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El Cascanueces

Tradición navideña envuelta en papel de ballet y teatro, con tremendo lazo de cuento de hadas

SANTO DOMINGO. Antes de que Carlos Veitía, coreógrafo y bailarín, recibiera a Tiempo Libre en la recepción de Ballet Concierto Dominicano, su remodelada escuela, la Sinfonía de Tchaikovsky se escuchaba desde afuera. Las ventanas de cristal dejaban entrever a un grupo de bailarines clásicos que danzaban con esmero. En ese punto ya era predecible: una nueva versión del ballet “El Cascanueces” se encontraba en pleno montaje.

La última vez que el rompenueces cobró vida fue en 2014, dentro del Anfiteatro Nuryn Sanlley, con una edición corta que dirigió Veitía y a la que asistieron más de 200 mil personas. Sin embargo, esta puesta en escena trae este año coreografía, vestuario, escenografía y... ¡hasta una historia diferente!

“No la he hecho todos los años (la presentación) porque entiendo que la tradición se crea con continuidad, pero en este país no se puede ser tan continuo; la gente necesita quererlo y, si es todos los años, se satura”, asegura este maestro al hablar de la obra que es un cuento de hadas-ballet estructurado en dos actos, y que originalmente fue encargado por el director de los Teatros Imperiales Ivan Vsevolozhsky en 1891.

En esta ocasión el coreógrafo le ha dado un giro diferente al cuento de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, ya que Clara no es una niña; es más bien una adolescente que está descubriendo un mundo diferente. Su padrino, Drosselmeyer llega en Nochebuena acompañado de Hans, su sobrino, con un regalo especial; ahí es cuando ella advierte el deseo de conseguir el verdadero amor... y cae en un sueño donde idealiza al hombre en quien ha pensado toda su vida (Hans).

El elenco

Lisbell Piedra, primera bailarina del Ballet Nacional Dominicano y quien se despide de los escenarios con esta puesta en escena, interpreta el hada azucarada, al igual que Yeri Peguero; Maykel Acosta encarna a su caballero y Lya Gómez se adentra en la piel de Clara; mientras que Marcos Rodríguez es Drosselmeyer, y la veterana bailarina clásica Silvia Crespo asume el rol de la abuela.

“Esta versión tiene una cosa muy buena y es que he tratado de unir lo mejor que tengo en el sector privado con el sector público, para hacer un cascanueces de nosotros”, afirma el bailarín. Su joven compañía derivada de BCD y el BND se han aliado para desarrollar en escena una producción que él mismo ha catalogado como ambiciosa.

La producción cuenta, además, con la participación de Lauren Kness y Henry Winslow del Portland Ballet de Oregon; y del Ballet Studio de Doris Infante que hacen la danza del mazapán y los buenos frutos. El vestuario es autoría de Adolfina Lluberes, Patricia Huerta y Annery Parra; la escenografía, de Ángela Bernal; y las luces, de Bienvenido Miranda.

El Cascanueces no es solo un cuento clásico que anuncia la Navidad, sino una oportunidad para que talentos emergentes demuestren su impecable técnica y su amor por el baile.

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