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Santos de Palo de Bonao

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Santos de Palo de Bonao

El pasado 12 de octubre se celebró la ceremonia de entrega de los Premios Brugal Cree en su Gente en el Auditorio del Palacio de Bellas Artes, en su vigésima quinta edición. Orgullosamente unido a su jurado calificador durante 25 años desde los tiempos en que presidiera el querido caballero George Arzeno Brugal, pasando por el firme liderazgo de Franklin Báez Brugal, y ahora al frente una dama encantadora y talentosa, Virginia Cabral Arzeno, me correspondió entregar el galardón en el renglón Cultura, al Grupo Santos de Palo de Bonao. Dije esa noche.

“Primero fue el árbol de la fruta prohibida, la tentación de la sierpe y la idea de un Creador Universal. La expulsión del Paraíso Terrenal de la pareja primigenia fecundando una historia de vicisitudes. Luego vendrían los profetas, el Mesías crucificado, los multiplicadores del nuevo credo a través de la Palabra, los templarios de la fe, algunos santificados con el tiempo. La imaginería religiosa popular e institucional que se expresaría en arte, moldeándolo.

Aquí, en un valle pródigo de hortensias, arrozales y minerales, de Cándidos Bidós poseídos por azules y naranja, un grupo de jóvenes, armados de gubias multiformes, cepillos hacendosos, mazos certeros, cuchillas filosas, limas y escofinas, tallan la madera preciosa, meticulosos. Para corporizarla con semblante venerando, preñándola de historias de vírgenes en retablos, de emblemáticos belenes, monjes milagreros y santos batalladores. Unas pinceladas dan aliento cromático a cada pieza. Ya un Corazón de Jesús, la Virgen de la Altagracia, San Miguel Arcángel o el Dr. Gregorio Hernández.

Hablamos de un colectivo meritorio de artistas acreditado por la UNESCO que ha retomado la antigua tradición de la talla de santos de palo, cultores de un oficio de raza, enraizado en nuestro catolicismo popular. Justo a tiempo, cuando esta expresión cultural languidecía, relanzada por unos templarios del arte en la villa de Bonao.” Entonces llamamos a los representantes del grupo reconocido, para que recibieran el premio y nos contaran brevemente su historia. Los muchachos visiblemente emocionados apenas pudieron expresar las gracias ante la ovación del público. Las notas que siguen cumplen esa función.

El genial Carlos Dobal, catedrático de Historia de la Cultura e Historia del Arte de la Universidad Madre y Maestra de Santiago, fue un consagrado investigador de la cultura popular y coleccionista de efigies religiosas talladas por artesanos del Cibao. Con él compartimos en su hogar en la Ciudad Corazón, en el plácido campus universitario, así como en el Museo del Hombre Dominicano, del cual era asiduo colaborador. En la confortable residencia del historiador Julio Genaro Campillo Pérez, en el entorno del Hotel Embajador, realizábamos amables tenidas salpimentadas con sesudas disquisiciones y suculentos caldos criollos, en la grata compañía de Manuel Mañón Arredondo, Fernando Cavada, Manuel García Arévalo y José Chez Checo.

Tema recurrente en los diálogos con el locuaz Dobal –mención aparte de los asentamientos pioneros de La Isabela y Jacagua, la azarosa hazaña de Colón, el arte sacro y las tradiciones de su Santiago de adopción- era la religiosidad popular y su plasmación en imágenes que concretizan el culto, dotadas no sólo de función simbólica sino de valor artístico. Fruto de este interés es su texto Santos de palo y santeros dominicanos, de 1973, publicado por la UCMM, que sirvió de referente obligado a las nuevas generaciones de artesanos. Por igual, Dobal fue un apasionado del trabajo artesanal plasmado en los higüeros rameados, un arte que ha tomado cuerpo en comunidades de Salcedo y Samaná, motivando el quehacer de los lugareños.

Más recientemente, como un necesario pivote al desarrollo de este sector, figura Catálogo de Artesanía Dominicana, excelente publicación del 2012 a cargo de José de Ferrari, un veterano especialista y promotor de las artes populares que labora en el Ministerio de Industria y Comercio en el programa de fomento a esta actividad que involucra a múltiples microempresarios. En cierto modo, continuación de la obra conjunta de José del Castillo y Manuel García Arévalo, Artesanía Dominicana, publicada en 1991 por el Banco Antillano presidido por Polibio Díaz, pionera en la materia. También recientemente, el libro Artesanía Dominicana Un arte popular, de Manuel Antonio de la Cruz y Victor Ml. Durán, editado por el Banco Popular en 2012, constituye otro valioso aporte bibliográfico al desarrollo de un oficio generador de empleos dignos, señas de identidad cultural y productos útiles, tanto para consumo de turistas como de nacionales.

Conforme a una entrevista a Roosevelt Méndez -antiguo integrante del Grupo Santos de Palo de Bonao quien fuera su presidente-, este colectivo surge en 2003 en torno a la labor formativa del profesor y escultor Pedro Méndez, realizada en el Centro Cultural Cándido Bidó, al cual se sumaron otros artesanos. La idea, rescatar una tradición artesanal desvanecida que había tenido cultores populares en Santiago, La Vega, Bonao, entre otras localidades, como una manera de alimentar entonces el culto a las imágenes sacras del catolicismo. La creciente secularización de la sociedad que privilegia otros íconos, la importación masiva de piezas de culto, quizás la propagación de iglesias cristianas que enfatizan las enseñanzas de la Biblia en las prácticas religiosas y obvian la veneración a las imágenes del santoral, restaron funcionalidad a la oferta de los denominados santeros tradicionales. Pero allí estaba la huella de un arte rústico fraguado por artesanos empíricos.

El grupo de Bonao, con las herramientas que provee el entrenamiento académico, se lanzó al rescate de esta tradición participando en ferias artesanales, como las auspiciadas por el Despacho de la Primera Dama en el Parque Colón para las Navidades. En exposiciones celebradas en el Centro León, Altos de Chavón, Quinta Dominica, Museo del Hombre, Museo de las Casas Reales, Jardín Botánico, así como en la Galería de Arte Punta Cana del ceramista Thimo Pimentel. En el exterior, en una feria regional realizada en Cuba en 2006, el Grupo Santos de Palo logró un sello a la excelencia artesanal expedido por la UNESCO, compartido con los Hermanos Puello de Cambita, talladores de aves, sobresaliendo los gallitos y los Hermanos Brito de Moca con sus mariposas de jícara de coco.

Otras exhibiciones exitosas han llevado este arte a Curazao, a la Plaza Caribe en Ponce con la Virgen de Guadalupe y al Vaticano, donde Roosevelt Méndez obtuvo premiación en una muestra de nacimientos.

La Fundación Falcondo encabezada por Arelis Rodríguez dio apoyo oportuno a este esfuerzo singular que ha logrado registrarse como marca colectiva, facilitando el desarrollo de su estrategia de mercadeo, habilitando local propio en el km 89 de la Autopista Duarte. Allí el viajero puede encontrar una gama de vírgenes –La Altagracia, Las Mercedes, del Carmen, Fátima- a su elección, Cristos y crucifijos que satisfagan su fervor, así como protectores San Francisco de Asís y San Antonio. Y por supuesto, la representación de la natividad del Niño Jesús, en belenes grandes y pequeños. Todo sea por el arte y la vigencia de la fe. Y claro, por una mejor calidad de vida para nuestros jóvenes talentos.