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Marcallé Abreu: todo lo que escribes, de una manera u otra tiene que ver con tu vida

La entrega oficial del Premio Nacional de Literatura a Marcallé Abreu será el 17 de febrero.

SANTO DOMINGO. El entorno emocional del escritor Roberto Marcallé Abréu está en las calles de Santo Domingo. Precisamente por la rica descripción de sus personajes y la espléndida creatividad con que los pone a desplazarse en el trasfondo citadino acaba de ser reconocido con el Premio Nacional de Literatura 2015.

La entrevista con Diario Libre ocurrió pocas horas después de recibir la llamada (ese día recibió más de 160 llamadas telefónicas) de don Pepín Corripio, presidente de la Fundación Corripio, y del ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez, en la que le daban la buena nueva. La entrega oficial del Premio Nacional de Literatura será el 17 de febrero en el Teatro Nacional.

Marcallé ha ejercido durante muchos años el periodismo. En su caso, como en el de tantos otros prosistas, esto ha sido una ventaja.

P. ¿Cree que ha sido justo el premio? ¿Lo esperaba? ¿Cree que lo merecía otro antes que usted?

R. En realidad todos los que estamos envueltos en las letras, y sobre todo cuando ya uno tiene un período tan prolongado escribiendo -fíjate que algunos de mis libros fueron escritos hace 40 años ya-, es una espera. Y uno dice: "Quizás yo sea una de las personas que califica, que pudiera merecer ese premio eventualmente, de acuerdo con el criterio profundo, decidido y hondo de los jurados", que sabes que aunque muchos de ellos son escritores consumados y premios nacionales a su vez, pesa la presencia determinante de los rectores universitarios. Entonces uno siente que sería bueno recibirlo.

Hablar de que sea justo o no justo, no me toca a mí hacer esa clase de juicio de valor, porque en definitiva uno es parte interesada, pero siento que hay muchos escritores que califican en buena lid para obtener el Premio Nacional de Literatura.

P. Ud. Ha cultivado la poesía...

R. La poesía la llegué a cultivar en los inicios. Inclusive llegué a ganar premios literarios con la poesía, pero llegó un momento determinado en que hice dejación casi definitiva de la poesía, por la novela. Porque los temas que me gusta tratar son muy complejos, y no me lo permiten ni la poesía ni el cuento, de tratarlos con la amplitud que quisiera tratarlos.

Tengo una novela que va a publicarse este año, que se titula "Bruma de gente inhóspita", que tiene más de 200 personajes.

La última novela mía que ganó el premio de novela de la Universidad Central del Este, "La calle enemiga", tiene muchas situaciones, y muchos personajes, y una trama muy compleja, igual que "La manipulación de los espejos", que ganó después premio aquí, en el Ministerio de Cultura.

Es decir, llegó un momento en que me sentí que debía trabajar principalmente la novela como género, que es donde me siento más a gusto. Aunque reconozco que es el más trabajoso de todos. Dicen que es el cuento, pero yo digo que la novela, porque es la suma de todos los géneros literarios.

P. Como el cine en las artes.

R. Y la novela es también la pintura, la poesía, la música... Es todo. La novela viene siendo un universo y yo ahí me siento más a gusto.

P. Esa capacidad suya de crear personajes, estamos hablando de mundos donde pone a vivir 200 personajes, una cosa descomunal. ¿Cómo crea esos rompecabezas? ¿Cómo es el proceso de creación de esas novelas?

R. Mi educación en términos literarios viene de un señor que no ha tenido el merecido reconocimiento en República Dominicana, que se llamaba Alberto Malagón, que era profesor de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Te voy a contar una anécdota. Yo le daba los cuentos míos y los asomos -para llamarlos de alguna manera- de novelas. Y un día me pasa una especie de folleto mimeografiado de unas 250 páginas, y me dice, "tú quieres escribir novela; esto te va a ayudar". Y lo que había en ese folleto era el diseño de un personaje. Dónde nació, cómo nació, quiénes eran sus padres, su primer año de vida, su segundo año de vida, su tercer año de vida, el barrio en que vivía, la educación, los maestros, lo que comía.

Alberto decía que para uno crear un personaje tenía que tener ese conocimiento amplio, aunque de toda esa información uno solamente usará un 15 %, un 10 % y hasta un 5 %. Pero él decía que ese 95 % adicional, era la parte escondida del iceberg. Generar a tu personaje credibilidad, permitir ser a tu personaje un ser humano real. Porque excepcionalmente la novela es eso: caracterización. Crear seres humanos.

Entonces, yo vengo de esa escuela. Y fíjate, desde el momento mismo en que un profesor como ese, al que tenía mucho cariño, y una persona de una capacidad excepcional... Alberto hablaba nueve idiomas y creo que dos o tres dialectos, leía en griego, italiano, francés, de todo. Y tenía una cultura enciclopédica. Tu entrabas a su casa - él vivía ahí en el kilómetro 9 de la Prolongación Independencia, en una calle llamada Esther Rosario- y era una inmensa biblioteca. Ese individuo leía de una forma increíble. Y después que tú recibes una orientación de esa naturaleza y te suministra sus libros, y te dice, fíjate en los personajes... Él insistía mucho en lo que llamaba la sucesión de escenas. Decía que una novela se escribe en función de una escena que sustituye otra escena. Pero con todos los elementos que van de la descripción, el personaje, cómo habla, con quién se relaciona, cómo viste. Ya después de recibir esa orientación, tú eres un esclavo. Te guías por eso. Y si escribes algo y sientes que uno de tus personajes que no tiene esa consistencia, que no tiene esa hondura, que no tiene esa capacidad de convencerte de lo que habla, de lo que dice, de cómo actúa , de cómo se comporta, eso te da un vacío en el alma. Y hasta que tú no corriges eso, aunque tengas que rehacer completamente el personaje, tú no te sientes tranquilo. Pero más todavía, recuerda que el personaje te da las pautas a seguir. Porque tú lo caracterizas con sus hábitos, su conducta, su forma de andar, de comer, de relacionarse con los otros. Y ya ese personaje adquiere vida propia. Y ni siquiera el autor puede cambiar eso, porque si lo cambias, estás trastornando el destino de esa persona. Lo estás haciendo irreal, inconsistente, poco sólido. ¿Y cómo aprende uno todo eso? Leyendo. Primero los clásicos, esencialmente a Shakespeare, y luego los demás clásicos rusos, franceses, norteamericanos, latinoamericanos. Y ver cómo esos autores han ido manejando sus personajes. Cómo los van creando y recreando, y si incurren en cualquier desliz tú enseguida te das cuenta. Porque no puedes poner un carajito que se crió en Villa Juana, a no ser que haya recibido una educación especial o sea un genio, o tenga una biblioteca inmensa en su casa, a hablar como si fuera un intelectual. ¡Tiene que hablar con la jerga de Villa Juana!

Esa es la educación que yo he recibido. Además soy un lector terrible. No dejo de leer. En los últimos tres o cuatro meses me he leído a todo Cormac McCarthy, Don DeLillo, a Thomas Pynchon, ¡todo eh? Inclusive los últimos libros que pude conseguir en Cuesta del premio Nobel, Patrick Mondiano los he leído casi todos ya, son como nueve o diez. Y él tiene 15 novelas; me faltan cinco que aquí no se consiguen. Es decir, tienes que mantenerte, permanentemente... y observando, y observando, y observando. ¡Esa es la línea!

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