagogo y ex diputado socialista Fernando Sainz. Al matemático y también legislador socialista Amós Sabrás –quien junto a Francisco Rived y Francisco Vera laborarían en la Facultad de Ingeniería-, al sociólogo y politólogo Vicente Herrero Ayllón, al criminólogo Constancio Bernaldo de Quirós, al jurista e historiador Javier Malagón Barceló, al eramista gallego José Almoina Mateos, y al propio Vicente Llorens, en el campo de las humanidades. Así como al educador Malaquías Gil Arantegui, entre otros notables catedráticos. Tal Alfredo Matilla, más tarde acogido en la Universidad de Puerto Rico por la acción visionaria del rector Jaime Benítez, al igual que Llorens. Con ellos, como núcleo central reforzado por académicos locales, se crearía en el país la Facultad de Filosofía y Letras.

Dos emigrados, Luis Florén Lozano y Ramón Martorell Otzet, pasarían a dirigir la Biblioteca de la Universidad y el recién formado Instituto Geográfico y Geológico, respectivamente. El zaragozano Florén –con impronta fundamental en la organización de los fondos bibliográficos de la universidad dominicana entre 1939 y 1953- tenía 26 años cuando arribó a estas tierras graduado de filosofía y letras, certificado como archivero, arqueólogo y bibliotecólogo. Quienes lo conocieron y trabajaron junto a él lo refieren como un dínamo sistemático y escrupuloso en sus funciones.

Su labor comprende decenas de publicaciones, como Bibliografía Bibliotecológica Dominicana: 1930-1952; Guía de las Librerías, Editores e Impresores de la Republica Dominicana; Guía de Instituciones Sociedades Científicas; Bibliografía de los Profesores Universitarios; bibliografías especializadas en medicina, odontología e historia. La edición del Anuario Bibliográfico Dominicano, y colaboraciones en diarios y revistas. En 1953 se fue a Colombia como jefe del Servicio de Intercambio Científico del Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento Urbano, pasando en 1959 a dirigir, hasta su muerte en 1973, la Escuela Interamericana de Bibliotecología, clave en la formación del personal técnico del hemisferio.

Nacido en 1901, el ingeniero y militar Ramón Martorell Otzet –ingeniero del ayuntamiento barcelonés y comandante de ingenieros del Ejército del Este- se embarcó en 1939 junto a su esposa Nieves y su hijo Enrique. Aquí, cabeza del Instituto Geográfico y Geológico, publicó La proyección gnomónica sobre el horizonte de Ciudad Trujillo (1946); Características de la Carta Preliminar del Territorio Nacional (1947); “Utilidad de la cartografía en los estudios y prácticas agrícolas” (1941). También un mapa general del país y una carta gnomónica de las Antillas. Dirigió los trabajos topográficos de la Comisión de Límites. En 1946 se fue a México, donde falleció en 1967.

Una muestra meritoria del exilio republicano en Santo Domingo.

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