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Un Tarantino misógino en “Los ocho más odiados” MISÓGINO en Los ocho más odiados

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Un Tarantino misógino en “Los ocho más odiados”
MISÓGINO
en Los ocho más odiados
Samuel L. Jackson, de pie, en una de las escenas de la película de Tarantino. (FUENTE EXTERNA)

SANTO DOMINGO. Quentin Tarantino es uno de los cineastas independientes que genera mayor interés, tanto por sus controvertidas películas como por sus opiniones en torno a la industria.

Fue quien recuperó para el cine la “pulp ficción”, novelas cortas y baratas de mediados del siglo XX, impresas en papel reciclado, de allí su denominación. Esa literatura de baja estofa ha tenido continuidad en el cine contemporáneo gracias a Tarantino y su interés por hacer un cine popular. Sin embargo, su apuesta se transformó en un cine casi de culto, apreciado también por los amantes del séptimo arte, que encuentran en sus filmes referencias de todo tipo y una bocanada de aire fresco en sus irreverencias.

Los pistoleros

En este, su octavo filme, vuelve al western, con una historia de pistoleros que reúne a ocho malditos asesinos en un refugio de montaña, durante una furiosa tormenta invernal. Sitúa la historia a pocos años de acabada la Guerra Civil norteamericana. Inicia cuando el Mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), en medio de la nieve, detiene una diligencia para llevar los cadáveres de personas buscadas por la ley que él ha asesinado. En el carruaje van John Ruth (Kurt Russell), otro caza recompensas, y su valiosa prisionera, Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), condenada a muerte por asesinato. Se les suma en el camino el sheriff Chris Mannix (Walton Goggins), quien les acompaña hasta el refugio, en el cual, sin ellos saberlo, les espera una banda dispuesta a liberar a Daisy.

El oscuro pasado

Los personajes tienen un oscuro pasado. Los diálogos giran en torno a sus historias criminales, a sus participaciones en el conflicto bélico y sus secuelas. Todos conocen sus respectivas reputaciones, y sospechan de cada quien. Las recompensas son altas y, junto al racismo, la ambición y los deseos de venganza, van tejiendo una trama densa, que augura un violento desenlace.

El relato

Se nos cuenta la historia en capítulos y de manera lineal, hasta que la historia debe volver al pasado para explicar cómo la banda de Domergue se hizo del control de la posada. Apoyado en la música de Ennio Morricone, todo un ícono de la composición para cine y del “spaguetti western”, el relato avanza paulatinamente hacia el clímax. Como es de esperarse, los efectos visuales y sonoros articulan una sangrienta sinfonía de violencia extrema, sello de su autor.

En contra

Las actuaciones son contundentes, el elenco logra la suficiente cuota de credibilidad, pero la historia no cuaja del todo. Buena parte de la información al espectador queda entregada al diálogo entre los personajes, y el guión debe recurrir a una voz en off para explicar una situación clave en la trama, aspectos que le restan valor fílmico a esta producción.

Una historia misógina

Si bien en sus anteriores filmes Tarantino había creado interesantes heroínas, como Beatrix Kiddo en “Kill Bill”, aquí construye una historia por completo misógina. Los personajes femeninos son asesinados a sangre fría, y en el caso de la condenada Daisy Domergue, llega a extremos cuestionables. Evidentemente el director busca la polémica en torno a la justicia y sus límites con la venganza en la historia de su país, pero también desnuda sus obsesiones para con el sexo femenino.

Recomendable para los muy fanáticos del cine de Tarantino.

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