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Helena de Taveras

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Helena de Taveras
Elvira Taveras, como Helena de Troya.

De tanta comedita facilona y tonta, cuando das de golpe con el Arte, el ejercicio de la crítica puede convertirse en una exageración. Y te da gusto el aplauso que no se mendiga y buscas adjetivos especiales, que te sirvan en el momento de valorar algo que realmente te ha enriquecido espiritualmente.

Pocas veces uno puede darse el gusto, por los lares donde campean la superficialidad y la mediocridad -léase el comercialismo burdo-, de sentarse a admirar una actuación como la de Elvira Taveras en su papel de Helena de Troya, en el extenso monólogo de Miguel del Arco, en una producción de Juancito Rodriguez.

Este domingo cerró una temporada repleta de aplausos en la Sala Ravelo del Teatro Nacional, de la puesta en escena de Richarson Díaz donde Elvira desplaza a su personaje en la sobria y funcional escenografía de Fidel López.

Pocas veces una actriz da con una obra en la que pueda desplegar todo el arsenal de matices de que es capaz, y creo que Juicio de una zorra es eso justamente para la actriz dominicana Elvira Taveras, quien es una creadora de personajes visceral, de garra, creíble, orgánica, inteligente. En una palabra: maestra.

Su Helena resulta tan auténtica y convincente que desde la primera palabra engatusa al público, lo agarra por las solapas, lo reduce, lo seduce y se lo mete en un bolsillo, hasta que lo devuelve alelado de amor, pero inocente, en el último gesto.

¿De verdad alguien en su sano juicio puede pensar que todo aquel despliegue era realmente por mí?, afirma conven cida Helena de Troya, una de las mujeres más injustamente tratadas, precursora de la violencia contra las féminas y del bullying, sobre quien, tanto los griegos, como los troyanos, hicieron recaer la culpa de la guerra que los enfrentó durante 10 años. De hecho, la convirtieron en prototipo literario de la mujer infiel e interesada: una chapiadora de la antiguedad.

Así que Juicio de una zorra es nada más y nada menos que el turno de la ofendida; es la primera vez que Helena de Troya hace uso de la palabra en busca de la justicia, y en busca de que la borren de la memoria de la Historia, de una vez por todas. Se trata de una Helena humana, pero sin temor a los mortales ni a los divinos, capaz de arremeter no solamente contra los hombres, sino contra los dioses.

La puesta posmoderna (botellas de vino y música actual, sospecho que seleccionada por Richarson), efectos que entran a tiempo, raramente a tiempo, son elementos que acompañan a esta Helena de Taveras, que hace suya la obra que empezó a ponerse el pasado 18 de agosto, y que debería estar en cartelera todo el año.

alfonsoquinones@gmail.com

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