“Un tranvía llamado deseo”, al Palacio de Bellas Artes

SANTO DOMINGO.

María Castillo dirigirá la puesta en escena de “Un tranvía llamado Deseo”, la obra cumbre de Tennessee Williams, que subirá a escena del 17 al 19 de octubre próximos en la Sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes, bajo la producción de Fidel López.

Cuatro días antes de que Tennessee Williams estrenara su obra cumbre “Un tranvía llamado Deseo” (en el original “A Streetcar Named Desire”), publicó el 30 de noviembre de 1947 en The New York Times un ensayo conocido como “Un tranvía llamado Éxito”, en el cual habla acerca del rol del arte y el artista en la sociedad.

La obra teatral, que ganó un Pulitzer en 1948, se alzó con cuatro Oscar cuatro años después con la versión cinematográfica que catapultó a Marlon Brando, de cuyo fallecimiento hicieron 10 años el pasado 4 de julio.

La puesta

María Castillo, desde Jarabacoa, y vía telefónica, dijo ayer a DL que la obra “ya se había hecho anteriormente, en un montaje que hizo a principios de los 80 Rafael Villalona”. “Por la época yo estaba estudiando en Moscú. En aquel entonces actuaron Margarita Vaquero como Blanche, Augusto Fertia como Kowalsky, Berta Soto como Stella, y actuaron también Iván García, César Olmos, Angel Haché y Carlota Carretero”.

Citó que ahora el elenco lo conforman “Karina Noble, que es Blanche; Félix es Stanley y Stella es María del Mar, que viene del teatro musical y tendrá su debut dramático. Lidia Ariza, que es Eunice, la vecina; Ernesto Báez como Mitch; Flor de Bethania, quien hará en una aparición especial la vendedora de flores; así como Diógenes Medina, Omar Ramírez, Héctor Then, Andy Turbides y Yudelka Mancebo, que es la enfermera”.

Acerca de la puesta en escena que lleva adelante manifestó que para ella “es importante que la obra se mantenga fiel a la época”. “Eso influye mucho en el estilo de actuación. Son textos, con los cuales los actores trabajan poco. Se trata de un texto monumental. Hoy se habla menos y hay un manejo diferente del simbolismo que tiene esta obra, y toda esa intensidad y exacerbación de pasiones, que caracteriza a Tennessee Williams, y que se hace cada vez más difícil de encontrar sobre el escenario”.

Alfonso Quiñones