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A cuidar el cuidador familiar de un paciente con Alzheimer

SANTO DOMINGO. La mujer estaba como en otro mundo. Sentada en una incómoda silla en un angosto pasillo frente al consultorio de su hematólogo. Al parecer no le molestaba el bullicio que se escuchaba desde otras áreas del hospital, ni los reclamos de su hermana, porque olvidó su carnet del seguro médico y la tarjeta de cita.

La hermana se ausentó por un momento, y ella, prácticamente, estalló.

En menos de cinco minutos resumió su drama: No tenía deseos de comer, no dormía bien, estaba nerviosa y expresó que se sentía muy enferma, pero no de salud, sino emocional.

Es la cuidadora de su madre que padece Alzheimer,, quien buscaba la manera de escaparse de la casa cuando la demencia la retornaba a sus años de infancia y juventud.

En su desahogo, decía que era peor que atender a un niño, porque a éste puedes hablarle en voz alta para que ingiera alimentos, pero a su madre no se lo podía hacer, porque era faltarle al respeto.

Ella es la típica cuidadora familiar a la que hace referencia la geriatra María Francisca Echeverri, quien estuvo recientemente en el país participando en un seminario sobre “El bienestar del adulto”, dirigido a cuidadores y enfermeras de clínicas y hospitales, pero con un enfoque especial en el cuidado que debe tener el cuidador familiar.

Señala que hay familiares que están al lado, que envejecen junto a sus papás o sus abuelos y, que dentro de éstos, es común ver gente que cambia sus estilos de vida, como es dejar de trabajar para ir a cuidar a sus parientes. Hay mujeres que dejan a sus esposos e hijos para irse a vivir con sus viejos o se los llevan a sus casas para cuidarlos.

De acuerdo con la geriatra, hay estudios que revelan que el 40% de los cuidadores familiares se mueren antes o primero que el enfermo de demencia, sobre todo si es el hombre que cuida a su esposa, lo que resulta impactante.

“Ese cuidador familiar se vuelve muchas veces mucho más riesgoso que el que viene de afuera, porque significa cambios en su contexto de vida y puede volverse, en muchos casos, que no tenga alguna enfermedad, pero sí la padezca”, señala Echeverri.

A manera de ejemplo, la especialista dice que cuando a un pariente, por lo general envejeciente, le diagnostican una demencia tipo Alzheimer se va ir poco a poco hasta perder por completo la memoria, pero quien va a padecer la enfermedad es quien lo cuide, como sucedió con el personaje que ilustra este trabajo.

Ahí surgen los cuestionamientos de no entender en el tiempo cómo una mamá que educó, que le decía que no dijera una palabra grosera, de pronto empiece a decirlas, que le enseñó a comportarse, de pronto empieza a desvestirse, andar desnuda en la casa y ver que esa madre o padre, esos ídolos, que toda la vida vio como un referente, se van perdiendo.

Buscar ayuda

Indica que hay muchas terapias que se pueden aplicar a las personas con Alzheimer, no medicamentosas , para que logren llevar una vida tranquila, y quienes lo cuidan también, que no lo padezcan, sino que lo disfruten, que sepan decir no puedo y aprendan a pedir ayuda y que debe haber equipos de trabajo con la familia, porque eso es importante y que las personas dejen de ser víctimas de la enfermedad.

“Cuidar al cuidador es esencial y enseñarles que ese proceso que está viviendo con esa persona no le tiene que repetir a él, que al contrario, que ese espejo sirva para darse cuenta de las cosas que tiene que arreglar es muy importante”, expresa.

Echeverri fue invitada por Tena, empresa que se dedica a la comercialización de productos de higiene personal y para adultos mayores.

Aprovechó para recordar que la vejez no es una enfermedad, y que en términos psicológicos, el envejecimiento afecta más a la mujer y la vejez al hombre.

Se fundamenta en que cuando la mujer se nota las primeras arrugas se preocupa y que al hombre le ocurre cuando se jubila.