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¡Ay mi madre…! ¡Otra dieta!

La dieta debe conllevar un cambio de actitud ante la nutrición y el placer de comer

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¡Ay mi madre…! ¡Otra dieta!
Es necesario comenzar a formar hábitos sanos de alimentación.

SANTO DOMINGO. Emplazo a cualquiera que ante la perspectiva de iniciar una nueva dieta, lo anuncie con una sonrisa en los labios. Pero hay otros peores… como yo, que la sola mención de la palabra le provoca un hambre espantosa.

La verdad es que casi todo el mundo que conozco ha intentado mantener una dieta por cierta cantidad de tiempo.

Los resultados han variado en función del tiempo, el tipo que siga y la fuerza de voluntad. Pero lo que es cierto es que las dietas son parte de casi todas las vidas que tratamos para bien o para mal.

Sigamos con la historia:

Lo decidió: hoy es el inicio del resto de su vida. Miró los chichos, y se despidió de ellos. Lleva en la cartera los nuevos ingredientes con los que va a sustituir todo lo que le gusta: pastillas de todos los colores, granolas, un yogurt natural, galletas de arroz integral, un guineo para los mareos, una manzana picadita y hasta un té de color extraño con poderes sobrenaturales. Morirse de hambre está contraindicado en todas las dietas….

De camino a la puerta, le pide a la señora que ayuda en casa que saque de la nevera todas las tentaciones. A las 10 de la mañana el estómago le suena tanto que no la deja concentrar, y para las 7 de la noche, el marido y los hijos amenazan con abandonar la casa y llevarse al perro. Al mal humor no le gusta la compañía. Al día siguiente, decide amar los chichos que Dios le dio porque más se perdió cuando ardió Roma, o algo así.

¿Le suena conocido? Quizás su problema está en el planteamiento del asunto. O en el nombre que le puso, o en las expectativas. Quizás esa dieta no fue concebida para usted y perdió la motivación en poco tiempo.

Con algunos sencillos remedios debería resultarle más fácil intentarlo otra vez, esta vez con un poco mas de éxito.

Abandone los juegos de palabra:

Nuestra naturaleza humana nos lleva a clasificar cosas por categorías, aunque no le reporte ningún beneficio. Deje de pensar en términos de “estar a dieta”, y comience a plantearse “opciones saludables” o “elecciones más sanas”. Empiece por hacer unas cuantas elecciones saludables al día y con el tiempo se volverán un hábito.

Un cambio pequeño a la vez:

Las dietas convencionales piden un sacrificio específico por 2 semanas. Si quiere tener éxito debe dejar de pensar en el corto tiempo. Eso significa adoptar una actitud y un enfoque diferente: un pequeño cambio a la vez. Un hábito a la vez y persevere.

Conozca los verdaderos enemigos:

La sal y el azúcar. Si logra prescindir de estos dos ingredientes, pronto descubrirá el verdadero sabor de los alimentos frescos. Coma una fruta como refrigerio en lugar de un dulce, y evite cualquier alimento en el que la sal, el azúcar o el jarabe de maíz se encuentren entre los primeros cuatro ingredientes.

Conozca la diferencia entre alimentarse y hartarse.

Los animales se alimentan; las personas tienden a hartase y buscar en la comida momentos de felicidad, recompensa y hasta status. Es hora que vuelva a la naturaleza, y decida que al menos dos de las tres comidas serán estrictamente para darle combustible al cuerpo, no los escoja exclusivamente por el sabor que tengan.

No descarte los refrigerios, ni los postres:

Es natural tener un tentempié ligero entre comidas. Un refrigerio sano mantiene los niveles de azúcar bajo control, y evitará el hambre atroz antes de la cena. Algunas opciones sanas las hemos visto aquí mismo:

Un puñado de maní o almendras; yogurt bajo en grasa o sin ella; palitos de zanahoria y galletitas integrales con un poco de queso fresco. Y en cuanto a los postres, hay deliciosos helados de yogurt o a base de frutas que hacen maravillas por su autoestima.

¿Sabe que estamos en tiempo de mangos?