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Se apaga la voz José Luis Sampedro, el humanista indignado

El autor de "La sonrisa etrusca", se ha ido en silencio y sin hacer ruido a los 96 años

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Se apaga la voz José Luis Sampedro, el humanista indignado

MADRID.- José Luis Sampedro el escritor, economista y académico y, por encima de todo, un gran humanista, ha fallecido, y con él se va un referente intelectual y moral de primer orden en España y fuera de ella, ya que su mensaje cívico se unió últimamente al del francoalemán Séphane Hessel y su famoso "Indignaos".

El autor de "La sonrisa etrusca", se ha ido en silencio y sin hacer ruido a los 96 años, "de forma sencilla y sin publicidad", como dejó expresamente escrito. Pero se ha ido con los deberes hechos y dejando lecciones de vida, tanto en sus libros como en sus declaraciones públicas.

"Dentro de cada uno de nosotros hay infinidad de cosas que no llegamos a desarrollar y el verdadero desarrollo está en que cada uno llegue lo más alto posible en su conocimiento", decía el escritor en una entrevista con Efe en 2011, con motivo del estreno en teatro de su famosa obra "La sonrisa etrusca".

Y continuaba: "ese desarrollo y ese intento de conocimiento vendría bien hasta para la economía, porque seríamos más justos, más equilibrados y no habría tantos choques entre los que tienen y los
 que no".

José Luis Sampedro, que siempre defendió una "economía más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos" nació en Barcelona en 1917 y pasó su infancia en Tánger donde su padre estaba destinado como médico militar.

De regreso a España en 1935 aprobó unas oposiciones para técnico de Aduanas y fue destinado a Santander donde le sorprendió la guerra civil. Doctorado en 1946 en Económicas se dedicó durante más de treinta años a la docencia en la Escuela de Periodismo y en Económicas. En 1969 abandonó la Universidad y fue profesor visitante en Salford y Liverpool. Y a su regreso en 1972 desempeñó la cátedra de Ética en la Complutense.

Pero la actividad de economista de prestigio -entre sus alumnos están Solchaga y Boyer-, la alternó siempre con la escritura, a la que se dedicaba desde que tenía 19 años.

Su primera novela, "La estatua de Adolfo Espejo", la pergeñó en Santander a los 19 años, y luego siguió "La sombra de los días", aunque ninguna de ellas las publicó.

Aunque su carrera literaria fue ya imparable, al igual que su amor por el teatro. Su obra "La paloma de cartón" ganó el Premio  Nacional de Teatro Calderón de la Barca en 1950.

Entre sus novelas destacan "La sombra de cartón" de 1945, "Congreso en Estocolmo" (1952), "El río que nos lleva" (1961), "Octubre, octubre" (1981), "La sonrisa etrusca" (1985), "La vieja sirena" (1990). "Real sitio" (1993), "El amante lesbiano" (2000), "Escribir es vivir" (2003), "La senda del dragón" (2006) o "La ciencia y la vida", 2008.

Premio Nacional de las Letras 2011, condecorado con la Orden de las Artes y las Letras de España por su sobresaliente trayectoria literaria y por su pensamiento comprometido con los problemas de su tiempo, Sampedro fue en su última etapa un hombre enamorado.

Un amor que encontró en Olga Lucas (Toulouse, 1947), una traductora y poeta con quien se casó en 2003 y con quien llevaba a cabo "la teoría de los bueyes". "Yo me apoyo en ella y ella en mi", decía.

Se conocieron en un balneario a finales de los 90 y desde entonces no se separaron nunca. Los dos caminaban juntos por los paisajes con dragos en Canarias, por Mijas (Málaga) y Madrid a cuatro manos, cuatro piernas y dos corazones. Juntos publicaron "Escribir es vivir" y "Cuarteto para un solista".

"Yo estoy feliz, feliz, en estos días finales de mi vida", decía este viejo profesor en su casa madrileña hace unos meses. Él se ha muerto antes que Olga, como deseaba, porque si hubiera sido al contrario, no hubiera querido continuar, una idea que repetía en muchas ocasiones.

Alto, con ojos tiernos y grandes, como un búho que no quiere perderse nada, enmarcados en unas grandes gafas de pasta y con la barba y el pelo blanco siempre cortado a cepillo, José Luis Sampedro
 emanaba ternura a pesar de la contundencia de sus mensajes. Un sabio griego, humano y paciente que deja su pensamiento en muchos de sus libros.