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opinion

No fue el Concorde, pero fue feo

El daño para el partido fue más moral que físico

Entre las piedras lanzadas al interior de la Casa Nacional del PRD había mojadas, acabaditas de buscar al río y llevadas con el noble fin de desbaratar la reunión del CEN.

Nadie podrá decir ahora como siempre que ese encuentro terminó como la fiesta de los monos, a rabazos limpios, pues si algún rabo fue visto, no era de monos, sino de los demonios desatados.

La silla, con que los perversos enemigos del partido blanco sustituyen el jacho, tampoco es un arma con propiedades para herir o matar.

No son de madera y guano, como las antiguas, sino de plástico, un material con la rara virtud de que no se dobla ni se rompe. Un silletazo en estos días sería menos peligroso que una caricia.

La gente vive rememorando el Concorde, y temprano en el domingo dieron por muerto a un compañero que estaba vivito, aunque no coleando, puesto que tenía una herida en la cintura.

La mala puntería de los perredeístas es tan proverbial, que la policía haría bien en reclutar entre ellos su nuevo personal. Habría intercambios de disparos, pero nadie saldría lesionado.

La razón, muy simple: disparan sin apuntar.