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La escritora Donna Leon defiende la novela negra mediterránea frente a la nórdica

BARCELONA. La escritora estadounidense Donna Leon, autora de la serie negra del comisario veneciano Brunetti, realizó hoy en el Festival BCNegra una defensa a ultranza de la novela negra mediterránea, frente a una nórdica que “no disfruta de la gastronomía y se recrea en exceso con la muerte”.

Con un sentido del humor desbordante, Donna Leon inició la conferencia de prensa sorprendida por los semblantes serios de los periodistas, e invitó al auditorio a mostrar su cara más alegre y mediterránea o amenazaba con “no contar chistes”.

A su juicio, “evidentemente que existe una novela negra mediterránea y la prueba es la gastronomía, la comida; mientras que en las nórdicas los personajes no comen, no saben comer, pero sí beben y mucho. Eso lo encuentro extraño y deshumanizado”.

Otro elemento característico, más importante que la gastronomía, es “esa fascinación de los nórdicos con el hecho físico de la muerte. Para mí ya hay bastante con que haya un personaje asesinado, ya le has quitado su vida, su futuro, su diversión, todo”.

La autora detesta “las largas descripciones de las autopsias de las novelas nórdicas”, que encuentra “desagradables e innecesarias”.

En cuanto a los casos de corrupción en la policía, Leon considera que “en el sur de Europa se habla más y de manera más abierta, pero yo me resisto a creer que la policía sea menos corrupta en EEUU o el Reino Unido, y las noticias demuestran que la policía se creen con el derecho legal de matar a un joven negro que ha cometido una pequeña infracción, como aparcar en doble fila”.

Donna Leon, que recibirá esta tarde en Barcelona (noreste de España) el Premio Carvalho 2016 en reconocimiento a su contribución al género negro con su serie Brunetti, comentó que “el premio es un honor enorme que me sitúa al lado de personas de gran prestigio, una lista de gran talento y éxito”.

En esa relación de ganadores figuran, entre otros, Henning Mankell, P.D. James, Michael Connelly, Ian Rankin, Petros Márkaris, Maj Sjöwall, Andrea Camilleri o Alicia Giménez Bartlett.

En la nueva entrega de la serie de Brunetti, “Las aguas de la eterna juventud” (Seix Barral), el comisario veneciano investiga el caso de una joven treintañera que, tiempo atrás, a los quince años, estuvo a punto de morir ahogada, pero su abuela, la condesa Demetriana Lando-Cintinui, desconfía de la versión policial, según la cual Manuela se arrojó a las aguas de Venecia, lo que le produjo daños cerebrales irreversibles.

Leon confesó que inicialmente cometió el error matar a la protagonista y Brunetti tenía que investigar la muerte de una joven de quince años hacía quince años, pero al ver que no funcionaba por que el lector no podía empatizar con la muerta, decidió optar por la “resurrección”.

De este modo, entró en las aguas como una joven de quince años y salió de ellas con una edad de siete años, “aparentemente adulta y atractiva, pero atrapada en la mente de una niña de siete años. Has de tener un alma de piedra para no sentir empatía y tristeza por este personaje”, concluye.

Admite que la eterna juventud del título de este 25 libro de Brunetti también afecta a su comisario: “Nunca había planificado que habría un libro número 25”, pero “siempre tiene la misma edad porque no quiero jubilarlo y no me quiero desprender de él”.

Percibe la autora que con los años Brunetti se hace “algo más oscuro desde el punto de vista de su carácter, es mucho más pesimista en relación a la vida y al mundo que le rodea”, en paralelo a cómo se siente ella misma.

En este punto, el lado más reivindicativo y “fanático” de Leon surgió hoy para advertir de los peligros medioambientales del planeta.

“Problemas como el de los refugiados o el de la violencia contra las mujeres son horrorosos y terribles, pero son secundarios frente al problema de la ecología del planeta, es terrible que las plantas florezcan en invierno en toda Europa como si fuera primavera”.

Y añadió: “Aunque los problemas del mundo parezcan terribles, se pueden resolver, pero que los casquetes polares se estén deshaciendo o que la capa de hielo de Groenlandia esté desapareciendo nos lleva a perder el planeta, estamos ante un cataclismo, y esa sensibilidad ecológica se nota cada vez más en mis novelas”.

Leon recordó los presagios de los científicos que aventuran que “de aquí a 14 años, en 2030, el nivel del agua de los océanos habrá subido entre uno y dos metros y eso implicará tener 200, 300 o 1.000 millones de refugiados ecológicos, frente a los 4 millones de ahora en Europa. Eso será imposible de resolver, será el fin de este mundo tal como lo conocemos hoy y deberemos decir adiós a Barcelona, Nueva York, Venecia y Bangladesh”.

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