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Costumbrismo criollo en la película “Flor de Azúcar”

El filme de Fernando Báez está inspirado en “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”

SANTO DOMINGO. Con frecuencia se le critica al cine de factura local su escasa relación con la literatura dominicana, existiendo autores destacados a los cuales acudir al momento de contar una historia.

Pero de vez en cuando alguien va en contra de la corriente, como el director Fernando Báez, quien se atreve con un largometraje basado en el cuento “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, de la autoría del profesor Juan Bosch. El filme no solo se basa en esa obra de Bosch, se plantea como homenaje su memoria y su legado.

Adaptación costumbrista

El relato original forma parte del libro “Cuentos escritos en el exilio” (1962) y narra la desventura de un prófugo que se arriesga a volver a su casa un día 24 de diciembre.

Una cadena de sucesos desafortunados le lleva a encontrar su destino en un cañaveral de La Romana, hacia el año 1948. Esta adaptación cinematográfica se inclina por extender, profundizar y agregar elementos a la historia, por medio de una puesta en escena de tipo costumbrista, en la cual se mezcla romance y crimen.

Las actuaciones

Muchos son los personajes que intervienen en la historia, incluyendo varios niños, un gato, un perro y un burro. En el rol protagónico, el joven Héctor Aníbal encarna a un Mendoza alegre, optimista, amoroso padre y religioso; cumple con su cometido y logra salir airoso.

Destaca también la actriz Julieta Rodríguez, en su papel de migrante haitiana que busca una nueva vida. Se da espacio al talento joven y peso le aportan los experimentados actores Mario Lebrón y Víctor Checo.

Imagen y sonido

En sus aspectos técnicos de imagen y sonido el filme representa un paso adelante en la producción nacional. La fotografía brinda un paisaje majestuoso constituido por monumentos naturales que sirven de escenario al relato.

La banda sonora sorprende gratamente con la profundidad lograda, primeros, segundos y terceros planos del sonido, otorgan la ambientación adecuada para dar verosimilitud al entorno campesino. La música hace también lo suyo, aportando sabor caribeño y apoyo al drama.

El relato, la idea y el discurso

Se comienza la historia por el final, dando pie a un largo flashback que va dando cuenta de los personajes y de las decisiones que toman para llegar al fatídico desenlace. En tal sentido, es una versión fiel al espíritu original de la obra, pero una cosa es un relato breve y otra un largometraje. El relato se torna un tanto confuso en sus primeros 30 minutos y a ratos decae en su afán de completar el cuadro general con tramas que tienen menos peso que el eje central.

Loable es el esfuerzo por retratar una época, pero al agregarle elementos de tipo social y político, como las relaciones domínico-haitianas, la resistencia ante la dictadura trujillista y la religiosidad popular, se convierte al relato en un discurso que pretende ir más allá de la misma película.

Prevalece más la idea que la acción fílmica. La intención de llevar un “mensaje” es la que define al guión y ello no ayuda a la cohesión del relato. Lo didáctico puede funcionar con lo documental, pero no se lleva bien con la ficción cinematográfica y menos en estos tiempos en que las audiencias privilegian la emoción por sobre la reflexión.

Recomendable para comprobar los avances del cine dominicano y rendir homenaje a una de las personalidades señeras del país.

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